DEPRESIÓN MANÍACA, EL ORIGEN DE LA PERSONALIDAD CÍCLICA
La neurosis maníaco-depresiva es uno de esos misterios que se han vuelto tan incomprensibles, que ha sido mejor dejarlos descansar en campos genéticos — atribuidos a características heredadas— contra los cuales el sufriente sólo puede tomar drogas, como el Litio. Seguramente existen algunos factores genéticos, pero mi experiencia en el tratamiento exitoso de este problema me ha llevado a dudarlo.
Pienso que la depresión maníaca (amplias ondas de excitación maníaca hasta las profundidades de la depresión) deriva de un prototipo básico, consistente en una extensa lucha por el éxito cercano seguida de un abyecto fracaso de lucha durante el nacimiento. Un ejemplo común es la lucha por salir del interior del vientre contra el hecho de permanecer en él. Otro es la aparición de un tumor y la resultante sección cesárea. O a causa de que una enfermera retenga al bebé durante la labor de parto, en espera de la llegada del médico. ¿Qué clase de nacimiento imprime su huella en una personalidad cíclica? La diferencia entre este problema y la típica respuesta parasimpática, está solamente en la cantidad y extensión del periodo de lucha Fase uno: el maníaco-depresivo ha tenido un periodo más largo de lucha en su nacimiento y, antes de que estalle la catástrofe, el parasimpático depresivo no tiene la oportunidad de transitar por una extensa fase activa-maníaca. Más tarde en la vida, en particular cuando ésta es áspera y estresante, se introduce el ciclo prototípico. Primero la persona está comprometida en luchas salvajes, en una impulsividad incontrolable, ideas que vuelan y en la revisión de momentos disfrutables, etc. Esto viene seguido de las dos fases que son aspectos del mismo impreso, espejean precisamente lo que sucedió en la lucha por nacer. En la primera fase, hay activación, lucha y esperanza, con ellas la persona está
huyendo desesperadamente de la posibilidad de morir.
En la segunda fase se está aproximando a la muerte y al terror de esa experiencia. Como dicen algunos pacientes: “Siempre estoy temiendo sentirme muy bien, porque a ello sigue el desastre. Tengo solamente una pequeña ansiedad cuando me estoy sintiendo excelente”. Otro paciente expresó la misma aprehensión de una manera diferente: “Trato y trato y de pronto todo se convierte en mierda”.
Precisamente porque la impresión de la huella al fin está formada por una serie de impulsos eléctricos, la impulsividad maníaca es una sobrecarga de impulsos eléctricos que conducen a una persona de aquí a allá o a cualquier parte. Estas masas de cargas eléctricas ocurren en el momento en que la corteza cerebral aún no está plenamente formada y cuando, después, se produce en una persona completamente fuera de control. En la fase maníaca hay una dispersión de ideas que son infrecuentes y distantes, porque aún no hay un neocórtex cohesivo para mantenerlas bajo control.
El hecho de que un dolor de primera línea esté surgiendo a la superficie en forma constante, no permite la construcción de una mente cortical que sea suficientemente fuerte. Algunas veces la persona tiene suerte si puede desarrollar un sistema de creencias, con las que puede retener el vuelo de sus ideas.
Ciertamente, la función de un sistema de creencias (en particular uno místico) puede estructurar la fragmentación. Necesariamente, dicho sistema debe ser inflexible y subyacer en los hechos, porque se trata de presionar para contener una fuerza arrasadora. En este sentido, las ilusiones son la medicina contra los sentimientos.
Cuando la persona maníaco-depresiva gasta su energía en la primera fase y ésta no le avala nada (como lo hacía originalmente), se desliza hacia una segunda fase: la depresiva. Entonces entra en contacto con el impreso del que estaba huyendo en la primera fase. La muerte ahora es inminente. Hay desesperación, futilidad y depresión. La razón por la que el impreso del nacimiento da forma a las posteriores reacciones es, repito, que hay una lucha de vida o muerte, la cual sucede antes de que el bebé haya visto la luz del día, y al mismo tiempo es un recuerdo de la supervivencia. La depresión maníaca difiere de la depresión usual en su incapacidad de contener y reprimir sobre una base continua. El represivo ha sufrido una represión global que está funcionando y no hay manera de desatarse de las fuerzas primales. En efecto, lo que caracteriza a la depresión es la ausencia de salidas. La depresión maníaca se parece mucho a lo que pasa en el ciclo del sueño. Primero hay una mente atrapada en la incapacidad para dormir. Después, el sueño profundo que se caracteriza por una fuerte represión. Luego la represión disminuye y uno se despierta del nivel del sueño con agitación, enmarañada con sueños salvajes.
