LA NATURALEZA DE LA ANSIEDAD
Consideramos que la respuesta al estrés es el sentimiento de estar bajo una presión constante. La ansiedad es un miedo inmediato, difuso y debilitante, causado por un peligro inminente y por el sentimiento de que uno no puede enfrentarse, ni siquiera, al más insignificante de los hechos. De los dos fenómenos —ansiedad y estrés—, la ansiedad es la más aguda, la más inmediata y frustrante. Sus síntomas son muy claros: hay un sentimiento terrible y amorfo de pavor y de un inminente desastre, junto con la aceleración del corazón.
También hay una sensación de inestabilidad, un temblor acompañado por la falta crónica de sueño. Pueden sentirse “mariposas en el estómago”, sensaciones de ahogo y de ser aplastado. A menudo también aparece el sentimiento de estarse volviendo loco. El sistema se encuentra totalmente galvanizado y parece que no hay nada que pueda calmarlo.
Aunque la ansiedad es un tema central en muchas psicoterapias, quizá es el más mal comprendido de todos los fenómenos psiquiátricos. Carla Tarvis, escritora del Science Digest, dice que los desórdenes de ansiedad “pueden considerarse como uno de los problemas más comunes de la salud mental en Estados Unidos” (febrero de 1986, p. 46). En el Instituto Nacional de Salud Mental se cree lo mismo. La ansiedad es el número uno de los problemas en las mujeres y el número dos, en los hombres. Claramente la incidencia de la ansiedad ha alcanzado proporciones epidémicas Lo que los profesionales parecen saber sobre la ansiedad (aunque sin ninguna certeza) es que se puede disminuir con tranquilizantes y eliminadores del dolor; ésa es una clara indicación de que la ansiedad, de algún modo, se relaciona con el dolor. Cuando volvemos nuestra atención al tema del carácter fisiológico de la ansiedad, encontramos que la más reciente investigación ha proporcionado algunas claves muy interesantes. El terror puro parece organizarse en varios lugares abajo del neuroeje, incluyendo al ya mencionado locus ceruleus. En lo profundo del tallo cerebral está el lugar en el que creemos que se registran los traumas tempranos. La estimulación electrónica del locus ceruleus da lugar a lo que parece ser un ataque de ansiedad agravado —que produce un puro, innombrado e inefable terror— que se manifiesta como un estado sin palabras.
Ante todo, la ansiedad es un mecanismo instintivo para la supervivencia, es una forma de terror, un terror que no tiene un estímulo racional en el presente. Claramente proviene del pasado y a menudo sin ningún aviso. La pregunta es: ¿de qué se trata? Para comprender la ansiedad debemos revisar rápidamente los impresos tempranos implicados en el corazón, los pulmones, el colon y el tracto urinario. Estos órganos son conocidos por sus respuestas en la primera línea y son las primeros en madurar durante el desarrollo de la vida dentro del vientre.
Los sucesos en el vientre y durante el nacimiento se registran en el sistema nervioso que controla esos órganos viscerales. En consecuencia, cuando el trauma explota reaccionamos con el sistema nervioso más adecuado disponible, y lo que está disponible y es ampliamente adecuado durante nuestra vida en el vientre es el sistema nervioso en la línea media. Sabemos que en la primera línea las reacciones de ansiedad típica son tempranas a causa de las reacciones viscerales, por ejemplo, “las mariposas en el estómago”, la dificultad para respirar, las palpitaciones, la necesidad de orinar con frecuencia, el mareo, la diarrea y la hiperventilación.
