CÓMO SE DESARROLLA UN SANADOR
Convertirse en sanador es un proceso altamente individualizado y de índole personal. No existen reglas establecidas sobre la forma en que se produce. La vida de cada cual es exclusiva. Nadie puede conferir a otro el poder curativo: es algo que crece desde el interior de uno mismo. Existe una gran cantidad de cursos a seguir, ingente material técnico que estudiar y distintas escuelas de pensamiento acerca de lo que realmente sucede en el proceso de curación. Hay quienes no dan a sus prácticas la denominación de espirituales.
Mi camino hacia la curación fue guiado siguiendo el sendero espiritual, que era el más natural para mí. ¿Cuál es el más natural para usted? Recorra su propio camino, no el sendero previamente constituido, y utilícelo corno apoyo y ayuda en la creación de sus nuevas ideas. Mi guía Heyoan ha comentado lo siguiente sobre el hecho de convertirse en sanador.
Dedicación
«Convertirse en sanador implica dedicación. No dedicación a la práctica espiritual y religiosa o a un grupo de rígidas reglas específicas, sino a un sendero determinado de verdad y amor. Lo que quiere decir que la práctica que tenga el lector con esa verdad y ese amor probablemente cambiará a medida que recorra el sendero (le la vida. Me atrevería a decir que hay muchos caminos que conducen al “Cielo”, tantos como almas regresan al hogar. Si investigáramos en la historia del ser humano, descubriríamos que muchos han viajado antes que nosotros y encontraron la iluminación. Muchas (le esas vías que fueron recorridas no son conocidas ya por la raza humana en estos momentos de la historia. Algunas las estamos recuperando, otras siguen estando perdidas. Pero no importa, nuevas vías se forman continuamente desde las profundidades del alma humana, desde dondequiera que cada alma se encuentre en ese momento, para permitir el regreso a casa. El proceso de eterna renovación de la fuerza creativa que se acumula en el interior de usted y de todos los demás. Esto es lo que significa volver al hogar. Cuando aprenda a fluir por completo, sin resistencia, con ese movimiento creativo interno, estará en casa. Eso es lo que significa estar en casa.»
Pruebas
Tan pronto como el lector decida dedicarse a su auténtico camino y lo convierta en la prioridad determinante de su vida, tendrá conciencia de que en ésta se está produciendo un proceso general. Este proceso vital le llevará a través de paisajes interiores que cambiarán la naturaleza de su realidad personal.
Empieza a ver la relación causa-efecto entre su realidad personal interior y el mundo «exterior». A mí me guiaron cuidadosamente (mi yo superior y mis guías) mediante un proceso gradual proyectado para ayudarme a aprender la ley espiritual. Pasé períodos de tiempo bastante prolongados concentrándome y aprendiendo sobre la naturaleza de la verdad, la Voluntad Divina y el amor. Tras un tiempo que dediqué a concentrarme en uno de esos principios, sentí como si me estuvieran probando. Me encontraba continuamente en situaciones en las que era difícil mantenerse próximo a la verdad, el amor o la Voluntad Divina. En ocasiones me parecía que mis guías, los ángeles de Dios, me estahan probando, y apenas podía hacer algo al respecto. 1 legado el momento, pude ver que estas pruebas habían sido proyectadas (con mi plena aprobación) por una conciencia rnuy superior a la mía. Yo formo parte ele esa conciencia. En última instancia, por tanto, soy yo quien proyecta la, pruebas. El pequeño «ego-yo» generalmente no desea participar.
Lo primero que deberá afrontar, después de haberse comprometido con su camino, es su miedo.
Cómo vencer el miedo
El miedo es la emoción asociada con la desconexión de la realidad superior. Miedo es la emoción de la separación. Miedo es lo opuesto al amor, que se conecta con la unidad de todas las cosas.
Ejercicio para averiguar los propios miedos
Pregúntese a sí mismo: ¿cuál es mi miedo más cerval en este momento de mi vida? ¿En qué supuestos de la realidad está basado ese miedo? ¿Qué tiene de terrible, en realidad, ese hecho? Cualquier cosa que intente usted evitar está relacionada con su miedo a sentir las emociones implicadas. ¿Qué son?