La depresión maníaca ha sido un misterio porque sus raíces descansan en algo muy lejos, en el pasado, en algo nunca visto y nunca conocido, en donde la herencia parece ser la única conclusión. Los maníaco-depresivos que he visto casi invariablemente tienen la clase de trauma de nacimiento que he descrito, es una aflicción reversible. Hay una sola neurosis con cientos de manifestaciones, pero con una sola causa básica: el dolor impreso.
María
Soy una mujer de veinticinco años, durante mucho tiempo he intentado una tarea, después de otra. Estaba convencida de que había sido “elegida” para hacerme cargo de grandes proyectos que mejorarían las condiciones de vida que me rodeaban, o que me “harían una mejor persona”. Hacer algo con mi vida” era una cruzada loca y compulsiva que empecé cuando era una niña, y que continué de una manera más sutil en la adultez. En la escuela siempre fui la encargada de toda organización a la que pudiera pertenecer: escribía editoriales para los periódicos con la finalidad de ser una buena ciudadana. Estudié piano canto y danza para ser artista. En el colegio me hice feminista, mística y organizadora de un grupo de teatro revolucionario, con el fin de promover “una avanzada iluminación”.
La mayoría de mis proyectos habían fracasado. Pero aun cuando tenían éxito, yo nunca estaba satisfecha. Sabía que vivía ciclos de gran actividad, seguidos por periodos de depresión, pánico o enfermedad. Conforme estos se hacían más obvios, me daba cuenta de que no tenía control sobre mi vida y que nunca sería capaz de hacer nada de lo que quería, hasta que dejara de repetirme a mí misma que todo esto continuaba como mi nacimiento: una gran actividad, poco éxito en realizarla y cayendo nuevamente en la desesperación, deseando rendirme, e intentarlo de otra vez.
Jesse
Siento que finalmente he encontrado el origen de varios de mis síntomas, incluido el vértigo, la congestión nasal y la bronquitis. Paralelamente al intento de deshacerme de mis síntomas, he llegado a descubrir que dudo y retrocedo todo el tiempo. Siempre he sentido que es más fácil conseguir que se hagan las cosas siendo buena y esperando pacientemente. Siento que siempre, desde mi nacimiento, he tenido miedo de cualquier conflicto que podría resolverse si yo fuera asertiva.
Fui la primera hija y mi madre me dijo que mi nacimiento requirió de mucho tiempo. Comencé a nacer cerca de las 11 p.m. Mi madre decía que tenía mucho sueño (evidentemente estaba drogada) y la enfermera tenía que estarla despertando para decirle que pujara. No es de sorprender que siempre haya tenido el sentimiento de que desde el principio de mi vida, nunca iba a tener alguna ayuda de mi madre y que durante el nacimiento me rendí por esa causa.
Desde entonces parece que he estado esperando que algo suceda. Ahora que he logrado sentir mi nacimiento, me parece que esperar es mi única alternativa Tuve que obligarme a salir adelante y sentir el dolor de que nadie me ayudó. Mi primer quiebre neurótico sucedió antes de que naciera.
Generalmente me inclino a atender a mis sentimientos, gracias a que me percato de ciertos síntomas específicos que comienzan a surgir en mí. Una vez estaba trabajando en las oficinas en lo alto de un edificio de treinta pisos, y tenía que esforzarme recorriendo varios pisos usando los elevadores. Ya me sentía incómoda con los elevadores, pero ahora los sentimientos eran más fuertes. Me imaginaba el oscuro túnel de ventilación que estaba debajo del elevador y sentía mucho miedo de que se fuera a desprender, cayendo hasta el fondo. Me aterraba tanto que el elevador se pudiera romper y que yo me mareara y enfermara, que me agarraba de los laterales del elevador.
