La Primera Infancia
Conforme crece el niño y se empieza a desarrollar el segundo chakra su vida emocional se va enriqueciendo. El niño vive en mundos de fantasía creados por él mismo, empieza a sentir que es una persona distinta de su madre y esos mundos le ayudan a crear la separación. Las pertenencias del niño se encuentran dentro de estos mundos de fantasía. Desde el campo etéreo envía proyecciones que envuelven esos objetos y cuyas formas recuerdan las de las amebas. Cuanto más importante sea el objeto en la creación del mundo fantástico, más conciencia energética surgirá de su campo para rodearlo. El objeto se convierte en parte del yo. Cuando se le arrebata de la mano con fuerza, el objeto rasga el campo y causa dolor, tanto físico como emocional.
Alrededor de los dos años de edad, el niño considera a sus padres como pertenencias suyas: «yo, mi papá, mi mamá, etc.». En el aura se hacen más visibles los colores rojo-naranja y rosa-violeta. El niño está empezando a relacionarse con los otros, aprendiendo un tipo básico de amor. En lo que se refiere al campo, el niño es capaz de separarse del de su madre, aunque entre ambos sigue existiendo un cordón umbilical etéreo. Así ‘se inicia el proceso de separación y de identidad independiente. El niño crea un espacio de fantasía, habita en él, pero sigue teniendo a su madre conectada por su cordón umbilical etéreo. Todavía puede mirar atrás y ver que su madre no está demasiado lejos. Para el clarividente, este espacio aparece compuesto principalmente por energía de nivel azul, o de nivel etéreo. Se trata de un espacio en el que el niño prefiere jugar solo o, si permite la entrada de un compañero de juegos, lo vigila atentamente para impedir que altere en demasía el espacio. En esta fase, el niño no tiene un ego lo bastante fuerte como para mantener una claridad real entre su yo y el del otro. Lucha por hallar su exclusividad y, sin embargo, se siente muy conectado a todas las cosas. Los objetos personales se convierten en formas de definir la individualización, definición a la que ayuda el espacio de energía privado. Así, cuando un niño visita el cuarto de otro niño de cinco a siete años de edad, el anfitrión se debate entre su deseo de comunicarse con el otro y su inclinación de preservar la imagen de sí mismo. Lucha por controlar los objetos personales que ayudan a definir quién es y alrededor de los cuales ha situado su propia conciencia energética. La lucha en este caso consiste en reconocer y mantener la auto individualización y, pese a todo, sentir la conexión con un «individuo» distinto.
A los siete años de edad, aproximadamente, el niño empieza a tejer una enorme cantidad de energía dorada en este espacio, que se hace más libre, más grande, menos conectado con la madre y más abierto a los visitantes. Como su sentido del yo es más elevado, el niño empieza ahora a descubrir similitudes en otros seres humanos. Ya puede permitir a los «otros» una mayor autoexpresión dentro de su espacio privado. Permite que el visitante cree todo tipo de formas energéticas en ese espacio. Con ello, las cosas se hacen más «divertidas» y «vivas» y mejoran la vida de fantasía. Los niños entran en la fase de la «pandilla». Una de las cosas que posibilitan que así sea es que, alrededor de los siete años de edad, por encima de todos los chakras se presenta ya una pantalla protectora que impide el paso de muchas influencias energéticas procedentes del campo que rodea al niño. É.ste se siente más «seguro» porque es en su campo aural donde realmente existe.
Ejercicio para detectar los espacios psíquicos
Los adultos también infunden sus espacios con sus energías. Estos espacios psíquicos son nidos que ofrecen seguridad a las personas para vivir y tener en ellos su ser. Pruebe a sentir los espacios psíquicos que crean las personas. Le enseñarán muchísimo sobre usted mismo y sobre el propietario del espacio. Empiece por sintonizar en los espacios que visita regularmente. Entre en la habitación de un amigo. ¿Cómo se siente? ¿Qué le pa rece? ¿Quiere quedarse o prefiere irse? Si tiene hijos, entre en sus habitaciones. Sienta la diferencia de energía en cada uno. ¿Va bien esa energía con el niño? ¿Qué expresa sobre él? ¿El color es el apropiado, o es un color que usted ha impuesto en el espacio de su hijo? Piense en ello.
