LA REPRESIÓN Y EL SISTEMA INMUNE
El impacto general de nuestra investigación sobre la represión, la nuestra y la de otros, se debe a que estamos ante una nueva era en la comprensión de la enfermedad, en la cual la línea entre la enfermedad emocional y la enfermedad física ya no se puede dibujar de forma significativa. Con seguridad, término
“desesperación maligna” tiene una connotación perniciosa y puramente descriptiva, en el sentido que señala el tema de este capítulo. Este tema, que ve a
la depresión como maligna en relación con la mente, y al cáncer como un aspecto maligno de los tejidos, nos permite comprender que ambos son los dos
lados de la misma moneda.
INVESTIGACIÓN PRIMAL: CÓMO CAMBIA LA PSICOTERAPIA AL CEREBRO Y AL CUERPO
Nuestra investigación indica cuál ha sido el papel de la represión en la enfermedad. Durante los pasados quince años hemos hecho tres estudios separados acerca de las funciones vitales en nuestros pacientes. Medimos el promedio de su temperatura corporal con un termistor electrónico y monitoreamos su presión sanguínea y su pulso. La temperatura normal, por ejemplo, cayó casi un grado, disminución que ocurrió en 65% de todos los pacientes. La temperatura corporal “normal” no puede ser de 98.6. La presión sanguínea en nuestros pacientes hipertensos cayó en promedio 24 puntos, mientras que el pulso cardiaco descendió en todos los pacientes a 10 a golpes en promedio. Por supuesto que la dieta y el ejercicio también cambian la presión sanguínea y conducen a una vida más saludable en un ambiente no contaminado (lo cual es muy importante).
Pero no debemos descuidar los factores psicológicos, porque los pacientes en quienes no ha habido cambios en su régimen dietético o en los patrones de ejercicio, todavía son capaces de reducir su presión sanguínea simplemente reviviendo el dolor reprimido. En particular, la temperatura es el índice clave porque refleja todo el esfuerzo calórico del cuerpo, en tanto que se relaciona con la represión.
La presión sanguínea y el pulso se elevan ante la inminencia de un sentimiento profundo, y también cuando se resuelve el sentimiento. Si todas las funciones vitales de la persona permanecen altas, aunque se le pida que permanezca relajada, eso despertará nuestra suspicacia. La represión es un proceso activo que consume energía, nunca deja que ésta se eleve porque el dolor también se reprime. La represión está tratando de mantenernos vivos. Si nos enfermamos y casi morimos para sobrevivir, hay que permitirlo. La represión reconoce la situación por la que transitamos, nos hace ser más humanos y nos ayuda a desarrollar un córtex cerebral con una lógica y con habilidades racionales. No es una experiencia que nos lleve a abandonar nuestra tarea y no puede hacerse a un lado. Tiene un contrato de tiempo completo.
LA FIEBRE DE LA NEUROSIS
“Casi no hay nada en la literatura que conecte el dolor con la temperatura corporal”. Ésta es una regla invariable: mientras más profundo es el dolor, más temprana es su huella. Durante una sesión, cuando se reviven las secuencias primales en torno al nacimiento la temperatura corporal aumenta: en general arriba de los 100 grados (en su momento analizaré las excepciones). Con el paciente conectado a un medidor de temperatura, durante la sesión, podremos observar literalmente el progreso del dolor. En cuanto el paciente avanza desde los dolores de la infancia, a revivir los dolores perinatales tempranos, hay un cambio dramático en la temperatura.
El hecho de que la temperatura corporal se eleve significativamente durante una sesión en la que se reviven fuertes emociones, es menos misterioso de lo que parece. El sentimiento que hace que la temperatura se eleve de forma tan dramática está ahí todo el tiempo. Pese a que tenemos un sistema gobernante que continuamente disminuye el aumento de la temperatura, cuando la represión se debilita se activa el dolor del cuerpo, entrando en un frenesí en su empeño por alejarse de aquel dolor. Este trabajo represivo se refleja en el calor del sistema.
Cuando se saca el dolor de tu cuerpo todo el sistema se enfría, y generalmente la temperatura desciende más abajo de su valor inicial, indicando que el sistema
descansa. Ésta es una manera clave con la cual verificamos la relación entre temperatura y represión.