En lo más profundo de su ser hay un lugar en el que sabe que puede enfrentarse a cualquier cosa y soportarla. Si mira a su interior, sentirá la demanda de no tener que experimentar aquello que le atemoriza. Sin embargo, si cede y se rinde a su chispa divina, verá que probablemente tendrá que afrontarlo. A medida que pase por la temida experiencia, el miedo se transformará en amorosa comprensión. En ello se incluye la experiencia de morir, porque, como dice Emmanuel: No se trata de destruir el miedo, sino de conocer su naturaleza y contemplarlo como una fuerza menos poderosa que el poder del amor.
Es ilusión. El miedo no es más que mirarse al espejo y hacerse muecas a uno mismo.
Cuando miro atrás, a mi sendero, puedo ver claras pautas de desarrollo. No tenía tanta conciencia de la pauta superior cuando sucedió. Me pasé la mayor parte del tiempo siendo consciente de los problemas que se presentaban en cada momento.
La verdad
Cuando me trasladé al Phoenicia Pathwork Center y empecé a practicar el «Pathwork» en forma de sesiones privadas, en grupos y participando como miembro de una comunidad espiritual, me encontré enfrentada inmediatamente con la cuestión de la verdad. ¿Estaba diciendo la verdad, o me estaba autoconvenciendo de una realidad determinada para mi conveniencia? Me quedé sorprendida ante la forma en que me racionalizaba a mí misma en la creencia de las cosas para dar validez a mi comportamiento y explicar las desagradables experiencias de mi vida. Mi defensa principal consistía en echar la culpa a alguien. ¿Hasta qué extremo lo hace usted? Busque las formas sutiles, no las evidentes.
Lentamente, después de examinar su comportamiento, comprobará que causa y efecto actúan de formas mucho más claras de lo que creía, y que, en realidad, usted está creando esas experiencias negativas de una u otra forma. Esto es algo difícil de afrontar. Hallará, enterrado bajo tales creaciones dolorosas, un propósito de vivir realmente su vida de ese modo. Es lo que se denomina «propósito negativo». El mío estaba basado’ en dos cosas: una era un sistema de creencias por el que pensaba que la vida es básicamente dura, trabajosa y dolorosa. Este sistema de creencias no es general, sino muy específico de cada persona.
Ejercicio para averiguar las propias creencias negativas
Rellene, por ejemplo, los espacios en blanco de las siguientes frases:
«Todos los hombres son …………………..
Todas las mujeres son …………………..
En una relación me sentiré herido de las siguientes maneras ………………………
Quizá enfermaré y moriré de …………………….
Me dañarán de las siguientes maneras………………… . Perderé ………………..
si no……………………………….. ».
El otro elemento en el que se basaba mi propósito negativo era el placer negativo; es decir, realmente disfrutaba con las experiencias negativas.
Cuidado, ¡lo se engañe a sí mismo; por muchas sesiones de trabajo a las que haya asistido y por mucho que haya trabajado en sí mismo, contestar a esas preguntas le será beneficioso. Todos tenemos esas pautas, aunque puede que ahora no sean tan evidentes como lo fueron antes.
Todo el mundo hace esto en determinado nivel de su personalidad. Por ejemplo, al echar a otro la culpa de sus problemas (a la madre, al padre, a la mujer o al marido), usted tiene el placer de ser «el bueno», mientras que los demás son «los malos». El placer negativo tiene muchas formas y variaciones.
Realmente, usted puede sentir el placer de que le lastimen, de estar enfermo o de ser un perdedor. La mayoría de nosotros repetimos las pautas de ser víctimas porque, como tales, recibimos siempre una ganancia secundaria. Para explicar por qué no hemos triunfado, simulamos ser los buenos y creemos que habríamos podido lograr el éxito en nuestras vidas de no haberse interpuesto alguien para enredarlo todo. Escúchese a sí mismo complaciéndose por no poder hacer algo. Frases como «yo quería hacerlo, pero mi madre/padre/mujer/marido no me dejaron», o «me dolía mucho la espalda», o «no tuve tiempo porque tenía mucho trabajo», son excusas que contienen gran cantidad de placer negativo. Escúchese a sí mismo la próxima vez que explique por qué no ha hecho algo. ¿Está siendo sincero? ¿Por qué nosotros, los seres humanos, nos comportamos de este modo? Echemos un vistazo a la etiología del placer negativo.
El placer negativo es la deformación del placer natural o positivo. El placer negativo se basa en la separación.
