Los Bloqueos Energéticos y los Sistemas de Defensa en el Aura
«Formas de pensamiento disociado» en el aura
A lo largo de mis años de práctica bioenergética he observado un fenómeno al que yo llamo «espacios móviles de realidad». Considero que estos «espacios» son
similares a los descritos en los estudios topográficos, donde un «grupo» o «campo» determinado contiene una serie de características que definen las operaciones matemáticas posibles dentro de dicho campo. En términos de psicodinámica existen «espacios de realidad» o «sistemas de creencias» que contienen grupos de formas filosóficas asociadas con las concepciones acertadas y erróneas de la realidad. Cada forma de pensar contiene sus propias definiciones de la realidad, como «todos los hombres son crueles», «el amor es débil», «controlarse da seguridad y fuerza». Según mis observaciones, a medida que la gente atraviesa su experiencia cotidiana se desplaza también por los distintos «espacios» o niveles de realidad definidos por estos grupos de formas de pensar. Cada grupo o espacio de realidad experimenta el mundo de forma diferente.
Estas formas de pensar son realidades energéticas, observables, que irradian colores con diversas intensidades. Su intensidad y su definición formal son el resultado de la energía o la importancia que una persona les ha concedido. Las formas de pensar son creadas, construidas y mantenidas por sus poseedores mediante los pensamientos habituales. Cuanto más definidos y claros sean estos pensamientos, más definida será la forma.
La naturaleza y fuerza de las emociones asociadas con los pensamientos dan a la forma su color, intensidad y potencia. Tales pensamientos pueden ser conscientes o no. Por ejemplo, se puede construir una forma de pensamiento a base de pensar constantemente en algo temido, como «me va a abandonar». El creador de la forma de pensamiento actuará como si eso fuera a suceder. El campo energético de la forma de pensar afectará negativamente al campo de la persona a quien se refiere. Cuanto más poder se le dé, aportándole energía consciente o inconscientemente, más efectividad tendrá en la creación del resultado temido. Por lo general, estas formas de pensar forman parte de la personalidad con tanta naturalidad que el individuo ni siquiera las advierte. Empiezan a formarse en la infancia y se basan en el razonamiento infantil, integrándose luego en la personalidad. Son como una especie de equipaje extra que la persona lleva en su interior de un lado a otro, sin darse cuenta de su efecto, que es muy grande. Este conglomerado de formas de pensar, o sistemas de creencias, atrae muchos «efectos» a la realidad exterior de uno.
Como quiera que estas formas no están profundamente enterradas en el subconsciente, sino que se sitúan en el límite de la conciencia, se pueden retirar empleando métodos tales como el trabajo corporal energético de núcleo, los juegos de asociación de palabras y la meditación. Cuando las formas se atraen el enfoque de la conciencia mediante la expresión de los sentimientos asociados con ellas y la liberación de dichos sentimientos, entonces se pueden cambiar. Este proceso permite una visión más clara de la realidad que crea las formas. Cuando se desvelan, se ven y se liberan los supuestos invalidados (recuerde que están basados en la lógica infantil), pueden ser sustituidos por una visión más madura y clara de la realidad que, a su vez, conduce a la creación de experiencias vitales positivas.
Dentro de algunas personalidades estas formas están interconectadas, y la conciencia personal rara vez se encuentra sumergida por completo en un espacio sin tener conocimiento de la mayoría de los demás, por lo que el individuo mantiene un alto grado de integración en su vida cotidiana.
Por otra parte, de un espacio de realidad a otro puede fluir con facilidad un tipo distinto de personalidad, pero sin tener conciencia de que exista alguna conexión entre dichos espacios. Es posible que el sujeto no sea capaz de integrar o entender este flujo dinámico y viva, por tanto, confuso, sobre todo si se dispara interiormente un determinado flujo cíclico crónico. Puede encontrarse atrapado, entonces, en un flujo automático secuencial que le lleva de un pensamiento al siguiente mientras permanece desesperadamente enmarañado e incapaz de liberarse a sí mismo de este ciclo crónico hasta que finaliza todo el proceso.