La ansiedad es un fenómeno de primera línea. Comienza su existencia como una reacción a hechos reales que ponen en peligro la vida. Se siente exactamente lo mismo que estaban sintiendo el feto y el recién nacido. Es algo global e innombrable, porque el feto y el neonato no tienen palabras, y eso se apareja con un sentimiento de sufrimiento inevitable. La ansiedad es una propiedad del sistema simpático cuando siente la movilización de la huella temprana. En cambio, la depresión, como ya lo señalé, se encuentra más a menudo en el parasimpático. La depresión es el resultado de una represión masiva y global, en donde los niveles de endorfinas inicialmente son altos y después se tornan “como ya usados” a medida que se establece la depresión. Ésta es el resultado de un cierre contra el dolor; en cambio la ansiedad es el resultado de un vuelo loco por evitar la posibilidad de la muerte Por eso, cuando el simpático no es capaz de hacer un actuar hacia afuera, queda atrapado en el interior y no puede mantenerse ocupado, porque siente ansiedad. El parasimpático siente la ansiedad cuando la represión comienza a fallar y él queda en contacto directo con una abyecta falta de ayuda y de esperanza. Así que, como mencioné, se enfrenta cara a cara con un burócrata que controla su vida cuando ya le es imposible escapar de sus rígidas reglas y regulaciones. De modo que entramos en angustia cuando estamos totalmente en
las manos de alguien más; en una situación donde la total falta de ayuda está a la orden del día. También nos llenamos de ansiedad cuando debemos alcanzar un logro: ser asertivos, enfrentarnos a las multitudes, expresar cuáles son nuestras necesidades, etc. Nada de eso pone al simpático ansioso y sin hacer lo que debería La ansiedad ocurrirá más tarde en la vida, dependiendo de tres factores:
1. Que la experiencia de vida sea tan dañina que falle todo el sistema de defensas y no pueda contener el terror temprano.
2. Que la persona tome drogas, como el LSD, que interfieren con un funcionamiento y con la carencia de ayuda.
3. Que algo en el presente resuene fuertemente con el sentimiento original (por ejemplo, la experiencia de una original y desesperante falta de ayuda).
La persona ansiosa anticipa la amenaza, que ahora adviene como una huella, aunque no tenga conocimiento del recuerdo, y se ve impedida de comprender lo que realmente está sufriendo. La amenaza es una historia ya antigua, pero una cosa es cierta: un sentimiento presente tiene su origen en alguna parte, sólo necesitamos encontrar dónde. La razón de la ansiedad es que se trata de un mecanismo de supervivencia en el que la amenaza percibida avisa y empuja al sistema a la acción. El terror que está en la base de la ansiedad siempre está ahí.
Únicamente cuando el sistema de defensa se debilita, es cuando se las arregla para manifestarse en la superficie. Por eso algunas drogas que anulan el dolor se
permiten para manejar la ansiedad con efectividad. Lo que a largo plazo hacen esas drogas, es alterar la habilidad de trasmisión de las neuronas para enviar mensajes de dolor a los centros más altos.
Generalmente afectan al sistema reticular de activación, situado en la parte inferior del cerebro y que está a cargo de alertar a todo el cerebro del peligro (analizado más adelante). Las drogas interrumpen el mensaje, de modo que la mente no queda inundada por los impulsos sobre los que no tiene control. Las drogas afectan a los centros bajos, pero logran una profunda afectación a través de todo el proceso. Éste es un modo más de conocer de dónde viene la fuerza que dirige la mente pensante cortical. Otra manera de conocer cuál es la fuente de la que surgen las ideas bizarras de la mente, es cuando, una vez distribuidas en patrones, el paciente revive esos traumas muy tempranos, los cuales cesan automáticamente y con ellos desaparecen los periódicos —aunque imprevistos— brotes de ansiedad que han plagado a las personas durante años. En nuestra terapia, cuando los dolores tempranos se elevan hacia la conciencia, casi invariablemente surge un ataque de ansiedad. El terror implicado en la ansiedad es conciencia. La conexión con la conciencia temprana acarrea sentimientos de terror abyecto y complejo. Por eso, cuando los sentimientos son elevados producen un estado de ansiedad que ha plagado a la persona durante años, a menudo acompañado con latidos cerebrales más allá de los 200, con una presión sanguínea también sobre 200 y señales de que el organismo está en un gran peligro.
Un recién nacido estrangulado con el cordón umbilical está aterrorizado, por supuesto, no puede comprender, solamente siente terror. Reacciona con la
capacidad que le es posible. Su corazón está bombeando, su temperatura se eleva, las hormonas se están batiendo, todo ello lo observamos cuando levantamos el velo de la represión en nuestra terapia. Ése es un estado de ansiedad, así es como sabemos qué es la ansiedad y de dónde viene.