El placer positivo, por contra, está basado en la unidad: no le separa a usted de los demás en forma alguna. El placer positivo procede de su centro o núcleo; fluye desde lo más profundo de su interior y busca la creación. Fluye con movimiento y energía placenteros. El placer negativo se crea cuando el impulso creativo original que fluye desde el núcleo con movimiento y energía se deforma o desvía y se bloquea parcialmente de algún modo. Esto sucede sobre todo en las primeras experiencias infantiles que cristalizan en nuestras personalidades. Por ejemplo, si un niño trata de alcanzar el rojo brillante del quemador de la cocina y su madre le golpea la mano para evitar que se queme, el impulso placentero queda interrumpido. El niño llora. La unión de dolor y placer empieza de una forma tan simple como ésta. Se dan muchas otras vivencias bastante más complicadas en la niñez que relacionan la experiencia negativa con el placer. Constantemente nos dicen que no podemos ser quienes somos, que no podemos dejar que fluya nuestra fuerza vital. Nuestra elección consiste en optar por el placer negativo, ya que está relacionado con el impulso vital original. Seguimos sintiendo el impulso vital. Incluso si el placer es negativo, sigue siendo vida; es mejor la ausencia de movimiento y energía, que es la muerte. Nuestro impulso placentero deformado se hace habitual a medida que crecemos.
En cierto sentido, cada vez que deformamos nuestro impulso placentero y no nos permitimos ser quienes somos, morimos un poco. El proceso de purificación entonces consiste en renacer de cada una de esas pequeñas muertes y recuperar el fluido placer de la energía, el movimiento y la conciencia que mejoran nuestra fuerza creativa.
Los dos primeros años que viví en el Phoenicia Pathwork Center los pasé siendo meticulosamente sincera conmigo misma, hallando y apartando el placer negativo del positivo, averiguando cómo había creado las
experiencias negativas en mi vida y por qué. Busqué las creencias o concepciones erróneas en las que se basaban mis acciones.
Si el lector hace lo propio, su perspectiva de la realidad cambiará por completo, como me sucedió a mí. Si, en definitiva, es usted responsable de la creación de experiencias negativas en su vida, puede cambiar y crear las positivas. Le dará resultado. A mí me sirvió para que mis viejos problemas empezaran a despejarse.
La Voluntad Divina
Después de dos años de concentrarme principalmente en vivir ateniéndome a la verdad en la mayor medida posible, percibí que estaba teniendo dificultades con mi voluntad. La forma en la que la utilizaba estaba creando problemas en mi vida, que era muy inestable. Quería cambiar mis decisiones sobre las cosas. Encontré en mi interior muchos niveles de «deseo» y de voluntad. Todos los tenemos. Proceden del yo y se encuentran frecuentemente en la voluntad del niño, el adolescente o el adulto joven que llevamos dentro. La mayoría de estas voluntades son bastante exigentes. Nuestras voluntades necesitan crecer. Muy dentro de nosotros existe una chispa de la Voluntad Divina, de la voluntad de Dios. Muchas personas experimentan la Voluntad Divina como algo externo a ellas. Ello quiere decir que tienen que encontrar siempre a alguien que les diga lo que deben hacer, lo cual produce una sensación de inutilidad.
He podido comprobar que dentro de cada ser humano existe una chispa de Voluntad Divina. Es imprescindible concederse a uno mismo tiempo para buscarla en su interior hasta que la encuentre. De todos modos, ¿qué significa seguir la voluntad de Dios? Ciertamente, no se trata de seguirla en los términos en los que la define una autoridad externa. Decidí averiguarlo. Me di cuenta de que era preciso alinear todas las pequeñas voluntades interiores con la chispa de la Voluntad Divina interior. Decidí que la mejor forma de hacerlo (para mí) consistía en desarrollar un uso positivo de mi voluntad comprometiéndola en la práctica diaria.
Encontré un hermoso compromiso en Guide Lectures (instrucciones que llegaron a través del canal de Eva Pierrakos (1957-1980), en las que está basado el Pathwork). Decía así:
Me someto a la voluntad de Dios.
Entrego mi corazón y mi alma a Dios.
Merezco lo mejor de la Vida.
Sirvo a la mejor causa de la Vida.
Soy una manifestación divina de Dios.
Cada día, varias veces al día, formulo este compromiso. Lo hice a diario durante dos años, hasta que comprendí que era capaz de hallar con bastante facilidad la Voluntad Divina interior. Emmanuel dijo: «Tu voluntad y la voluntad de Dios son la misma cosa… Cuando algo te trae alegría y plenitud, es la voluntad de Dios que habla a través de tu propio corazón».
