LA SOLEDAD LETAL
George Solomon sostiene que “Hemos regresado en un círculo a la medicina clínica”. Si ciertos efectos emocionales dañinos (como la ansiedad, la aflicción,
la depresión y la soledad) son inmunosupresores (suprimen la respuesta inmune), entonces salta a la razón que “de cualquier intervención psicoterapéutica que se
haga para obtener un estado mental libre de estrés, podemos esperar que mejore la función inmune”
La soledad es, con toda claridad, un sentimiento que se puede traducir en una enfermedad del sistema inmune. Las personas que califican alto en la escala de
soledad también tienen altos niveles de la hormona del estrés, así como bajos niveles de linfocitos. Sin embargo, la clase de soledad que es realmente dañina
no es la soledad de quien extraña a alguien a la edad de treinta y dos años. Es una soledad catastrófica que se establece como una huella impresa en las
primeras horas de nuestra vida. Un niño al que se le retira de su madre en sus primeras horas de vida, también sufre de una soledad catastrófica. La alienación
y la soledad no son un sentimiento singular o unitario, pero las encontramos junto a muchos otros sentimientos, excepto en el sentimiento de terror.
Como vimos en el capítulo anterior, es posible mejorar los niveles de linfocitos por medio de la terapia primal. Otras técnicas han tratado de efectuar cambios similares, pero en el mejor de los casos los resultados parecen ser transitorios. Carl y Stephanie Simonton han desarrollado una técnica de imaginería guiada empleada en el tratamiento de pacientes con cáncer. Exhortan a los enfermos a visualizar las células inmunes rodeando a las células del cáncer.
Obviamente se están dirigiendo con su imaginería a los centros bajos del cerebro, lo que parece tener un efecto temporal sobre el hipotálamo y en el
sistema inmune.
En estudios similares, Nicholas R. Hall, de la Universidad George Washington, en el Centro Médico Universitario, encontró que es posible aumentar el número de linfocitos circulando en la sangre. Es interesante saber que tan pronto el paciente deja de practicar su imaginería, hay una declinación en el número de los linfocitos circulantes. La idea es que con el tiempo, empleando controles positivos, se puedan anular los controles de la retroalimentación neuroendocrina que conduce a procesos patológicos.
Yo francamente no creo en esto. Pienso que en la actualidad existe la suficiente investigación que indica que el dolor y la represión son elementos centrales en los cambios en el sistema inmune. Considero que el sistema inmune interviene en algunos cánceres y en otras enfermedades catastróficas y que, finalmente, uno se debe dirigir a las fuentes generadoras de todas estas alteraciones con el fin de cambiar las posibilidades de la enfermedad.
Hall cree que el pensamiento positivo y sobreponerse a las emociones negativas pueden lograr que la persona se sienta bien. Antes que nada, no estoy seguro de que existan emociones positivas y negativas. Creo que son emociones y punto. Las cuales existen a causa de las experiencias reales en la historia de cada uno. Son las extensiones lógicas de ciertos sucesos, de modo que uno no tiene que decidir entre tener una emoción negativa o positiva. No creo que en el presente haya una fuerza suficientemente poderosa para sobrepasar esta historia.
Es más, nuestras mediciones indican que las fuerzas actuales casi nunca igualan a las de los impresos pasados. Creer que a través de una variedad de estratagemas, técnicas o mecanismos especiales podemos combatir enfermedades serias, es solamente un pensamiento mágico. Es la apoteosis de
una aproximación ahistórica y no dialéctica que no ve los síntomas como el resultado inevitable del conflicto interno. Las actuales manipulaciones de cualquier clase de experiencias, no toman en cuenta los años y más años de experiencia que se invirtieron en la elaboración de esa enfermedad.
También es posible que el elemento de esperanza en todas estas terapias sea efectivo durante algún tiempo, ya se trate de la esperanza que da la religión, las
ideas místicas, la filosofía, la imaginería dirigida y, sí, también las psicoterapias.
Todo eso galvaniza las endorfinas permitiendo un alivio temporal.
La práctica de imaginar pequeños ángeles que están martillando sobre el cáncer puede ser efectiva a causa de la esperanza involucrada, y por ser el resultado de un proceso imaginativo que representa la esperanza que está luchando contra la desesperanza y la desesperación. Probablemente ésa es la causa de que quienes están más dispuestos y determinados a sobreponerse a su cáncer, tienen una mejor oportunidad de lograrlo. No pienso que esta
aproximación sea muy duradera. Ellos están luchando contra una monumental ola de soledad, derrota, terror, alienación y frustración: todos estos son
sentimientos que exigen expresión.
Síntomas como ansiedad, fobia, obsesiones, alta presión sanguínea y colitis son signos de alarma. Apuntan a los asuntos no terminados que hablan de
necesidades insatisfechas y penas ocultas. Removerlas artificialmente es privarlas de un sistema de señales de advertencia que hay que tener en cuenta.
No pasará mucho tiempo antes de que el sistema encuentre otra alarma que tocar.
Estos signos son críticos en la economía psicológica del individuo porque están advirtiendo la ausencia de un vínculo faltante, se trata de algo que necesitamos
para volvernos normales y saludables. Algo extraño es que los síntomas sirven como advertencias para la salud, y sí lo son.
No quiero tomar una posición innecesariamente negativa hacia la gente que padece cáncer y tiene esperanza, porque pienso que la esperanza, en la vía corta, ayuda a sobreponerse a algunas clases de cáncer. Joan Borysenko, de la Escuela
Médica de Harvard, encontró que esos pacientes con cáncer hacen su mejor esfuerzo para mantener un alto grado de esperanza, convencidos de que se recuperarán, de modo que luchan contra el cáncer haciendo todo lo que pueden, a diferencia de aquellos que se entregan a la desesperación y a la indefensión.
Pero pienso que la desesperación y la indefensión son realmente características en las personas que desarrollan cáncer. Un sentimiento de indefensión no sólo
cuenta por el hecho de que el paciente no sobrevive, sino que puede contar, en primer lugar, para el comienzo de la enfermedad.
Es posible “comprar tiempo” con ciertas técnicas dedicadas a hacer cambios en el sistema inmune. Eso parece evidente, pero si recordamos que —incluso
con choques eléctricos masivos— con el tiempo no producimos cambios en la memoria impresa; aunque sería posible siempre que hagamos lo necesario para
cambiar la memoira impresa aunque sea en una fracción. Yo creo que realzar el estado de autodecepción (diciendo “estoy feliz” cuando realmente me siento
triste, o decir “estoy calmado”, cuando en realidad estoy enojado) finalmente ayuda a las fuerzas de la represión. Ahora sabemos lo que produce eso. No
podemos engañar fácilmente a nuestra fisiología, porque al final acabaremos abatidos por nuestra realidad.