INCESTO
He tratado a un gran número de víctimas de incesto. Lo primero que hay que saber del incesto es que, con mucho, es un gran productor de psicosis. Sus
efectos están muy conectados a problemas sexuales posteriores, que también están presentes. En realidad, el incesto tuerce enormemente a la psique en
general, y de forma casi irrevocable. Mientras más temprano es el incesto, es posible que produzca severos problemas mentales. En mis décadas de práctica he
observado que es el hecho más persistente en la vida de una joven o de un niño, y que es frecuente que antes de cumplir ocho años de vida, las víctimas sean
enviadas lejos, a un orfanato o a un hogar sustituto. En nuestras mediciones de los signos vitales y ondas cerebrales, encontramos que es el único hecho que
mueve las agujas (en la orilla de la gráfica del incesto) de modo igual al que indica el trauma de nacimiento. Esa correlación, entre otras cosas, explica por
qué cuando los prepsicóticos entran a la terapia, de inmediato comienzan a revivir su trauma de nacimiento.
Muchas de las mujeres psicóticas que he visto lo eran por casos de incesto, y muchas de ellas no estaban conscientes de ello, sino hasta que transcurrieron uno
o dos años de terapia primal, fue entonces cuando comenzaron a revivir sucesos extraños. Vi a una mujer que había empezado a alucinar. Hubo muchos
momentos en que sabíamos que se estaba volviendo loca, pero no sabíamos por qué. En la terapia comenzó con unas series de primales en el siguiente orden.
Primero sintió una sombra oscura, una presencia en su cuarto cuando tenía seis años. La percibió durante dos semanas y sufrió una extrema e innombrable
aprensión, un terror para ella inexplicable. Después la sombra se convirtió en una persona: alguien parado cerca de la puerta. Ella revivió esta imagen durante varias semanas y estaba sorprendida y asustada. Luego escuchó los pasos por el corredor y la puerta rechinando entreabierta. Pasaron algunas semanas en las que revivió, con un terror convulsivo, la realización de esa presencia. La sombra, la persona: ¡era su padre! Ella pudo revivir cuando él se metía en su cama, la
tocaba y trataba de penetrarla, a pesar de su terror paralizante. Le advertía que no gritara o no le dijera a nadie, pues Dios la castigaría.
Durante meses, la mujer revivió aquellos pasos que se acercaban casi a diario, tarde en la noche, entrando a su cuarto. Su vida se convirtió en una pesadilla despierta. Su madre no quería saber nada; cosa que en estos casos sucede con una regularidad enfermiza. La chica no tenía a quién acudir.
Finalmente el hombre se detuvo (porque empezó a abusar de la hermana menor de la chica). Ella reprimió la experiencia como si no hubiera existido nunca. La
clave de tal experiencia iba a salir a la superficie al revivir los episodios que yacían ocultos en los síntomas de la psicosis, que ya prefiguraban sobre la marcha.
En el incesto casi siempre aparecen complicaciones sexuales. Nunca he visto a una mujer cuya vida no haya sido arruinada por él. Porque su autoestima fue destruida, ella se hace sexualmente promiscua y se trata a sí misma como a una cualquiera o se convierte en prostituta. Muchas prostitutas han sufrido incesto
cuando eran niñas. La otra vía para las víctimas de incesto es una absoluta y completa frigidez. Tampoco podemos ignorar que la homosexualidad es una salida posible, o como el completo retiro de cualquier relación con un miembro del sexo opuesto.
Hay casos raros de incesto en los que el funcionamiento sexual no está dañado. Una niña cercana a los doce años puede disfrutar de la excitación implicada, pero siente una gran culpa al disfrutar y, por tanto, sufre de otras aberraciones mentales. En general, sus relaciones con los hombres son
retorcidas.
Las limitantes en la vida de uno no pueden superarse fácilmente. Los terapeutas no pueden devolver el amor que alguien nunca tuvo. La necesidad no enferma, pero sí puede enfermar aquello que la necesidad impulsa a hacer.
Aunque no sea cierto, es el único camino disponible para expresar una necesidad que se debió satisfacer naturalmente.
LA INVESTIGACIÓN SOBRE DESVIACIONES SEXUALES
Nuestras observaciones e investigaciones, así como los estudios actuales acerca de la vida intrauterina, indican que los problemas sexuales pueden empezar
desde que estamos en el vientre materno. La investigación con animales muestra que ciertos estresores en la madre preñada, pueden alterar las hormonas sexuales en ella y más tarde en sus crías. Dichas hormonas se pueden alterar por manipulación química antes o acabando de nacer, y tal alteración permanece.