Cuando un infante comienza a morir en el vientre, todos sus signos vitales se movilizan estremecedoramente. Al revivir este trauma se reproducen las mismas
funciones como parte de la memoria total, pues la situación temprana se recrea en su totalidad. Es la movilización contra la conciencia, porque ésta es el supremo peligro. Durante una sesión primal, cuando la conciencia comienza a cerrarse apreciamos los peligrosos signos vitales en el viejo sentimiento. El bebé realmente está en peligro de morir con signos tan prolongados como estos. El adulto no lo está. El trabajo de represión es ver hacia arriba, cuidando que la liga con la conciencia no se haya hecho. Su tarea es evitar que la conexión suceda.
Si el evento traumático temprano es letal por sí mismo en su origen, los signos vitales se aproximarán a niveles letales, los músculos se tensarán para la acción, la sangre estará bombeándose a un ritmo máximo y las hormonas se estarán derramando por el sistema; pronto una válvula de cierre se pone en marcha. Esta vez, en la terapia dicha válvula es inoperante y el duplicado del recuerdo traumático está en el fondo. La represión ya no es capaz de cumplir con su tarea y no debe de hacerlo, porque el sentimiento se está haciendo cargo de su propia tarea.
La relación de la psique con los procesos fisiológicos, como la temperatura corporal, lo ilustra un experimento que hicimos en un hospital de Londres.
Durante una sesión, un paciente estaba reviviendo el trauma conectado a sensores periféricos de calor, los cuales se leían en la habitación de al lado. Yo permanecí en dicha habitación examinando las gráficas de la temperatura y, por los movimientos de la aguja, podía decir cuándo el paciente comenzaba a sentir, cuándo se elevaban sus defensas, cuando caía en el sentimiento y en qué nivel de sentimiento ocurría todo esto. También era capaz de decir cuándo terminaba el sentimiento y comenzaba la toma de conciencia o las percataciones. Todo ello sin estar mirando al paciente.
Se trataba de una dramática evidencia de un concomitante biológico del sentimiento. El terapeuta que estaba con el paciente anotaba cuidadosamente el
tiempo exacto de cada una de las ocurrencias, mientras yo marcaba las gráficas de la temperatura y podía decir, por los movimientos de la aguja, cuándo el paciente empezaba a sentir, cuándo sus defensas se elevaban, cuándo caía en el sentimiento y en qué nivel de sentimiento ocurría. También era capaz de decir cuándo terminaba el sentimiento y comenzaban los insights; y todo esto sin ver al paciente. Yo marcaba las gráficas consternado por lo que pensaba que estaba
sucediendo. En este experimento podemos ver claramente la unidad cuerpomente y la que existe entre los procesos psicológicos que afectan a los
biológicos.La represión no tiene edad. No comprende que se ha vuelto vieja y que la persona a la que está protegiendo, ahora es un adulto maduro, que puede
soportar esos dolores, o que está viviendo en el pasado, actuando como si la persona en el proceso fuera todavía un bebé que debía ser protegido a toda costa,
aunque en realidad está protegiendo a nuestros yos bebés.
Tan pronto como haya una conexión entre el pasado recordado y el presente, la temperatura corporal empieza a caer de forma continua. Este patrón de alza y
baja de la temperatura no ocurre cuando la persona simplemente está gritando y llora sin conectarse a un trauma específico del pasado. Ésta es una manera de
saber que la conexión es la condición sine qua non del proceso total de la integración y la sanación. Dialécticamente, cuando se hace la conexión se convierte en su opuesto: sintiendo, y con ese sentir, llega la integración y la salud. Pero, por supuesto, la conexión significa dos cosas: un gran dolor y la sanación. ¿No es algo extraordinario que estemos en pánico para evitar que suceda esa sanación? En el camino a la salud debemos atravesar por el dolor, y
no todos pueden o quieren pasar por todo eso.
Hemos descubierto que hay diferencias significativas en los concomitantes fisiológicos durante un primal entre el simpático y el parasimpático.
Particularmente durante la secuencia del nacimiento, el simpático tiene signos vitales mucho más altos hasta que se hace la conexión; mientras que el
parasimpático parece entrar en una crisis parasimpática más rápidamente, siguiendo el prototipo original del trauma.