A continuación puede pasar a un estado distinto de realidad sólo porque la acción cíclica del pensamiento ha agotado toda la energía disponible. No sabrá cómo ha salido de la pauta cíclica y, por tanto, probablemente será incapaz de liberarse del ciclo la próxima vez que se dispare. Estos estados de la realidad pueden ser eufóricos, como aquel en el que una persona piensa que logrará grandes cosas y se hará famosa o rica, pero no tiene conciencia de la enorme cantidad de trabajo práctico que le espera antes de alcanzar dicha meta. O puede tener el efecto contrario, en el que uno se ve a sí mismo en un estado mucho peor que el real. En cualquiera de dichos estados, el sujeto probablemente sólo ve una parte de sí mismo, exagerándola. Puede tener el potencial necesario para crear todas las grandes cosas que ve para sí mismo en el primer estado, pero necesitará mucho trabajo y tiempo. Por otra parte, en el segundo estado negativo, ve la parte de sí mismo que necesita cambiar, pero se olvida de que ese cambio es posible.
En su libro How to Read the Aura, William Butler indica que las formas particulares de pensamiento se mantienen estacionarias en el campo energético hasta que una entrada interna o externa de energía las dispara. Entonces, estas formas se desplazan por el aura en una secuencia crónica, pero no son liberadas. Simplemente se descartan a sí mismas y quedan en estado latente recuperando la energía suficiente para desplazarse de nuevo. Las formas de pensar acopian energía a través de los pensamientos semiconscientes habituales del individuo y otros sentimientos afines. También la acumulan atrayendo pensamientos y sentimientos similares de otras personas. Dicho de otro modo, si usted se juzga continuamente a sí mismo sobre algo, sus acciones y sentimientos seguirán a sus juicios y pronto, a través de ambas instancias, los demás, sus conocidos, entrarán en el cuadro y estarán de acuerdo con usted, enviándole energía en forma de pensamientos y sentimientos que estarán de acuerdo con los suyos. Por ejemplo, si usted se repite constantemente que es tonto, poco fiable, feo o gordo, los demás no tardarán en estar de acuerdo con usted. La energía de aquéllos se añade a la que usted tiene acumulada hasta que su forma de pensar tiene energía suficiente (alcanzando la masa crítica) para dispararse. Entonces caerá en un estado en el que llegará al convencimiento de que es tonto, feo, poco fiable o gordo, hasta que la energía de su forma de pensar se disipe momentáneamente.
Por supuesto, también es posible que atraiga usted un acontecimiento externo capaz de disparar dichar forma de pensar con una explosión de energía. El proceso es el mismo en ambos casos. Un disparo semejante no es necesariamente negativo, pues si el individuo se encuentra en proceso terapéutico puede
salir de su ciclo crónico y fragmentar la forma cíclica lo suficiente como para manejarla muy bien la próxima vez que se dispare.
Si el terapeuta es capaz de percibir estas realidades y las describe o ayuda al cliente a describirlas, podrá ayudar a éste a liberarse mientras pasa de una realidad a la siguiente. La descripción que haga el terapeuta de cada estado de la realidad, tal y como su cliente la experimenta, dará a éste una visión de conjunto de todo el proceso. Dicha visión global ayudará al paciente a crearse un observador objetivo interno que también puede definir cada uno de los espacios a medida que entra y sale de ellos. Con este trabajo, cliente y terapeuta serán capaces de definir con mayor claridad el ciclo crónico del primero y encontrar juntos una salida. Luego podrán buscar la forma de romperlo la próxima vez que se inicie. Por ejemplo, cuando un cliente particularmente esquizoide sufre un ataque de este
tipo, lo único que hago es dirigirme a una pizarra y empezar a dibujar y etiquetar estas formas en el momento en que las expresa. Mientras expresa en voz alta sus pensamientos trazo una flecha desde un pensamiento al siguiente. Pronto se encuentran en la pizarra todos los pensamientos cíclicos. La superficie exterior de estas formas suele ser bastante limitada, lo que quiere decir que el cliente experimenta una realidad muy estrecha en la que las definiciones y/o las distinciones se consideran negativas y, en ocasiones, categóricas: por ejemplo, que todas las personas parecen estar lejos o, incluso, que son peligrosas. También puede ocurrir que el cliente crea que es una víctima de la vida. El punto crucial es aquel en el que el paciente es capaz de retener uno de los pensamientos con un contenido emocional particularmente fuerte durante el tiempo suficiente para expresar la emoción. Por lo general, si el individuo es capaz de tolerar la ira o el dolor asociados con el pensamiento, podrá romperlo y conectar con niveles más profundos dentro de su forma de pensar.