En el momento del trauma, toda la ansiedad flota libremente, no se conceptualiza ni comprende; no hay posibles defensas contra ella. Simplemente: la muerte está muy cercana. Más tarde, con la capacidad de enfocar y simbolizar, podemos canalizar la ansiedad y es posible que se convierta en una fobia: un ataque de ansiedad “enfocado”. A menudo se trata la fobia como si de ella se derivara el verdadero problema. En Estados Unidos abundan las clínicas dedicadas a curar este padecimiento. La fobia es un problema que se puede controlar evitando la situación; por cierto, tal situación casi siempre está muy cerca, como un símbolo del trauma original. Por ejemplo, el miedo a los elevadores: el temor de ser contenido, aplastado, exprimido, carecer del suficiente aire, estar incapacitado para ver hacia el exterior, etc., son modos de manipular simbólicamente el trauma original, que en general es la razón de ser de las fobias Un nacimiento muy traumático procesado con una labor muy extensa se puede mostrar —a sí mismo— en la forma de un temor de abandonar un lugar confortable, o como la fobia de abandonar el hogar. Es el temor de “salir”, el solo pensamiento de dejar el hogar hace reaccionar a la persona fóbica como si le colocaran un electrodo en el locus ceruleus. En la vida cotidiana este tipo de ansiedad fóbica está controlada de distintos modos imperceptibles, por ejemplo: no querer salir para no encontrar gente, no intentar nuevas cosas, no abandonar la situación en la que se está —ya sea un trabajo o un matrimonio— sin importar cuán dolorosa sea. Esto es porque inconscientemente hay más dolor implícito en dejar que en permanecer. Abandonar dispara el evento primal original, con todo su terror de no ser capaz de salir del mismo problema.
Una vez traté a un piloto aviador que padecía una fobia que desarrolló en un banco de nubes. Cuando se visualizó mentalmente otra vez en las nubes, se aterrorizó. No podía sentir el movimiento. Pasó horas y más horas reviviendo el trauma de estar incapacitado para moverse, estaba bloqueado por un tumor en el
canal, hecho que significaba la muerte. El banco de nubes simplemente le disparó el antiguo terror.
No debemos tratar una fobia como algo que existe por sí mismo, debemos tratarla como un sueño. La historia en el sueño es el motor que utiliza la mente
para explicar su temor. Los artistas emplean imágenes para pintar sus miedos. Lo mismo sucede con las fobias. Sin embargo, lo que importa comprender es que en un sueño o en una fobia el sentimiento siempre es correcto. La historia es simbólica. Hay que dirigirse al sentimiento y no al enfoque aparente.
LA ANSIEDAD, LA REPRESIÓN Y EL SISTEMA DE DEFENSAS
En los mecanismos tempranos subcorticales del cerebro que están implicados en los orígenes de la ansiedad, el neocórtex es el que provee su apreciación y percatación: si no fuera por el córtex, nuestras reacciones, tanto a la ansiedad como al estrés, serían puramente instintivas. En lugar de ello, tenemos la
capacidad de bloquear las señales de peligro y actuar como si no estuviéramos en peligro. Cuando nos protegemos a nosotros mismos contra la ansiedad perdemos la capacidad de sentir, y de ese modo perdemos algo de nuestra humanidad.
La ansiedad es una señal peligrosa. No es neurótica en sí misma, no existe una “neurosis de ansiedad”. Se trata de un temor apropiado relacionado con un recuerdo. Cuando ese recuerdo se acerca demasiado a la percatación, la ansiedad también se acerca y se movilizan los mecanismos defensivos primitivos viscerales. El hecho de sentirse ansioso es lo opuesto a la neurosis y al sentimiento de terror real, al menos fuera de nuestra conciencia. Cuando colocamos la ansiedad en su contexto original estamos resolviendo su magnitud, de modo que la ansiedad tiene una doble función: nos advierte y también es el componente visceral del terror temprano. Cuando se combinan el dolor derivado del estrés actual con las huellas fuertes del pasado, el abastecimiento de la serotonina-endorfina queda suprimido y experimentamos la ansiedad directa y conscientemente. Ésta nos avisa que nuestras defensas se están derrumbando, la señal es: “Tómate una píldora para activar el suplemento de endorfinas” Hay sistemas de reforzamiento que nos protegen de los sentimientos de ansiedad. Lo que conocemos como neurosis está compuesta sobre todo por estas defensas. Más específicamente, estos sistemas de refuerzo ayudan a la represión del dolor y al bloqueo. La mayoría de las personas pueden poner su terror en compartimentos y mantenerlo guardado en las profundidades del neuroeje. No tienen que estar pensando todo el tiempo en el terror; sin embargo, la persona ansiosa ha perdido su capacidad de enfrentarlo, su alacena está repleta. El terror viaja, encuentra salidas y se canaliza. Mientras tanto, para el que sufre es el peor de los sentimientos, porque no sabe qué pasa ni de dónde viene o cómo detenerlo; simplemente la mayor parte del tiempo se siente muy mal.
