El Trauma de Nacimiento: Consecuencias de por Vida
“Acabo de pasar el primal de mi nacimiento, y más tarde me percaté del dolor que sufrí causado por el fórceps de acero y el terror de sentir mis tejidos y músculos convulsionando, pues durante las horas de labor de parto, tuve palpitaciones y la necesidad de empujar desesperadamente tratando de salir”. Es asombroso lo que le pasa al embrión de las especies humanas. Todavía estamos en el “dolor de parto”, en la fase del embrión ya crecido, que está luchando por su derecho a la vida; y en ese increíble y estéril cuarto sobrecalentado, está teniendo lugar un nacimiento. Es un cuarto dispuesto no sólo para éste u otro paciente, sino para una nueva especie. La primera evidencia corporal está empezando a aparecer y se desliza lentamente, milímetro a milímetro, y al fin ¡el infante grita y grita y comienza a vivir! Quien sea que así haya nacido, tuvo un padre original, de un verdadero y completo producto humano. Esto ha sucedido desde el comienzo de la humanidad.
LA NEUROSIS COMIENZA EN EL VIENTRE MATERNO
Uno de los más asombrosos aspectos de la huella de memoria es que puede comenzar durante de la concepción. El medio ambiente fetal es un vecindario que puede llenarse de contaminantes y químicos perniciosos. ¡Ahí están! El sufrimiento es silencioso, y el secreto del daño —y el daño mismo— son invisibles. La mamá puede estar ansiosa, irritable y reprimida, todo lo cual se traduce químicamente y se infunde en el sistema del feto. Mamá puede haber fumado como chimenea y contaminó a su bebé. En la universidad de Oxford se ha descubierto que los bebés respiran en el vientre, carraspean, suspiran y tienen hipo. Cuando las madres fuman, la respiración de los bebés se ve afectada inmediatamente. Los bebés pueden toser en el vientre, indicando que les falta oxígeno. Es más, las madres que tienen hábito de comer muy poco, pueden transmitir una malnutrición y un hambre mortal. Todo el ambiente fetal puede, en efecto, ser muy pobre, nada diferente del de un niño sin cuidados hasta los cinco años —excepto los cuidados que son más obvios—. Los mismos cambios bioquímicos ocurrirán tanto en el feto como en el niño de cinco años. El daño será el mismo. La diferencia es que el feto no puede correr a casa porque su madre está en peligro y su hogar está bajo amenaza. Lo que el feto está aprendiendo es que el vecindario es peligroso.
El feto aprende de la experiencia, no de las palabras, pues de forma continua se está comunicando químicamente con su madre. De hecho, cuando el bebé está listo para nacer produce ciertas hormonas que indican el momento. La madre, a su vez, libera hormonas que facilitan el nacimiento. Sin embargo, cuando hay estrés las señales no operan adecuadamente. Demasiadas hormonas del estrés pueden cambiar el sistema inmunológico de la madre, y también el del bebé.
Asimismo, las hormonas del estrés causan un aumento en las contracciones uterinas y producen nacimientos prematuros. Podemos asumir que el nacimiento
prematuro es la causa de un cierto número de problemas físicos posteriores, cuando en realidad los problemas son el resultado de una complicada cadena de reacciones que surgen de fuertes cadenas de estrés. Éstas provocan en la madre prematuridad y un daño al sistema inmunológico, lo que conduce a una enfermedad posterior. De este modo, los procesos ocultos producen las bases de una posterior hipoglicemia, diabetes, colitis e incluso cáncer. Podemos tener un
mal proceso fetal, el cual es más grave que una mala infancia.
Durante los nueve meses de vida hacia el nacimiento, el sistema es el más frágil e ingenuo, y en estas circunstancias el impacto del trauma es mayor.
Después de doce semanas de gestación, el sistema nervioso del feto está plenamente organizado y puede reaccionar, codificar y almacenar traumas. Esta
habilidad significa que las huellas de memoria comienzan muy temprano en la historia fetal y pueden afectar a todos los sistemas, particularmente a aquellos que comienzan a organizarse en los primeros meses en la vida.