Empecé a sentir que ese temor venía de alguna otra parte. Un día, en la terapia empecé a sentirme muy sola, y entonces recordé que cuando tenía veinte años mi padre me dejó en un hospital mental y reviví cómo me enloqueció ese hecho. El sentimiento se fue hacia el pasado, cuando era una bebé recién nacida y lloraba de terror: mi cuerpo estaba rígido y desorganizado como si él también estuviera expresando terror. Entonces empecé a sentir que me estaba cayendo hacia atrás en un negro vacío. Ésta ha sido la sensación más aterradora que he tenido: estaba mareada y totalmente desorientada, y lloraba y gritaba, hasta que finalmente llegaba el sentimiento. Cuando experimentaba ese sentimiento, mis piernas se elevaban sobre mi cabeza, y cuando terminó la mitad de mis piernas estaban sobre la pared y yo estaba prácticamente boca abajo. En ese momento supe lo que significaba ese sentimiento. Cuando nací alguien me sostuvo de cabeza y de pronto comprendí que mi miedo en el elevador era el mismo que ahora sentía Es interesante que unos pocos meses después empezara a sentir algo un poco diferente, desarrollé en mi cuello una enorme glándula hinchada, tan dolorosa que tuve que ir de emergencia al hospital. El doctor no sabía qué lo había causado, pero una semana más tarde me empecé a sentir como un pequeño bebé y reviví haber tenido en la garganta un fluido que me estaba sofocando. Lloré y lloré y vomité. Había algo en mi garganta —que no debía estar ahí— y entonces, justo entonces, el tumor desapareció. Siempre tuve la nariz congestionada, hasta que reviví los sentimientos de tratar de respirar cuando recién había nacido.
Ahora, por primera vez en mi vida, podía acostarme en la cama respirando y disfrutando de esa sensación del aire entrando en mis pulmones. Mi nariz congestionada desde siempre, había desaparecido así como mi bronquitis. Ahora sé por qué en mi vida, en tiempos de estrés (como cuando mi hermano murió y mi padre se fue de la casa) de inmediato me venía un ataque de bronquitis. Yo creo que estas experiencias desencadenaron el viejo trauma, estaban tratando de evitar que muriera a causa de todo ese fluido en mis fosas nasales.
Leslie
Me considero una persona nocturna; odio el día con su luz deslumbrante.
Generalmente me levanto en la mañana, lo más tarde que puedo, y me acuesto muy tarde, con la finalidad de disfrutar lo más posible de esas horas en la tarde/noche. Todos mis días comienzan de la misma manera. Me despierto en la mañana, en el peor momento del día, a las horas que me siento muy mal e indefensa, como si me esperara una larga lucha, indispensable para pasar el día y finalmente llegara la noche, cuando sé que voy a sentirme mejor. Cuando llega la noche empiezo a sentirme realmente bien y segura. Alcanzo la cumbre a la hora de acostarme, en el momento en que me deslizo en las sábanas de mi cama y siento su calor y seguridad, me da tanta alegría que la siento en todo mi cuerpo.
Entonces mi cuerpo se relaja y me hundo en un profundo sueño.
Nunca supe por qué cada día de mi vida comenzaba como lo he descrito o si había en ella algo inusual, hasta que pude experimentar un par de sentimientos de mi nacimiento, y era porque estaba ya más consciente de cuán tremendamente la huella de mi nacimiento había afectado mi vida cotidiana. Lo que sentía era una larga y agonizante lucha. Presiones increíbles que aplastaban mi cabeza y mi espalda.