Aquellos que no lo pueden reprimir se conocen como “neuróticos de ansiedad”. Simplemente no saben cómo ser buenos neuróticos. Si tomas a un individuo muy reprimido y le inyectas naloxona —que antagoniza con el supresor del dolor: la endorfina—, de inmediato lo pondrá ansioso. La naloxona no es la que produce la ansiedad, deshace el bloqueo y nos permite sentir lo que realmente está sucediendo. Lo que indica esta discusión es que una vez que el proceso represivo se ha debilitado, el sistema tiende a volver a su estado normal —temeroso y aterrorizado—. La persona en estado de ansiedad no necesariamente está consciente de lo que le pasa; el miedo se introduce de forma constante en su inconsciencia. El problema es lograr que no esté consciente, que pueda dominar el miedo y alejarlo de sí, permitiendo que poco a poco pueda dominar su miedo y su terror.
QUÉ DESATA LA ANSIEDAD?
A menudo se necesita que se presente un estímulo para hacer surgir la vieja huella de ansiedad impresa; en otras ocasiones no es necesario. Eso sucede cuando la persona ha atravesado por una experiencia inusual, por ejemplo, cuando un chico ha sido incapaz de desarrollar defensas para protegerse.
También sucede cuando alguien ha tomado drogas —como mariguana, hachís o LSD— que interfieren con las defensas psicológicas. El uso crónico de drogas
debilita los sistemas de bloqueo en el cerebro y permite que se escapen recuerdos que, en su origen, estaban profundamente reprimidos.
Traté a un veterano que durante quince años sufrió estados de ansiedad crónica después de la guerra de Vietnam. Casi murió en el campo de batalla, experiencia que le despertó recuerdos de ahogarse en la tina de baño cuando apenas tenía un año de edad. Después de la guerra había tomado LSD al menos cincuenta veces, a tal punto que su sistema ya no disponía de los medios para defenderse contra los dolores combinados que se aceleraban constantemente. Era vulnerable a la neurosis de combate porque resonaba con el evento pasado. Eso no significa que el combate no tuviera ningún efecto, pero no todos en el combate sufren de igual manera. Mientras más resonaba el combate con sucesos que amenazaron su vida, más grande era el precio que requería. El combate lo deja a uno tembloroso y nervioso durante mucho tiempo después, y acabará formando una nueva neurosis
No debemos olvidar que en los periodos críticos el trauma generalmente da forma a la personalidad. Un gran trauma, tarde o temprano, puede dejarlo a uno muy ansioso durante algún tiempo, pero no es posible que produzca una nueva neurosis. Existe la idea de que a algunas actrices de Hollywood las destruyen las presiones a que se ven sometidas. Yo pienso que se trata más bien de personas que han sido destruidas por las condiciones de vida por las que han atravesado y
buscan un nuevo ambiente de lujos extremos, porque su necesidad es tan grande que sólo grandes cantidades de dinero pueden llenarlas. No obstante, esa atmósfera sirve para reforzar sus neurosis.
LA ANSIEDAD Y LA NEUROSIS OBSESIVO-COMPULSIVA
Todos hemos escuchado acerca de algún hombre que se lava sus manos hasta cuarenta veces al día. Hay otros que no pueden pisar las rayas del pavimento.