Figura 11-3: Forma de pensamiento disociado
La figura 11-3 muestra un ejemplo de este tipo. En este caso particular la cliente contemplaba cómo iba dibujando yo las formas y podía ver el cuadro completo. Esta mayor comprensión ayudó a la mujer a concentrarse y liberarse de su ciclo crónico. Examinó los momentos de su ira, la expresión y vio que se implicaban cuestiones más profundas. Gran parte del nivel exterior de esta forma particular de pensamiento es la máscara en la que la persona parece no ver o asumir la propia responsabilidad; en vez de ello, echa la culpa a otros. Lo hace para parecer «buena», lo que, naturalmente, la deja impotente hasta que alcanza la realidad más profunda, que es el núcleo de la forma de pensar. Cuando sintió, como consecuencia de un trauma infantil, que interiormente era «mala» y que nada podía hacer al respecto, mi cliente entendió que en el futuro tenía la opción de ver y comprender toda la estructura sumiéndose primero en su ira cuando se sentía atrapada, y penetrando luego en el dolor inherente a esa forma de pensamiento. Por lo general, evitaba el dolor manteniéndose en la superficie de la forma de pensamiento (y, por tanto, en lo irreal). Sintiendo el dolor es capaz de integrar la niña que lleva dentro, que se siente «mala», con la mujer adulta interior, que sabe que no lo es.
Por lo general, la clave para romper con una pauta de pensamiento cíclico está en expresar y liberar los sentimientos. En la mayoría de los casos, estas formas se han disociado, en primer lugar, para que la persona no experimente los sentimientos contenidos en ella. El individuo dedica gran cantidad de esfuerzos durante su vida cotidiana a evitar que esa forma de pensar se ponga en movimiento, porque le evoca unos sentimientos indeseables. Aun cuando la persona evita las situaciones que pueden evocar dichos sentimientos, el resultado no es del todo satisfactorio, ya que continuamente está recargando las formas de pensar. Mientras un individuo prosigue con su proceso terapéutico, la forma se va conectando cada vez más con el resto de la personalidad a medida que pasa el tiempo; los aspectos negativos se transforman en funciones positivas y se integran con el aura «normal» de la persona como colores claros y brillantes sin forma.
La ira y otras emociones negativas
El rojo ha estado asociado desde siempre con la ira. Sin embargo, cierto día, mi hijo de 11 años, un muchacho lleno de felicidad y energía, mostraba, mientras estaba jugando alegremente, el aspecto de la figura 11-1A, con brillantes franjas rojas y anaranjadas irradiando de su cabeza. La calidad del color rojo es la que indica ira. El naranja rojizo brillante no tiene nada que ver con la ira, sino que está relacionado con la fuerza vital vibrante. La reacción totalmente explosiva de la mujer de la sesión de grito primario aparece en la figura 11 -2B. Está experimentando numerosos sentimientos simultáneos que explican los diversos colores, todos ellos de gran intensidad, de manera que el aura aparece como brillo y los fuertes rayos se emiten desde el cuerpo en
líneas rectas.
Una persona enfadada tiene un color rojo oscuro. Cuando empresa su ira, ésta surge de la persona en destellos como relámpagos o chispas redondas que se desplazan de su cuerpo, tal como se muestra en la figura 11-2C.
Los he visto muchas veces, en grupos y en sesiones.
Por contraste, la figura 11-2D muestra un ejemplo en el que la persona no liberó su ira y su dolor. Cuando surgió del área de la garganta, el punto rojo se desplazó lentamente hacia fuera. A continuación, el líder del grupo le hizo un comentario que, en mi opinión, era doloroso. En ese preciso instante, el punto rojo se desplazó
rápidamente de regreso a su cuerpo y penetró en el área de su corazón. Cuando lo golpeó, rompió a llorar. No era un llanto catártico, sino más bien como si dijera «pobre de mí, la víctima». Mi interpretación de este hecho es que se había apuñalado el corazón con su propia ira.
El temor, por su parte, tiene un tono gris blancuzco y punteado en el aura, como «pálido de miedo». Resulta muy desagradable a la vista y tiene un olor repulsivo. La envidia muestra un verde oscuro, sucio y pegajoso, como «verde de envidia». La tristeza es gris oscura y densa, como las nubes sombrías que se ciernen sobre
las cabezas de los personajes de los dibujos animados. La frustración y la irritabilidad pueden presentar tonos rojizos oscuros («rojo de ira»), pero la mayor parte de las veces se manifiestan como vibraciones irregulares que golpean el campo energético de otra persona causándole desagradables sensaciones. Por lo general, un amigo reacciona ante esta interferencia tratando de provocar una expresión directa de los sentimientos negativos, mucho más agradables de tratar. Por ejemplo, si le decimos: «¿Estás enfadado?», el otro estallará airadamente: «¡No!». De este modo se libera parte de esta molesta interferencia.