Mi madre nunca me ayudó, en absoluto; y yo estaba atorada en su vientre y sólo podía contar conmigo misma para salir y vivir. Así que hice todo el trabajo de empujar y empujar durante varias horas, hasta que quedaba completamente exhausta, momento en el cual me rendía, porque no había nada más que pudiera hacer y estaba cerca de la muerte. Pero permanecí viva. Siempre recuerdo esa sensación de estar acostada sobre mi espalda, chupando mi dedo y durmiéndome lentamente. La lucha había terminado: ¡lo logré! Estoy afuera y estoy viva, ¡estoy a salvo! Puedo relajarme, dormir y olvidarme de todo. Fue así. De modo que cada día transcurre exactamente como experimenté mi nacimiento. En la mañana, la lucha apenas va a empezar; mi nacimiento está comenzando y estoy aprensiva. Mientras más se acerca el momento en que me puedo relajar y dormir, me siento más segura y más yo misma. Más tarde este patrón queda reforzado por el hecho de que cada tarde, antes de la hora de dormir, mi madre nos daba a mi hermana y a mí toda una hora de su valioso tiempo. Jugando y contándonos cuentos: ésa era la única hora en la que en realidad se hacía cargo de nosotras y la esperábamos todos los días.
Todo esto me hizo una persona nocturna, y es asombroso cómo mi experiencia del nacimiento ha tenido tanto impacto en cada día de mi vida y también en la manera en que reacciono al dolor. Cuando el dolor me avasalla, me deprimo y me siento cansada, entonces sólo tengo un deseo: ¡ir a la cama y dormirme de inmediato!
SOBRE LA DEPRESIÓN MANÍACA
Actualmente la depresión parece mucho más extendida que la ansiedad. Lo que también se ha extendido es el uso de drogas antidepresivas para su tratamiento.
El principal argumento es cómo someter al monstruo y tenerlo bajo control. Los campos opuestos son las terapias verbales que incluyen grupos de insight contra los soportes de la medicación. Por ahora, parece que los grupos mencionados han ganado, ya que algunos estudios muestran que las drogas, por sí solas, son tan efectivas en el tratamiento de la depresión como la terapia verbal. De forma atinada, los famosos doctores Lawsuit Osheroff y Chesnut Lodge se rehusaban
clínicamente a ofrecer drogas a los pacientes.
Principalmente, los síntomas de la depresión son los mismos del parasimpático: letargia, falta de interés en todo, incapacidad para dar significado lo que le está sucediendo, pérdida de sueño, sentimientos de desesperanza y de falta de apoyo, movimientos elaborados y superficiales, respiración elaborada, pérdida de energía, de apetito y de impulso sexual, pensamientos como “¿Qué caso tiene?”, un sentido de falta de opciones, y preocupación por la muerte y el suicidio.
La depresión no es una enfermedad, a menos que se le entienda como tal porque lo que está vigente es la sensación subjetiva de represión que trabaja contra una mezcla de sentimientos tempranos que van surgiendo. La represión drena la energía consciente transformándola en un esfuerzo increíble, en el que
incluso trabajar o levantar los brazos se convierte en un verdadero sacrificio.
Pero los que están reprimidos son exactamente los sentimientos que residen en cada parasimpático: desesperanza, falta de apoyo, resignación y futilidad son los síntomas de la depresión. Así es como la depresión se eleva a un nivel que se experimenta subjetivamente. Hay un sentimiento de pesadez. Normalmente el sistema de defensas trabaja con tanto esfuerzo, que uno no siente la represión en funcionamiento. Es sólo cuando se rompe precipitadamente la esperanza externa (por pérdida de trabajo, de pareja, etc.) que la desesperanza resuena con el mismo sentimiento que en el pasado producía la depresión.
Generalmente la huella resuena con el trauma de nacimiento, además de que proviene de una infancia sin amor y sin esperanza. Como he explicado antes, el
trauma de nacimiento representa una clase especial de “lucha y caída” que deja una huella que parece decir: “¿Qué caso tiene seguir intentándolo?”, “Nada bueno puede suceder”, etc. La razón de que la persona depresiva se sienta insignificante es porque todo sentimiento es, o tiene, un significado en el que se puede encontrar el sentido de nuestras experiencias. Si no fuera así, actuaríamos como robots. Lo que sentimos es lo que da significado a los hechos: cuando estamos profundamente deprimidos parece que todo carece de significado, entonces la represión está empleando una gran cantidad de energía en su lucha por abatir la desesperanza, y necesitamos energía para el impulso sexual o para cualquier otro. Sólo en raras ocasiones he visto a un “simpático deprimido”, porque está
muy ocupados huyendo de su pensamientos. Su represión no es tan total y global como la del parasimpático. Él podría luchar durante un nacimiento en cuanto
existieran opciones, pero éstas no existen cuando una elevada dosis de anestesia penetra en el sistema del neonato y lo cierra, como a menudo es el caso del parasimpático. Las pocas veces que el parasimpático se manifiesta deprimido (y generalmente se pone muy ansioso) es cuando no puede hacer la actuación
simbólica, cuando ha empleado cada una de las opciones de que dispone, cuando no puede mantener los acontecimientos en marcha porque está muy ocupado y todas sus plegarias no van a devolverle a su amada. Entonces, y sólo entonces, sentirá una depresión transitoria, pero pronto volverá la esperanza.