Examine la forma en que usa su voluntad. ¿Cuánto debería «amarse» a sí mismo según los principios morales externos? ¿Con qué frecuencia atiende y sigue los deseos de su corazón? Al alinearse con su voluntad divina el lector puede descubrir que ha llegado el momento de concentrarse, como hice yo, en el amor.
El amor
Muchos de nosotros tenemos un punto de vista muy parcial sobre la naturaleza del amor. Durante los dos años siguientes estuve concentrándome en proporcionar amor de cualquiera de las formas que me era posible y hallé muchos modos de amar. Todos ellos partían de principios tales como: «Me preocupa tu bienestar»; «Honro tu alma y respeto tu luz»; «Te apoyo y confío en tu integridad y tu luz como compañero de viaje a lo largo del camino de la vida». Así se empieza a aprender que dar es recibir.
Lo más difícil es aprender a amarse a uno mismo. Si no es capaz de infundirse amor, ¿cómo puede darlo a otros? Amarse a sí mismo requiere práctica. Todos lo necesitamos. El amor hacia uno mismo ha de manifestarse de forma que no se traicione al propio yo. Procede de vivir con la propia verdad.
Se trata de algo que hay que practicar. Describo a continuación un par de sencillos ejercicios que supondrán un reto para el lector.
Piense en lo que le resulte más fácil amar, por ejemplo una florecilla, un árbol, un animal o una obra de arte. A continuación, concéntrese en ella y hágale ofrenda de su amor. Después de repetirlo varias veces, compruebe si puede ampliar un poco ese precioso amor hacia sí mismo. No cabe duda de que cualquier persona dotada con tan precioso don merece ser amada.
Otro ejercicio consiste en sentarse frente al espejo durante diez minutos y amar a la persona reflejada en él. No sea crítico con ella. Todos somos capaces de mirarnos en el espejo y descubrir hasta el más mínimo defecto. No debe caerse en tal error en este caso; en el ejercicio que le recomiendo sólo están permitidos los cumplidos, lo positivo. Si quiere afrontar un auténtico reto, cada vez que se critique a sí mismo vuelva a empezar. Compruebe si es capaz de contener las críticas durante diez minutos.
La fe
Mirando hacia atrás, observo que al término de ese periodo de seis años se han producido grandes cambios en mi interior. Durante mucho tiempo me sentí alineada con una profunda fe en la benigna abundancia del universo. Usted también puede hacerlo: si intenta desprenderse constantemente de su voluntad exigente y se alinea con la Voluntad Divina para hallar la verdad en toda situación y responder a ella con amor, desarrollará la fe (la fe en sí mismo, en la ley espiritual, en la unidad del universo; la fe en que cualquier acontecimiento de su vida puede ser un nuevo escalón hacia una mayor comprensión. amor y crecimiento y, en último término, la autopurificación hacia la Luz de Dios).
Fe significa mantener la propia verdad cuando todas las señales externas que nos llegan dicen que no podemos ser verdaderos, mientras que en nuestro fuero interno sabemos que lo somos. Esto no significa creer a ciegas, sino mantenerse alineado con el propio propósito de cobrar conciencia de la verdad y del amor y seguirlos en la mayor medida posible, aunque uno se sienta terriblemente mal.
Cuando estaba en la cruz, Cristo tuvo la fe de reconocer que ya no sentía fe, y exclamó: «Padre, ¿por qué me has abandonado?». Fue meticulosamente honrado consigo mismo: en ese momento había perdido la fe. No ocultó el hecho ni trató de disimularlo. Se amó a sí mismo expresando sinceramente su dilema. Más tarde recuperó la fe cuando dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».
He conocido personas cuya vida espiritual pasa por diversas fases de fe. Al principio empiezan por comprender las conexiones causa efecto. Descubren que una creencia y unas acciones positivas aportan una recompensa positiva. Empiezan a cumplirse sus sueños. Empiezan a afirmar la fe en su interior. «¡Da resultado!», exclaman encantados. En cualquier caso, poco tiempo después están listos para comprobar su fe en un plano más profundo. Probablemente no tienen conciencia de esta decisión interna de probarse a sí mismos, ya que ello cambiaría la naturaleza de su prueba. ¿Qué es lo que sucede? Toda comprobación externa del proceso positivo de causa-efecto parece desaparecer durante algún tiempo. Las cosas empiezan a salir mal. La reafimentación positiva pierde fuerza y la persona empieza a dudar. El antiguo pesimismo alza su fea cabeza. ¿Dónde está la ley espiritual? «Quizá, a fin de cuentas, sólo fue un punto de vista parcial e ingenuo del universo». A usted le sucederá probablemente lo mismo.