En la investigación estamos comprometidos constantemente en ver qué tan amplias son las diferencias entre el parasimpático y el simpático. Por los datos
preliminares, podemos ver que las medidas fisiológicas durante el primal siguen al trauma original con exactitud. En algunos parasimpáticos no hay aumento de
la temperatura, pero más bien aumenta en un fragmento que parece espejear toda la conservación del síndrome de la energía que ocurre originalmente. Para tener
las medidas más exactas posibles, empleamos la instrumentación electrónica que comúnmente se encuentra en las salas de operaciones, y hemos encontrado
diferentes calificaciones entre el simpático y el parasimpático.
Mientras que el simpático comienza en 98.6 y puede moverse constantemente durante una hora hasta los 102 ó 103 grados (junto con otros indicadores de signos vitales) muy pronto en la sesión, el parasimpático cae en un sentimiento y su temperatura baja en unos cuantos minutos 2 o 3 grados, y cerca de 4 o 5 en una hora. Algunas veces parece que nada está sucediendo, sin embargo, cuando la temperatura tiene elevaciones agudas, sabemos que un sentimiento muy fuerte está ascendiendo, aunque el paciente no sea consciente de ello. No hay que esperar mucho para su aparición; repentinamente los picos en nuestras medidas indican la intrusión de niveles más bajos de conciencia. La temperatura por sí sola puede separar los dos distintos tipos de personalidad.
Durante una sesión, el simpático raramente tiene serias caídas en sus medidas.
Tampoco tiene la avasalladora inutilidad que en general acompaña esas medidas.
Cuando observamos a un parasimpático sumergido en sus sentimientos más tempranos, y lo medimos electrónicamente, podemos asegurar —por la caída de
sus signos vitales— que padece un sentimiento de desesperanza y desesperación.
He podido ver caídas radicales únicamente en los signos vitales, en particular en la temperatura corporal de un paciente parasimpático, cuando la crisis se está
descargando en una sesión. En los anales de la medicina se desconoce esto de que la temperatura puede caer varios grados durante el tiempo en que se realiza
una pesada actividad física, y así permanece por algún tiempo.
Lo que sucede en estas sesiones es que observamos el curso de una secuencia exacta que ocurrió quizá hace cuarenta años. La vemos en la sesión actual al
tiempo que observamos la historia. Lo que está diciendo esta historia es que al principio había una lucha monumental que se acercaba a la muerte, sl abandono
de la esperanza y de la lucha. De modo que el paciente, a pesar del hecho de que está “descargando” activamente, está respondiendo de forma primaria a su
historia, y esa historia está dictando la caída de los signos vitales. Esto es de lo que se trata la representación: la respuesta a la historia, a pesar de la realidad en
curso, deseando rendirse cuando las cosas llegan a ser demasiado pesadas, o cuando no hay el valor suficiente para mantenernos “avanzando”.
Nuestro análisis de la personalidad nos permite predecir el curso de la sesión de una persona y los modos como se comportarán sus signos vitales Durante una
sesión, un cuidadoso examen de dichos signos nos puede confirmar la clase de persona con la que estamos tratando, prediciendo, entre otras cosas, los síntomas
que podemos esperar (por ejemplo, migraña en el parasimpático).
Las maneras, agresiva y presionante del simpático para manejar el estrés son diversas, el parasimpático se hiela bajo el estrés. Si la persona es de sueño
ligero (el simpático está más activo y alerta, tendiendo a un sueño ligero). El parasimpático es más indolente y cercano a la inconsciencia (“durmiendo el
sueño de la muerte”).es la actitud general que uno tiene hacia la vida. “El parasimpático es del tipo que se pregunta:” ¿Qué caso tiene? En relación con el estado de la libido (los simpáticos tienen más impulso sexual). La disfunción sexual ocurre en los hombres parasimpáticos, a menudo son impotentes y las mujeres son frígidas con frecuencia.
En cuanto a los patrones de sueño, el parasimpático se arrastra fuera de la cama, mientras que el simpático está fuera de ella en cuanto abre los ojos. En lo
referente a la actitud general hacia la vida, el simpático es positivo, y el parasimpático suele decir que no se pueden hacer las cosas. El modo como manejamos la sesión es el mismo como manejamos la vida y está basado en el prototipo. El parasimpático no lucha mucho, se rinde, se siente vencido. El simpático lucha con todas sus fuerzas para sentirse más defendido.
Aprenderemos más conforme continúe nuestra investigación.