Pruebe en las tiendas que visite. A mí me resulta imposible permanecer en determinados establecimientos a causa de la energía que emana en ellos. Haga ahora un pequeño experimento con objetos. Reúna un pequeño grupo de personas (preferiblemente de gente de la que no sepa demasiado), sitúe sus objetos personales en el centro y elija el que más le atraiga. Sosténgalo en la mano. ¿Qué sensación le produce? ¿Pesado, cálido, amistoso, hostil, triste, feliz, seguro, peligroso, saludable, enfermo? ¿Recoge alguna imagen?
Concédase tiempo para sintonizar en el interior del objeto. Compruebe sus sensaciones con el propietario. Estoy segura de que ha acertado en algunas de las cosas que detecta. Practique y lo hará mejor la próxima vez.
Estado latente
Conforme el niño crece en el estado latente, entre los siete años y la pubertad, tiene lugar el desarrollo de nuevas facultades mentales junto con el desarrollo del tercer chakra. En esta fase se incrementa el color amarillo mental del aura. Aunque este chakra está abriendo las energías mentales y el niño asiste ya a la escuela, dichas energías se emplean principalmente para mejorar la vida fantástica infantil. Aquí entran en juego profundos impulsos y se producen conexiones teleológicas con el largo desarrollo pasado de la humanidad. El niño se convierte en jefe indio; la niña, en maga. Son impulsos teleológicos profundos que revelan el deseo del alma y que, con toda probabilidad, se relacionan con la tarea del alma en el mundo. Dentro de estas formas arquetípicas se encuentran las aspiraciones espirituales profundas, las metas y aspiraciones del individuo, expresadas por las capacidades que adopta cuando juega en el patio de recreo. Ahora es cuando los tres primeros centros -el físico, el emocional y el mental del plano terrestre- trabajan juntos para expresar la primera fase de la encarnación del alma.
Adolescencia
El reto de la adolescencia, como en todas las fases del crecimiento, consiste en hallar el yo y mantenerse fiel al mismo a través del caos de los cambios físicos y emocionales, los dulces deseos y los dolorosos rechazos.
A medida que el niño se acerca a la pubertad se empiezan a producir grandes cambios en todo su cuerpo y en el campo energético que lo rodea. Se añade más verde al aura y al espacio privado del individuo. El espacio es penetrado por las vibraciones de los amigos. Conforme al chakra del corazón se abre a nuevos niveles de sentimientos y el alborear del eros y el amor emerge desde lo más profundo de la psique, el campo se inunda de un bello color rosa. Se activa la pituitaria (chakra del tercer ojo) y el cuerpo empieza a madurar convirtiéndose en adulto. Todos los chakras son afectados por estos cambios. En ocasiones, el individuo acoge con excitación estas nuevas vibraciones; en otras, las detesta porque acarrean nuevos deseos y una nueva vulnerabilidad que el individuo no ha experimentado antes. A veces, todo el campo resultará alterado y los chakras quedarán totalmente desequilibrados, mientras que en otras ocasiones todo fluirá de manera armónica. De este modo, el individuo pasa por grandes cambios de realidad emocional, y sus acciones expresan esta confusión. Un momento antes era un niño, ahora es un adulto.