La evidencia de cuánto puede sufrir un feto se ha mostrado en estudios de ultrasonido en un feto de treinta y cuatro semanas: sus ojos están secos y crujen, y su boca está totalmente abierta, como si estuviera gritando, como si realmente se tratara de un grito, pero no habrá nadie que lo escuche. El feto no piensa, pero sí reacciona de acuerdo con sus capacidades: cuando la madre está ansiosa y deprimida, él está en trauma; cuando ella bebe alcohol y fuma, hay cambios
fisiológicos en el feto, los cuales no son benignos ni intrascendentes. La marca que dejan se aprecia en continuos cambios, por ejemplo, en el comportamiento celular. La memoria también se afecta por estos cambios en los diferentes sistemas.
En efecto, el sistema inmunológico puede ser sacudido y alterado mucho antes de que veamos la luz del día. La enfermedad inmune se puede manifestar hasta varias décadas después; más aún, cuando el niño esté saludable. Quizá nunca se manifestará como una enfermedad evidente.
La evidencia de cómo las huellas tempranas alteran la fisiología se encuentran en el trabajo que hizo Kandel sobre la vida animal inferior. Su trabajo ha mostrado que tanto el número de receptores como el nivel de neurotransmisores, cambian permanentemente debido a la temprana experiencia del miedo, pues existen profundos y duraderos cambios en la fuerza sináptica como resultado de este miedo. Es más, se ha encontrado que una clase de tranquilizantes —que sobre todo son receptores, como las benzodiacepinas— modifican el cerebro a causa de su función sobre el estrés y la ansiedad. La investigación actual indica que, posiblemente, la estructura genética de las células en el sistema nervioso central cambia como resultado de las huellas tempranas.
De nuevo, no es algo simple el que existan cambios que son resultado de la experiencia temprana, lo cual no es algo intrascendente, pues estos cambios participan en la manera como se graba la memoria. Revivir el recuerdo y conectarlo con la conciencia es alterar esos cambios celulares y volverlos a la normalidad. El neurótico no sólo tiene un cuerpo diferente, sino también un cerebro diferente. Por tanto, cualquier tratamiento de la neurosis debe ser capaz de dirigirse a esos cambios cerebrales. En la psicoterapia, hacer el bien amorosamente no es suficiente. No se puede eliminar la neurosis con amor.
Debemos renunciar a la noción de que el recuerdo es sinónimo de la “mente pensante” y que la memoria es la que realmente recuerda cognitivamente. Cada
célula en el cuerpo tiene una memoria, es lo que verbal o cognitivamente se recuerda. Cada célula de nuestro cuerpo guarda un recuerdo. Por eso vemos cambios mayores en el funcionamiento de las células después de que la huella de memoria se revive, y también porque son importantes los cambios en las funciones del cerebro y en la producción de hormonas. Esto es particularmente cierto cuando se reviven hechos preverbales, cuando no hay oportunidad de recordarlos de manera normal. Por esto nunca debemos descuidar el trauma de nacimiento y el trauma del prenacimiento, y considerar la función inmune y las enfermedades crónicas serias.
CÓMO SER NEURÓTICO EN EL VIENTRE MATERNO
La razón por la cual debemos considerar la etapa fetal cuando nos estamos refiriendo a la enfermedad, es porque así es la vida: nueve meses, la clase de existencia más crucial en la que casi cada suceso deja una marca indeleble y donde se crea el sustrato de la neurosis. Se puede ser neurótico en el vientre materno.
No necesitas ser neurótico ni actuar como neurótico, porque siempre que haya suficiente dolor impreso y la dislocación de una función: ¡ahí está la neurosis! Aun si la dislocación sucede en las células fetales y en sus funciones, más que en la mente y en el comportamiento del niño, sigue habiendo la misma neurosis, por eso no te puedes señalar a ti mismo o a los otros y decidir si son o no neuróticos. Por eso las pruebas psicológicas no son suficientes para medir la neurosis, sólo pueden medir el aspecto psicológico de ella. Si la reacción predominante al dolor impreso es física, la prueba será inadecuada e inexacta.