Alguno se ve obligado a revisar todos los relojes de su casa al menos cuarenta veces en el día. La atmósfera que crean les sirve para reforzar su neurosis. Se
trata de comportamientos repetitivos que parecen estar fuera de control. La compulsión obsesiva realmente no es una categoría especial de neurosis, sólo es la manera como se manifiesta. Toda neurosis es obsesiva en el sentido de que repetimos ciertos patrones de conducta una y otra vez, durante muchas horas de nuestra vida, y no somos capaces de controlarlos. El fumador consume un cigarro cada cuarenta minutos del día, y cada día de la semana. El ninfomaníaco o el sátiro están constantemente en busca de un compañero sexual. Otra persona actúa una y otra vez con vergüenza, sin importar las circunstancias. La diferencia es que estos comportamientos crecen con el tiempo y no son controlados por las personas obsesivas que, además, son ritualistas. Estas personas se las han arreglado para descubrir un comportamiento muy circunscrito, nada diferente al de un pervertido sexual que ha elaborado un ritual que le ofrece alivio. Ese ritual depende de dos factores: el primero es la circunstancia que le deparó la vida, por ejemplo, crecer con una madre fanática que insistía en que los niños se deben lavar las manos después de haber tocado al perro, la puerta, la silla, etc. El segundo consiste en que el ritual debe reflejar un sentimiento básico desde el pasado, por ejemplo: el sentirse sucio (en el amplio sentido del término) y la necesidad de mantenerse constantemente limpio.
Una obsesión queda “adherida” cuando alguien se las arregla para reducir el nivel de tensión, por ejemplo, cuando te sientes inseguro y asustado, revisas todas las cerraduras y con eso disminuye tu temor. Conforme aumenta el miedo, compruebas las cerraduras muchas veces más. El temor ostensible es que se revisa porque pueden llegar intrusos. El miedo real es el de crecer con unos padres que nunca te hicieron sentirte a salvo. Para comprender la obsesión compulsiva necesitamos regresar al hecho de que cualquier trauma temprano no está registrado en la parte baja del neuroeje, sino que todo el tiempo tiende a moverse hacia la conciencia, buscando resolución y alivio. Siempre estamos tratando de ser normales. Una de las estructuras clave activadoras en el tallo cerebral es el llamado sistema activador reticular. Éste se encarga de alertar al sistema vigilando todos los insumos sensoriales —ya sea los que vienen de fuera y los de las huellas impresas— y los envía al córtex, primero, por la vía del sistema límbico y hasta que llega a este sistema. El voltaje con el que se maneja
no es específico, es una cantidad de energía o de activación. El sistema límbico le proporciona su contenido emocional.
El sistema activador reticular posee unas largas fibras proyectadas hacia el neocórtex, de modo que tan pronto como un trauma temprano comienza a moverse hacia la conciencia, el alto nivel la mente también se mueve hacia la conciencia. En dicho nivel, la mente se percata de que está tensa, agitada e incómoda; estado que es necesario porque la mente baja está diciendo: “prepárense para el asalto”. Entonces la ansiedad comienza a desplegarse. A medida que la presión de las huellas aumenta, también lo hace la presión reticular que se mueve contra las fuerzas corticales inhibidoras. Ahora estamos frente a un choque entre la inhibición del córtex frontal (sentimiento de esperanza) y los impulsos ascendentes desde el dolor temprano, hacia el tallo cerebral (sentimiento de desesperanza).
Las obsesiones indican una falla en la inhibición. Si le das droga a alguien para someter su acción reticular, te las arreglas para reducir el conflicto y la persona se siente más cómoda y menos obsesiva. Si no lo haces, entonces, para tratar de contener la fuerza que se está elevando, la persona se ve forzada a intensificar sus actos o sus pensamientos obsesivos, el córtex se ve presionado a entrar en servicio con una más grande urgencia, y la persona se hace repetitiva, vive pensamientos sin control de los cuales no se puede deshacer.
Lo que debe quedar claro, es que nadie puede sacar a otra persona de sus ideas obsesivas o fobias con sólo hablarle, porque éstas no tienen nada que ver con el córtex racional, dado que éste, teje a mano los impulsos de abajo, que están obligados a aparecer.