En Alemania del Este, Dorner descubrió que la manipulación de las hormonas sexuales en el vientre puede hacer homosexual a un animal. Más todavía, encontró que los animales privados del contacto materno, o contacto social en general, muy pronto en su vida pueden tornarse homosexuales.
En nuestra investigación encontramos que las hormonas sexuales quedaban permanentemente alteradas o normalizadas después de la eliminación del dolor
impreso. Nuestra hipótesis es que si la eliminación del dolor puede estabilizar las hormonas sexuales; de la misma manera el trauma original las podía alterar o
distorsionar. En algunas personas, los niveles de las hormonas sexuales cambian en un 50%, lo que nos da una idea de qué es lo que puede hacerle el dolor
temprano a nuestra vida sexual. Estos cambios hormonales son una de las razones de que los problemas sexuales sean tan difíciles de tratar, particularmente a través de técnicas sexuales.
No quiero decir que los problemas sexuales los causen únicamente las hormonas. Ciertas experiencias de vida: —una madre distante— o un –padre tiránico pueden detonar los problemas. Creo que ambos juntos pueden dirigir la respuesta del paciente a sus experiencias en ciertas direcciones. Una madre
distante no va a hacer más tarde homosexual a su hija, pero una madre distante combinada con cambios hormonales, parece ser lo suficientemente fuerte para
alterar la orientación sexual.
Hemos medido los niveles de testosterona (la hormona del sexo) en un paciente que había revivido su estrangulamiento durante el nacimiento, y descubrimos que después de revivir la experiencia, esos niveles se elevaron y los cambios parece que hicieron a la persona más agresiva y sexualmente activa.
Como muchos desórdenes neuróticos, los problemas sexuales nos ofrecen una ventana a una situación de gran complejidad. Comprenden todas las cosas
que hemos analizado hasta aquí: necesidades, dolor, represión del dolor, impresos, el nacimiento y sus consecuencias, la ansiedad y el estrés, así como la actuación simbólica. Muchos problemas sexuales se pueden abordar sin mencionar la palabra sexo. Por eso decimos que la consideración de los
problemas sexuales coincide con el núcleo de la condición humana.
Al parecer, el sexo y la reproducción son el propósito de la vida. Es la manera como transmitimos y codificados nuestros recuerdos de supervivencia.
No solamente necesitamos mantener viva la semilla, sino que tenemos que asegurarnos que la semilla viva y contenga los mecanismos para continuar por sí misma. Casi todo lo demás es extraño. Después de todo, las especies tienen el mismo instinto de supervivencia como miembros individuales de las especies.
La ausencia de sexo puede ser una amenaza para nuestra supervivencia. ¡Qué cambio tan extraño: el llamado comportamiento moral es antisupervivencia!
Philip
Cuando tenía diez años encontré unas fotos pornográficas en un lote baldío. Fue la primera vez que me di cuenta de que las mujeres tenían pezones. ¡Qué impresión! Yo pensaba que sólo se trataba de unos conos hermosos y blancos en el cuerpo de una mujer, creía que eran delicados y encantadores, aunque siempre fuera de mi alcance. Los pezones se cruzaron en mi camino, y muy pronto ya no pude concebir a la mujer sin ellos. No sé cuántas veces me masturbé frente a las fotos en las que las mujeres parecían mirarme. Me excitaba: mientras más grandes eran los pechos de las mujeres, que también me miraban, más excitado me sentía.
Mi mamá tenía unos pechos muy grandes, pero nunca me miró a mí de una manera comprensiva, así que lo que necesitaba, lo tenía con las fotos: una madre
que se exponía a si misma (como nunca lo hizo mi madre) y me ponían atención (lo que también hicieron las fotos). Poco después comencé a exhibirme y me
convertí en un voyerista. También busqué la ropa interior de mi madre. Todo esto era parte de una rutina diaria que repetí miles de veces durante tres y media
décadas. Pasé en mis rituales muchas horas de cada día. ¡Tanta energía gastada de esta manera tan destructiva! Era la misma energía que pude haber empleado
para crearme una vida para mí.
El acto se desarrollaba de tal modo, que a las mujeres que pasaban por mi ventana (o puerta, o coche) no les era fácil verme, y si me veían, me escondía a
toda prisa. La excitación era demasiado intensa para concebir que me vieran, por más de uno o dos segundos. Después de todo, mi madre nunca me vio, y eso era
lo que necesitaba con todas mis fuerzas. Como todas las mujeres se convirtieron en “mamitas” para mí, quería desesperadamente que me vieran pero al mismo
tiempo no podía soportarlo. Esto estaba más allá de mi comprensión emocional: el que cualquier mujer me pudiera ver. Por eso nunca me arrestaron: era un
exhibicionista avergonzado. Hasta por el compulsivo acto de exponerme a la vista, nunca pude concebir ser aceptado por una mujer.