Aarón
Mi madre murió de cáncer, poco tiempo después de mi nacimiento. Estaba enferma desde que me concibió y pasaba por un estado de duelo producido por
la reciente muerte de su padre. Estaba casada con un hombre rabioso y loco, y ella vivía en un constante y enorme estrés. Debió ser muy difícil para ella dar a
luz en esas circunstancias. Hubiera sido mejor para mí que ellos no hicieran el esfuerzo de mantenerme vivo, porque nací muerto. Fui un niño del siglo XX nacido de padres enfermos, en un país enfermo en un mundo en el que sólo he conocido una ley: la de la supervivencia. Lo único que he hecho en mi vida es
tratar de sobrevivir. Nunca he esperado algo más. Morí dentro de mi madre mucho tiempo antes de llegar a este mundo. La promesa de que cada organismo
viviente siente, y que yo sentí por algún tiempo, era que todo estaba bien y que así seguiría: en realidad, todo estaba mal, muy mal. Ella estaba enferma de
cáncer, de dolor y de rabia. Mi desarrollo en su vientre no era normal y no había nada que hacer. Yo vivía en un ambiente hostil que no me dejaría ser yo, sentía:
“Tengo que salir de aquí, algo horrible puede pasar si no logro salir pronto”. Ése ha sido mi sentimiento toda mi vida.
CÓMO CAMBIA AL CEREBRO EL TRAUMA DE NACIMIENTO
Las consecuencias dramáticas de que una madre esté embarazada en esas circunstancias han sido ilustradas por Marian Diamond. Lo que encontró en investigaciones hechas con animales (y la biología de ciertos animales es básicamente la misma) nos informan que en un medio ambiente enriquecido, en el que los bebés humanos y los animales tienen juguetes y se les permite mucha libertad, cambia el cerebro de sus hijos. El córtex del bebé es más ancho, aprende mejor y cualquiera puede darse cuenta que es más inteligente. Las circunstancias psicológicas de la madre pueden cambiar la estructura física del feto que lleva en su vientre, y lo que la mente de la madre contiene, puede cambiar el cerebro físico del niño.
Cuando la madre es muy infeliz, eso se refleja en las hormonas que median con sus sentimientos. Las hormonas del estrés no sólo indican que hay estrés, sino que determinan cuánta energía va a tener la madre, cuánta azúcar habrá en su sangre, que tan sexual es, si el futuro bebé finalmente no nacerá o, la forma
como criará a su bebé y lo eficiente que es su sistema inmunológico. Todo esto tiene una gran importancia. Sabemos que cuando hay un alto nivel de estrés en la madre, la eficiencia de su sistema inmunológico será más baja. Todo esto, trasladado al feto, augura que nacerá con sutiles deficiencias inmunes o con vulnerabilidades que sólo se manifestarán más tarde como estrés
La manera como el neonato responde al trauma de nacimiento depende de su ambiente previo. Si la madre fumaba continuamente, estaba privando al feto de
oxígeno: cualquier anestésico que se le dé a la madre durante el nacimiento, puede afectar seriamente al recién nacido, que ya tiene problemas causados por
la privación de oxígeno durante el embarazo. Robert Bauer, quien fue jefe de Investigación Infantil en la UCLA, encontró anestésicos en el sistema de los recién nacidos. Estaban letárgicos y no mamaban con la fuerza requerida, había en ellos una cierta pasividad.
Durante muchos años he visto a varios cientos de pacientes reviviendo diversas clases de traumas. Eran pacientes de cerca de veinte países que habían atravesado por la experiencia de revivir ciertos episodios que no podían ser simulados. Esto se puede demostrar, por ejemplo, por la manera como los pies y los dedos están fijados en ciertas posiciones (ya fueran de japoneses o suecos).
Durante la sesión terapéutica de “revivencia” les aplicamos algunas mediciones eléctricas: revisamos su pulso, la presión sanguínea, la temperatura corporal y sus ondas cerebrales. Encontramos que todas las medidas se elevaron considerablemente y que, en algunos casos, la amplitud de las ondas se duplicaba, el pulso se elevaba a 200, la presión sanguínea a 220 y la temperatura subía dos o tres grados en cuestión de minutos, todo esto con la persona acostada, pero conectada con sus recuerdos.
Esos recuerdos indudablemente portan una gran fuerza. Siempre están ahí, aunque no se hayan disparado. Sus procesos están escondidos bajo capas de una
represión efectiva, de modo que el resultado exacto no es evidente. Aun con la conciencia a “tope”, la respuesta inmunológica muestra una efectividad disminuida: ¡está procesando un dolor desconocido para la conciencia! Mientras más fuertes han sido las reacciones relacionadas con el estrés que hemos observado y medido, y que ocurren durante el trauma del nacimiento. (En virtud de que el estrés y el sistema inmunológico funcionan de un modo cruzado), cuando uno funciona en un nivel alto, el otro lo hace en un nivel bajo y viceversa. Entonces asumimos que el trauma de nacimiento ha tenido un profundo efecto en el sistema inmunológico.