El individuo repite ahora todas las fases de crecimiento ya experimentadas, pero con una diferencia. Las tres primeras fases implicaban al yo como centro del universo. Era un conjunto formado por mí mismo, mi mamá, mi papá, mis amigos, etc. Ahora es la relación «yo-tú». El «yo» no existe solo, y el bienestar del «yo» depende ahora de que se hagan los ajustes apropiados en el «no-yo». Esto se debe en parte a que el individuo no «posee» ya los objetos de amor, como sucedía en el caso de sus padres o sus juguetes. Ahora su bienestar depende, o así lo cree, de que equilibre sus acciones para «convencer» a la persona amada de que lo ame. Esto produce una tensión sobre la psique entre quién piensa que es y quién piensa que debería ser (según quién piense que desea ser, o viceversa). Esto sucedía ya, desde luego, con los padres, pero ahora es más evidente, pues en cualquier momento el ser amado puede elegir a otro, y con frecuencia lo hace públicamente.
La edad adulta
Para cuando termina la adolescencia ya están definidos los chakras y la pauta energética utilizada por el individuo. Todos los chakras han adoptado una forma adulta. Es en este punto cuando el individuo puede tratar de asentarse y no sufrir más cambios. Algunos lo logran y, con ello, hacen que sus vidas se establezcan conforme a pautas seguras, firmes, de realidad claramente definida y limitada. Otros muchos, agitados por sus experiencias vitales, comprenden que la realidad no es tan fácilmente definible y emprenden una búsqueda de significados, que durará toda la vida y les conducirá a través de un reto constante hacia experiencias más profundas de plenitud.
En la madurez, el «yo-tú» se expande para incluir a la familia personal, que crea su propia forma energética. Nuevas energías que fluyen por el chakra de la garganta ayudan a este proceso personal de dar y recibir. Con el transcurso del tiempo, el «yo-tú» se puede ampliar para incluir al individuo y al grupo. Es posible que el corazón se abra para acoger no sólo el amor a la pareja y los hijos, sino también el amor a la humanidad. El color del aura se percibe de un bello tono lila. Entonces se convierte en la integración de la conciencia del yo, el otro y el grupo. A medida que el tercer ojo se abre a vibraciones más altas, uno empieza a ver la unidad de todas las cosas y puede apreciar, al mismo tiempo, la preciosa exclusividad de cada alma individual dentro de esa unidad.
La madurez
Conforme el individuo se acerca a la vejez y a la muerte se pueden añadir a los cuerpos energéticos tasas de vibraciones todavía más altas. El cabello de las personas se vuelve blanco brillante a medida que la luz blanca que recorre su ser aumenta su afinidad con el mundo espiritual. Ahora, a la relación «yo-tú» se añade una personal, muy profunda, con Dios. La energía terrenal inferior, metabolizada a través de los chakras inferiores, decrece y es sustituida constantemente por energías más finas y elevadas que tienen mucho más que ver con el espíritu que con la vida en el plano físico. La persona se está preparando para regresar al mundo del espíritu. Cuando se entienden estos procesos naturales -y se permite que se desenvuelvan desde el interior de la psique, la vida personal del individuo queda inundada de serenidad y amor. Todo encaja en su lugar a partir del crecimiento que se ha producido a lo largo de los años. En especial, el chakra del plexo solar se hace más armonioso. La persona es capaz de aumentar su profundidad de percepción, que hace de la vida (a pesar de la disminución de la fuerza física) algo cuyo interés crece continuamente y adquiere experiencias más ricas. Es lamentable que nuestra cultura, en general, no respete y utilice este gran recurso de sabiduría y luz como lo hacen otras culturas, por ejemplo la de los indios norteamericanos, en cuyas comunidades son las abuelas y los abuelos quienes mantienen el poder decisorio.
La muerte
Según Phoebe Bendit, al morir se produce un rayo luminoso que surge destellante de la parte superior de la cabeza cuando la persona abandona el plano terrenal a través del chakra de corona. Esta experiencia de salir por la corona ha sido descrita frecuentemente como un túnel que se recorre entre la vida y la muerte. Se ve un túnel largo y oscuro al final del cual brilla una luz. También se puede describir esta «experiencia del túnel» como el ascenso del alma por la corriente de fuerza principal del cuerpo, a lo largo de la espina dorsal, para salir a la brillante luz del chakra de corona.