Existe una jerarquía de síntomas físicos y mentales. Los síntomas parecen seguir la evolución del ser humano. La pura ansiedad es un asunto de primera línea. Las fobias y el uso de imaginería para contener y capturar el dolor y el terror, pertenecen a la segunda línea. Se aplican para detener el sobreflujo de la energía primal surgida del trauma temprano. Cuando las fobias se aplacan, podemos encontrar las ideas obsesivas, que pertenecen a la tercera línea.
Éstas no son enfermedades diferentes, son maneras cada vez más sofisticadas para contener el mismo dolor. Finalmente, las nociones bizarras y las ideas paranoides se enlistan en el mismo nivel, en donde las ideas obsesivas presionan al sistema de defensas hasta más allá de su capacidad. Aquí sucede el proceso de cambio de la neurosis a la psicosis: es un cambio emocional que proviene de los mecanismos más primitivos de la ansiedad, e incluso de los cambios más
recientes en la capacidad del cerebro humano (por ejemplo, la paranoia es una forma avanzada de pensar).
Aquí podemos ver que la neurosis es una defensa contra la psicosis, de la misma manera que el sueño simbólico ayuda a prevenir las pesadillas aterradoras. La persona que es dominada por la ansiedad, generalmente no puede arreglárselas para recordar sus sueños simbólicos o para defenderse de los ataques de ansiedad causados por sus pesadillas. Del mismo modo, durante el día no puede arreglárselas para tener un sistema de defensas bien estructurado. Nada de lo que haga en la vida le funcionará para permitirle escapar de la ansiedad; y lo que haga durante la noche tampoco le servirá.
Un sueño bien construido significa, por definición, que las estructuras están en su lugar para simbolizar sus sentimientos. No es un accidente que la esquizofrenia sea escasa en los epilépticos, siempre que para soportarlo uno pueda descargar la presión construida de un modo masivo, porque entonces el más alto nivel de conciencia no tiene que extenderse hasta lo bizarro. Vamos a descubrir que casi todo lo que tratamos no es sino una sola enfermedad, sólo que se traslada. Cualquier nivel de desarrollo consciente tiene su propia clase peculiar de síntomas; esto es cierto tanto en la esfera física como en la psicológica. La diferencia entre la diarrea y la artritis es sólo un largo salto filogenético.
En la fobia, la imagen de una serpiente es suficiente para echar a andar una respuesta de ansiedad. No se necesita imaginarla para observar la ansiedad que produce, la cual revela un estado no imaginario y no verbal. La imaginería es un desarrollo tardío que fija la ansiedad en el tiempo y en el espacio. Las fobias son, sobre todo, la propiedad del que está en la segunda línea, cuyo desarrollo parece que se ha detenido antes de la etapa intelectual. El fóbico puede evitar su blanco
y ya no sentirse ansioso. El obsesivo no tiene tanta suerte. El obsesivo ansioso debe evitarse a sí mismo; algo que no se logra tan fácilmente.
Aquellos que son capaces de recordar su adolescencia sin vivir una ansiedad avasalladora, pueden arreglárselas para vivir en su cabeza y producir ideas obsesivas. Básicamente, éstos son sujetos de la tercera línea, que tienen mucho más acceso a sus sentimientos, que el fóbico. El sujeto en la segunda línea está viviendo en el nivel de imágenes y sueños, es más musical, artístico, menos filosófico pero más emocional y menos controlado que el que está en la tercera línea. La ventaja de pertenecer a la segunda línea es que se pueden aprender lenguas extranjeras con mayor facilidad, y es posible escuchar las inflexiones del sonido y el tono musical en el lenguaje. Con seguridad no pueden aprender matemáticas tan fácilmente como los que están en la tercera línea (y por supuesto tampoco física).
El sujeto en la segunda línea no podrá ser un buen ejemplar de la tercera línea, debido al constante asalto que sufre de parte de los impresos del nivel más bajo. El obsesivo puede estar tratando de usar su pensamiento para controlar y enjaular al monstruo, que no se somete fácilmente a su contenido. A medida que la obsesión-compulsión se intensifica, (aunque finalmente deja de trabajar, porque los impulsos que se están moviendo hacia arriba son increíblemente fuertes), tenemos una estructura de defensas descompensada que puede conducir a la psicosis.