Hay una ligera diferencia entre la depresión ocasionada por la pérdida de una pareja que abandona para seguir con alguien más, y el crónicamente deprimido.
La diferencia está en que las circunstancias de la vida de éste último en general carece de esperanza, sin amor, sin intereses en algo particular, tiene pocos
amigos —si es que tiene alguno—, un trabajo que que no le gusta, etc. La persona permanece en estas circunstancias porque puede estar representando (acting-out) el trauma de quedarse atorada en el vientre o en el canal de nacimiento. De cualquier modo, la desesperanza parece permanecer todo el tiempo con ella. Cuando alguien abandona a su pareja, la frecuente desesperanza y la falta de apoyo resuena con algo vivido en el pasado. Si no hubiera sido así, seguramente habría en ella tristeza, llanto, se sentiría terriblemente triste, pero no caería en una interminable depresión crónica. Esto es porque la depresión sucede cuando uno no alcanza a sentir los verdaderos sentimientos. Así que si eres algo normal y puedes reaccionar, estarás triste, pero no deprimido. La “tristeza” es un sentimiento, la depresión no lo es.
La depresión es un conjunto de sentimientos, todos vagando al mismo tiempo por la conciencia. La falta de sentimientos y alternativas generalmente derivan del trauma del nacimiento, cuando no había opciones ni posibilidades de algo diferente porque cualquier comportamiento habría sido amenazante para la vida. La falta de alternativas en el presente pondrá en marcha el viejo sentimiento y exacerbará la depresión. La imipramina es el tratamiento actual favorecido contra la depresión. Cuando Ellen Frank, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburg, estudiaba la depresión y su tratamiento solía decir: “La dosis de antidepresivos que te hacen mejorar, te mantienen en buen estado de salud” (Science News, 26 de enero de 1991, p. 57). De nuevo es la noción de que lo que se suprime, es al mismo tiempo la cura. ¿La prueba?: “De 53 participantes [en el estudio], quienes recibieron imipramina, 41 permanecieron libres de depresión durante tres años completos” (idem). Más aún, encontraron que la terapia interpersonal, sumada a las drogas, en realidad no ofrecía ninguna ventaja en relación con solamente su consumo.
¿Acaso la psiquiatría se ha convertido en un brazo de las compañías de drogas? Quizá involuntariamente, porque en el presente es su tratamiento el que domina el campo. ¿Dónde está el “por qué”?, ¿qué necesitamos escuchar?, ¿por qué estás deprimida?, ¿por qué realmente lo estás?, ¿qué es y de dónde viene?
Las drogas suprimen no sólo la necesidad de formular las preguntas anteriores, sino que también suprimen la historia del paciente, que es el lugar donde reside la respuesta. La terapia interpersonal raramente puede ser efectiva en la depresión profunda, y eso se traduce por la necesidad de revivir los sucesos desde lo profundo del sistema nervioso, que son eventos tempranos y remotos de la percatación consciente.
En la escuela cognitiva de psicoterapia existe la noción de que el depresivo está atrapado por pensamientos autodestructivos, y que debe cambiar sus
patrones de pensamiento. ¡Sí, es verdad!, hay pensamientos autodestructivos: “no soy bueno”, “no puedo hacer nada”. Pero estos pensamientos tienen una
base, no están suspendidos en el aire ni deben cambiarse por nuevos pensamientos. Están anclados en realidades interiores a las que debemos dirigirnos. Es más, ¿qué es y dónde está ese self (yo) que estamos desafiando?, ¿por qué el self responde a ese desafío?, ¿y cuál es el yo que está respondiendo
al desafío?