La escena principal que me condujo, de niño, al exhibicionismo, fue cuando mi hermano mayor me forzó a tomar un crayón con mi mano derecha, en lugar de sostenerlo naturalmente con la izquierda. Mis gritos de terror, mis súplicas de ayuda, mis contorsiones de agonía cayeron en oídos sordos y ojos ciegos. Esto
sucedió una y otra vez durante muchas semanas. Mi mamá pensaba que era correcto que mi hermano se sentara encima de mí, con sus rodillas empujando
mis brazos hacia abajo, forzándome a colocar el crayón en mi mano derecha, mientras yo, a los cuatro años de edad, gritaba por mi existencia. Ella nunca me
vio.
He estado reviviendo esta escena una y otra vez, y es el principio para liberarme de la urgencia de exponerme. Al sentir el dolor de mis traumas infantiles, me he hecho más consciente y menos compulsivo. Sé que he sanado por dentro y ahora sólo puede afectar el modo como me comporto desde afuera.
Ted
Mis primeros recuerdos (cuando tenía alrededor de siete años) eran ir al cajón de la ropa interior de mi madre y sentirme atraído por sus medias. Me las ponía y
disfrutaba sentirlas en mi piel. Pero también tenía ciertos sentimientos de repulsión, como si lo que estaba haciendo fuera algo muy malo, y lo hacía cada vez que estaba solo en casa. Cuando tenía como diez años empecé a interesarme en las amigas de mi madre; me causaban una gran agitación y una de ellas me
gustaba. Siempre que visitábamos su casa, yo me escurría hasta su recámara y me dirigía a su ropa interior, olía sus pantaletas y estiraba sus medias sobre mi
piel. Más tarde, al final de mis diez años, me gustaba echar una mirada a las mujeres empleadas en los negocios de mi padre. Espiaba desde las ventanas del
baño, esperando verlas desnudas o sentadas en el excusado. Todo esto me excitaba muchísimo y en esos momentos mi corazón latía como loco. Era un
niño tímido y aislado y me sentía muy avergonzado. Si alguna de esas empleadas me ponía atención, sentía muy turbado…
Esta actividad era muy oportunista hasta que cumplí veinte años y comencé a trabajar en una granja. Mi soledad se exacerbó en esta situación. Tenía mis propias habitaciones y muy poco contacto social. Regularmente iba a echar una mirada a las mujeres en la residencia de las granjas. Dos o tres veces a la semana me arrastraba hasta sus ventanas para ver si las podía ver desnudas. Entonces me excitaba y me masturbaba, y no me retiraba del lugar hasta tener un orgasmo. La compulsión era tan fuerte que, aun sabiendo que podría perder mi empleo y ser exhibido frente a mis amigos, no era capaz de detenerme. Siempre he tenido el
problema de demostrar a las mujeres que no necesito nada de ellas. Esto ha sido tan dañino, que durante mi adolescencia y en mis veinte años, pasaba periodos de años en completa soledad. Todo este tiempo deseaba con desesperación estar con una mujer.
Para mí, el voyerismo es lograr una cierta cercanía de acceso a una mujer (aunque fuera totalmente simbólico), sin exponerme o necesitarla. También puedo dejar la escena después del orgasmo, sin estar comprometido a dar o hacer algo a cambio. El impulso varía en frecuencia e intensidad, de acuerdo a qué tan solo me siento y qué tanta actividad tengo en mi vida para distraerme. Esto lo digo porque la presión es constante. Siento que me estoy perdiendo de algo. Sé que estoy buscando a mi madre en forma simbólica. Nunca la vi desnuda y no recuerdo que me haya abrazado o acariciado. Hasta hoy, siento una especie de repugnancia cuando la saludo; no puedo sentir que es a ella a la que quiero.
Sé, por los hechos, que nunca tuve contacto con su cuerpo en los primeros diez días de mi vida. Los pasé en el hospital donde nací, allí me mantuvieron en el cunero y sólo me llevaban con ella para que me alimentara de acuerdo a un programa detallado y estricto. En esos tiempos ella no me quitaba las mantas en las que estaba envuelto, por eso nunca sentí su cuerpo. Básicamente mi sentimiento es el de esa desesperanza de ser incapaz de conseguir lo que necesito de una mujer, y mi compulsión es un esfuerzo para evitar ese sentimiento de desesperanza. Al menos con él, tengo algún control para tratar de conseguir lo que necesito, y no tengo que depender de una mujer para que me lo proporcione.