Hasta ahora, nuestras concepciones de cómo la mente cortical se estira hasta el máximo cuando accede al dolor temprano, son muy bizarras. La diferencia no está en la clase, pues se emplea el mismo aparato cortical para manejar el dolor y el terror. Dado que en el psicótico hay una total ruptura —a través del material
temprano—, el psicótico se ve sumergido en el pasado remoto. La disparidad entre la realidad presente y la pasada es tan grande, que por eso se considera a la
persona como loca.
Podemos ilustrar todo esto mediante el electroencefalograma que mide las ondas cerebrales. El cerebro resistente tiene patrones de ondas que reflejan generalmente la lucha entre activación-inhibición. Un nuevo paciente puede mostrar un EEG de casi doscientos microvoltios, meses más tarde, puede bajarlo hasta treinta. Claramente se aprecia que la activación y la presión en el córtex se pueden reconocer, más o menos cuando es alta. Podemos esperar obsesiones y compulsiones igual como podemos esperar, desde la epilepsia, ciertos tics provenientes de otros síntomas de sobrecarga. Cualquier cosa que estimule la actividad del tallo cerebral, desde la cafeína hasta las anfetaminas, ponen más presión en el córtex, resultando, finalmente, en una posible psicosis. La presión hacia arriba, causada por el dolor temprano, tiende a emplear la serotonina.
La serotonina es un químico clave como agente en la disminución de la represión. Se distribuye por todo el cerebro, aunque hay claustros de serotonina que están produciendo células a lo largo de la línea media del tallo cerebral.
Desde ahí, viajan cuando es necesario enviando redes de fibras, las cuales forman el sistema límbico. Hay una droga que se llama éxtasis, o MDMA, que es muy popular en estos días. Quienes la ingieren encuentran que están en un verdadero éxtasis. ¿Por qué? Porque pueden sentir de nuevo. Están eufóricos porque al fin están en contacto consigo mismos. La droga libera enormes cantidades de serotonina y disminuye la inhibición. El problema es que en dosis muy altas, esta droga puede matar a las células de serotonina, y sólo en casos muy raros, puede causar la muerte.
El éxtasis permite grandes insights porque el sistema de defensas se interrumpe y así se logra un acceso al nivel de los sentimientos. A pesar de esos
insights y a pesar del profundo cambio, la persona piensa que lo ha alcanzado definitivamente, pero el cambio sólo es temporal. El dolor no se ha alejado, uno simplemente lo dejó a un lado por el momento. Es necesario encontrar una manera natural de lograr todo esto, porque, en caso contrario, se tendrá que seguir tomando drogas como el éxtasis. Si se hace de manera natural, se logrará una recaptura permanente: primero la agonía, y luego el éxtasis.
El papel de la serotonina en la inhibición se encuentra en diversas investigaciones. En Finlandia, una institución dedicada a la atención del abuso de drogas y alcoholismo llevó a cabo un estudio muy interesante: encontraron que los asesinos tenían niveles muy bajos de serotonina. Estas personas tenían una inhibición mínima y todos los demás impulsos eran actuados; si ellos hubieran tenido un buen ritual obsesivo a su servicio, quizá no habrían matado.
Desafortunadamente, en general la muerte abrupta de muchos de ellos no les permitió desarrollar obsesiones. Se encontraron casos violentos de suicidio donde se disponía de un nivel muy bajo de serotonina. También hubo un bajo índice de casos de Alzheimer.
El impulso neurótico, bajo en inhibición, parece actuar de muchos modos, incluida la criminalidad. El sujeto se dirige a las drogas impulsivamente porque necesita de un arreglo inmediato: su sistema necesita represión. Se le coloca en prisión por tratar de matar su dolor. Separamos a las personas para que no tomen las drogas que a menudo tienen el mismo efecto que los tranquilizantes, porque no son prescritos por la gente adecuada. Nadie toma drogas —como la heroína—
si no las necesitan, pero la “necesitan” cuando aparece después la necesidad real, aunque ya había sido enterrada.