Al observar cómo reviven esas experiencias los pacientes, podemos reflexionar en la cantidad de presión que se crea durante el trauma de nacimiento. Es sobrecogedor darse cuenta del dolor que el cuerpo puede almacenar tan silenciosamente, manteniéndolo durante muchos años bajo un aspecto de calma exterior. Mantener esa clase de dolor tan grande y no estar consciente de él, es un testimonio de la fuerza y la eficacia de nuestro sistema represivo.
PROTOTIPOS
El Principio del Origen del Prototipo
Hemos encontrado que las experiencias tempranas “fijan” las conexiones neurales que durarán toda la vida. Ciertas experiencias estabilizarán y reforzarán
ciertas conexiones, pero otras se perderán. Las que permanecen son aquéllas que son más críticas para la supervivencia. Éste es el principio del origen del prototipo. Las primeras conexiones que facilitaron la supervivencia continúan activas debido al principio del desarrollo de la selección natural.
Cada día de la vida fetal, cientos de miles de células nerviosas se agrupan, se especializan y se organizan en los órganos donde están destinadas a formar parte.
Ciertas células están destinadas a ser células cerebrales, mientras que otras se convertirán en hígado, estómago, pulmones, etc. Cuando el sistema de la madre es tóxico, cuando está bajo estrés, el feto absorberá las toxinas y su fisiología quedará distorsionada. Las frágiles células nuevas, que están en proceso de organizarse en complejas estructuras y en intrincadas conexiones de la red neurológica, son especialmente vulnerables durante ese tiempo.
EL TREN DEL TRAUMA: LA AGONÍA COMO FIJACIÓN PERMANENTE
Las distorsiones que surgen en el feto con el trauma, tienden a fijarse en la madre, permanecen como distorsiones prototípicas en ella. El dolor en torno al nacimiento queda impreso como prototipo (modelo original en el que algo queda establecido como un patrón). Éste afecta a una variedad de patrones de comportamiento. “Prototípico” significa que ciertos traumas quedan impresos en el cerebro en desarrollo, y la fisiología causa cierta clase de respuestas a ese dolor. Significa que esas respuestas permanecerán para siempre como patrones de tendencia grabados, tanto a nivel fisiológico como psicológico. La impresión de un dolor muy temprano produce dos alteraciones principales en el sistema: establece de por vida un “pozo” de tensión residual, y dirige y —en cierto modo — da forma al comportamiento y a la fisiología. Ambos, el dolor y el total repertorio de respuestas y defensas a ese dolor, quedan estampadas al mismo tiempo, como una huella unificada.
Aunque se trate de un neonato que ha sido muy anestesiado durante el parto, a medida que el anestésico pasa a través de la barrera placentaria, se infunde en el sistema del bebé con una dosis que es cientos de veces más poderosa. Con ella el recién nacido se convertirá en un bebé pasivo e ineficaz, e incluso inconsciente, y sufrirá el dolor de la experiencia, pues su futura respuesta de pasividad le ha quedado estampada como un prototipo que le afectará totalmente
El prototipo queda fijado por lo que llamo “el tren del trauma”. Ésta es una metáfora para describir la secuencia de eventos a través del nacimiento, que terminan de un cierto modo característico. He podido observar que la manera como termina el nacimiento queda grabada como una reacción prototípica, que afecta fisiológica y psicológicamente, como si el cuerpo gritara “¡Corte…! ¡Imprima!” Todo depende de la salida de la estación al momento del nacimiento.
Si el tren en que vamos es el equivocado —parafraseando a otro autor: “Cada parada en la vida será la equivocada”—, las vías que conducen hacia la vida
literalmente han sido desenrieladas y nos conducen a un viaje paralelo que nos lleva no sabemos a dónde y por razones que no comprendemos. El viaje es inexorable y no hay nada que podamos hacer para bajarnos del tren. El secreto está en regresar al principio del viaje, para que podamos encontrar un camino más claro que el anterior.