Al morir, el alma es recibida por sus guías espirituales y por los viejos amigos fallecidos. En este momento, el alma ve desfilar con gran rapidez y claridad toda su vida pasada, de forma que no caben errores sobre lo que pasó, las decisiones que adoptó, las lecciones aprendidas o las que le queden por aprender para la siguiente reencarnación. A ello sigue un período de celebración de la tarea cumplida, y algún tiempo que transcurre en el mundo espiritual antes de la nueva reencarnación.
He visto frecuentemente que cuando alguna persona muere como consecuencia de una prolongada enfermedad, durante algún tiempo después de fallecer descansa rodeada por una luz blanca. Da la sensación de que cuidaran de ella en algún tipo de hospital del otro lado.
He observado a dos personas en estado preagónico un par de días antes de que fallecieran. En ambos casos se estaban muriendo de cáncer y llevaban enfermas algún tiempo. Los tres cuerpos inferiores se estaban fragmentando y abandonaban el cuerpo como manchas blancas opalescentes. También se estaban disgregando los tres chakras inferiores, con largas tiras de energía brotando del plexo solar.
Los cuatro chakras superiores parecían estar muy abiertos, como orificios profundos. Ya no estaban cubiertos por sendos escudos. Al iniciar el último viaje estas personas pasaban la mayor parte de su tiempo fuera del cuerpo, alejadas de él. Aparentamente estaban en algún lugar exterior junto con sus guías espirituales. Cuando permanecían en sus cuerpos la habitación se llenaba de espíritus. En un caso vi a Azrael guardando la entrada. Como la persona sufría fuertes dolores, pregunté a Azrael por qué no la ayudaba a morir. Me respondió: «No me han dado órdenes todavía». (Azrael es el ángel de la muerte y, para mí, su aspecto es fuerte y hermoso, no aterrador como han insinuado algunas fuentes.)
Lo que dice Heyoan sobre la muerte
Mi guía ha hablado sobre el proceso mortal, y quisiera citar aquí sus palabras. En primer lugar, dice que la muerte no es lo que suele creerse, sino la transición de un estado de conciencia a otro. Heyoan dice que ya hemos muerto antes, olvidándonos de quiénes somos. Las partes de nosotros que han sido olvidadas están separadas de la realidad por un muro, y hemos llegado a la encarnación para rescatarlas. Tememos a la muerte, pero ya hemos muerto, y en el proceso de encarnación que reintegra nuestro ser mayor lo que realmente encontramos es más vida. Lo único que muere, según Heyoan, es la muerte.
Durante nuestra vida tapiamos las experiencias que deseamos olvidar. Lo hacemos con tal efectividad que no recordamos muchas de ellas. Iniciamos este proceso de tapiado en la primera infancia y lo proseguimos durante toda la vida. Estas piezas ocultas tras el muro de nuestra conciencia se pueden ver en el campo aural formando bloques, a los que nos referiremos en el capítulo dedicado a la psicodinámica. Heyoan dice que la muerte real se ha producido ya en forma de ese muro interno. Cito a continuación sus palabras.
«Como sabes, lo único que te separa de algo eres tú misma. Y lo más importante es que la muerte se ha producido ya en las porciones de ti misma que han sido tapiadas. Desde nuestra posición ventajosa, esa sería, quizá, la definición más clara de lo que el ser humano considera que es la muerte. Ser tapiado y separado. Olvidar. Olvidar quién eres; eso es la muerte. Tú ya has muerto. De hecho, te has encarnado para dar vida a esas piezas de ti misma que ya están en lo que llamáis la muerte, si debemos usar este término. Esas partes ya han muerto.