Si durante su proceso de nacimiento el bebé está drogado y medio muerto, el tren va a moverse lentamente, no tendrá mucho vapor y no irá muy lejos. Si salimos al mundo en el modo de lucha, peleando por salir, y lo hacemos de forma exitosa, el tren seguirá adelante sobreponiéndose a los obstáculos, chocando con todo y abriéndose paso agresivamente con mucha energía disponible. En cambio, para aquellos que salen del tren del nacimiento de un modo pasivo o drogados, la energía disponible se reduce con la finalidad de permanecer vivos en el tren en el que están huyendo del recuerdo de una muerte cercana. Cuando el proceso se hace más difícil, el primer pensamiento es de una rendición inmediata: suicidio. Éste no es el caso para quienes nacen de un modo activo y que se mantienen ocupados en empujar hacia delante.
Acabo de mencionar el fenómeno “¡corte… imprima!” A partir de ahí, hay algo diabólico que se encarga de nosotros. Ésta es la razón de que tengamos pesadillas a la edad de treinta y cinco o cuarenta años, en la cual perdemos el aliento, nos sentimos sofocados, estrangulados… y todo ello se debe a las sensaciones originales ocurridas en el nacimiento. El inconsciente no trabaja caprichosamente, no fabrica pesadillas a partir de un impulso diabólico: emplea los recursos básicos de la huella de memoria para producir imágenes y sensaciones que son una plaga durante toda nuestra vida
El modo en el que finalmente emergemos del canal, marca el fin del tren del trauma y dicta tendencias muy amplias en la personalidad. Si el feto está muy drogado durante el nacimiento y no puede hacer nada, sino sólo tratar de respirar, la respuesta que salvó su vida quedará impresa y será la de la pasividad, la resignación, la futilidad y la desesperanza. Ninguna de estas condiciones se conceptualiza sino hasta mucho más tarde, cuando se desarrollen herramientas conceptuales. Sin embargo, el trauma alterará la fisiología, y esa alteración estará representada en los altos niveles de la conciencia y estarán registrados en el incipiente neocórtex, el cual se desarrollará plenamente muchos años después, sólo entonces tendremos la capacidad de nombrar el sentimiento de trivialidad.
Lo que no podemos hacer es nombrar su fuente, porque las representaciones del trauma temprano quedan impresas en una conciencia cortical que aún no se
ha desarrollado plenamente: el resultado es parecido al de una fotocopia casi indescifrable. Sólo los sentimientos traídos a la conciencia pueden lograr que el
mensaje aparezca de nuevo, pero aun así, es su representación, la que décadas más tarde nos permitirá conectarla con un sentimiento. Uno simplemente sigue
las ideas triviales y los sentimientos de desesperación, hasta encontrar sus raíces.
Lo que hace el trauma es dar forma a las tendencias de respuesta que participan en las bases de la personalidad. Por ejemplo, puede haber tendencias represivas (como en el trauma anterior) o tendencias expresivas (cuando se lucha para salir, y se sale con éxito). Más tarde en la vida, cuando hay conflicto y estrés, la primera reacción para sobrevivir de nuevo será anotada —durante el tren del trauma—, mientras que esas neuronas extrañas desaparecen. Aquellos que para sobrevivir tienen que mantener sus reacciones en un mínimo, como cuando se está en peligro de ser estrangulado por el cordón umbilical, una de las respuestas posteriores será una respiración muy superficial, que conduce a una superficialidad en los afectos. Al final, la tendencia general es mantener las cosas como están.
No es de asombrar que este niño, a la edad de tres años, cuando esté disgustado acostumbre retener la respiración (recapitulando el trauma original y la respuesta que le salvaba la vida). Más tarde, cuando se enfrente a un conflicto, también tratará de mantener sus sentimientos bajo control, entonces alguien descubrirá que aquellos que enferman de cáncer son los que retienen sus sentimientos. Algunos intentarán estar en terapia para lograr expresarlos, pero toda la expresión que desplieguen en la terapia no cambiará la tendencia básica establecida por el tren del trauma. Mantener a raya los sentimientos y el desarrollo del cáncer como una enfermedad represiva forman parte del mismo síndrome, emanando de un evento idéntico temprano. En términos generales, los distintos tipos de cáncer son el resultado de tendencias represivas, en contraste con las enfermedades del corazón, que tienden a ser un desorden de la expresión que proviene de un tren de trauma más activo y agresivo. La tendencia, ya sea hacia la represión o hacia la expresión, comprende cada aspecto de nuestro ser.