El proceso de morir, eso que Ilamaremos transición hacia una conciencia superior, se puede considerar un proceso en el campo energético. Lo describiremos ahora para ayudarte a entender el proceso de la muerte desde el punto de vista aural. Es un lavado del campo, un despeje, una apertura de todos los chakras. Cuando mueres, pasas a otra dimensión. Se produce la disolución de los tres chakras inferiores. Se produce la disolución, y observa que decimos disolución, de los tres cuerpos inferiores.
Aquellos de entre vosotros que habéis visto cómo morían otras personas observasteis la calidad opalescente de sus manos, sus rostros, sus epidermis. Mientras muere, el individuo es una madreperla opalescente, y las hermosas nubes opalescentes se dispersan. Esas nubes son los cuerpos energéticos inferiores que sirven para mantener unido al cuerpo físico. Se están desintegrando. Son barridas y los chakras se abren y salen cordones de energía. Los chakras superiores son grandes agujeros abiertos a otras dimensiones. Por tanto, es en las fases iniciales de la muerte cuando el campo energético empieza a separarse. Las partes bajas del campo energético se separan de las altas. Y entonces, durante tres horas más o menos alrededor de la hora de la muerte, se produce un lavado del cuerpo, un bautismo, un bautismo espiritual del cuerpo donde se vacía la energía como una fuente, ascendiendo por la corriente de fuerza vertical principal. A través de ella brilla una fuente de luz dorada y todos los bloques se limpian. Y el aura se torna oro blanco. ¿Cómo experimenta esto, en términos de memoria, el individuo que agoniza? Ya lo has oído. Una persona ve toda su vida lavada por esos bloques. Bien, ahí lo tienes. Hay un fenómeno de campo energético concomitante con el lavado del aura. Se dejan ir todos los bloques. Se desbloquean todas las experiencias olvidadas de esa vida.
Todas fluyen a través de la conciencia. Así, toda la historia de esa vida fluye a través de la conciencia, y cuando la persona se va, también se marcha la conciencia. Es la disolución de muchos de los muros que se erigieron para el proceso de transformación de esta vida particular. Es una integración tremenda. Con la disolución de las paredes del olvido en tu interior recuerdas quién eres en realidad. Te integras con tu yo superior y sientes la ligereza y la inmensidad de éste. Así, la muerte, en contra de la opinión popular, es una experiencia absolutamente maravillosa. Muchos habéis leído descripciones de personas declaradas clínicamente muertas que han vuelto a la vida. Todas hablan de un túnel al final del cual brilla una potente luz. Hablan del encuentro con un ser maravilloso al final de dicho túnel. En su mayoría revelan que decidieron volver al mundo físico a completar su aprendizaje, pese a la belleza del lugar al que fueron. Ya no temen a la muerte, sino que la esperan como una gran liberación hacia la serenidad.
Por tanto, es tu muro el que te separa de esta verdad: lo que llamas muerte es, en realidad, transición a la luz. La muerte que imaginas que vas a experimentar la puedes encontrar dentro de tu muro. Cada vez que te separas de ti misma en cualquier forma, mueres una pequeña muerte. Cada vez que bloqueas el flujo de tu maravillosa fuerza vital, creas una pequeña muerte. Por tanto, cuando recuerdas aquellas partes separadas de tu ser y las reintegras a ti misma, ya has muerto. Vuelves a la vida. A medida que expandes tu conciencia, se disuelve el muro entre ti y el mundo, entre la realidad espiritual y la física. Así se disuelve la muerte, liberando el muro de la ilusión cuando estás lista para avanzar. Y se redefine con mayor claridad quién eres. Sigues siendo tu yo individual; cuando abandones tu cuerpo, mantendrás la esencia del yo. Puedes sentir esa esencia del yo en las meditaciones futuro/pasado que se ofrecen en
las lecciones siguientes (Autocuración). Tu cuerpo físico muere, pero tú te trasladas a otro plano de la realidad.
Mantienes la esencia del yo más allá del cuerpo, más allá de la encarnación. Y cuando abandones tu cuerpo, es posible que te sientas como si fueras un punto de luz dorada, pero te seguirás siendo tú misma».