Cuando tal caso se dé en su vida, podrá interpretarse como señal de un mayor crecimiento. Empezará a tratar causas y efectos a plazo mucho más largo, tanto en su propia vida como, en último término, en su calidad de parte de la evolución de la raza humana. La recompensa por vivir en la verdad se convierte en placer de la vida en cada momento de su existencia. No tiene que esperar a que le llegue la dulzura espiritual; la está recibiendo ya. Estar aquí y ahora significa aceptar el lento proceso de la evolución humana, aceptar su limitaciones inmediatas corno perfección.
Manejar el tiempo
La fe me ayudó de forma determinante a solucionar algo que siempre me había causado preocupación: hacer las cosas a tiempo. En cierta ocasión pregunté a mi madre qué era, según sus recuerdos, lo que más problemas me había causado en mi etapa de crecimiento. Me respondió: «Cuando querías algo tenías que obtenerlo de inmediato».
En estos últimos años he aprendido a tener paciencia, y finalmente estoy empezando a comprender qué supone para mí. He aquí mi pensamiento, que quizá le dé resultado a usted también: Tener paciencia es una declaración directa de fe en los proyectos divinos. Es la aceptación de que todo va bien tal como está,
porque usted lo ha querido así. Significa, además, que puede cambiar lo que existe actualmente por medio de sus propios esfuerzos transformadores. Impaciencia, en último término, significa no creer que pueda hacer realidad lo que desea. Implica falta de fe en el propio yo y en los proyectos divinos. Manifestar lo que se desea en el plano físico cuesta tiempo. Para ayudarme a aceptar tal realidad, concebí la siguiente afirmación: «Quiero honrar mi compromiso de estar en el plano físico honrando el tiempo que me cuesta
culminar mis actividades». La aparente lentitud entre causa y efecto incorporada en este plano tiene una razón de ser: tenemos que ser capaces de ver con claridad las conexiones causa-efecto en las relaciones que no entendemos. En último término, tales relaciones se establecen entre partes de nosotros mismos que aún no están unificadas.
El poder
En cierto momento de mi formación como sanadora experimenté un repentino aumento del poder que fluía por mis manos. Se presentó con lo que, en mi opinión, era un nuevo grupo de guías. Estaba curando la infección del dedo de un pie de una paciente. Mantenía mis manos a unos 2,5 centímetros del pie, en una posición determinada que enviaría poderosos rayos de luz azul plateada a través del dedo enfermo. Al hacerlo, la paciente gritaba de dolor a causa del flujo energético aumentado. Cuando moví las manos de distinta manera, logré que surgiera de ellas una energía blanca nebulosa y suave, con lo que conseguí retirar el dolor. Los guías siguieron instruyéndome para que cambiara de uno a otro sistema. Me encontraba cansada, y cada quince minutos, más o menos, los guías me indicaban que siguiera trabajando con aquella mujer. Parecía que la cosa era urgente. Los resultados de las pequeñas curaciones fueron poderosos: no hubo infección ni necesidad de operar. Me encontraba en éxtasis, y así se lo hice saber a mi maestra de curación. Le dije: «¡C, fluía muchísimo poder a través de mí!». A lo que me respondió: «Bueno, la cuestión es la siguiente: ¿deseas curar con amor o con poder?». Decidí que no estaba preparada para que fluyera por mí tanto poder. Disfrutaba demasiado; quería decir algo como: «¡Caramba, fijaos en mí!». Despedí a mis guías y no volví a trabajar con ellos hasta dos años después.
Para entonces ya estaba lista; había aprendido muchas cosas sobre el amor. Más tarde comprendí que habían sido los cirujanos espirituales del quinto nivel quienes habían estado trabajando conmigo.
La fe basada en la verdad, en la Voluntad Divina y en el amor aporta poder. Poder que surge desde lo más profundo del individuo, de la chispa divina interior. Poder que surge al alinearse con esa chispa de vida, al conectar con ella y permitir que fluya. Viene desde el núcleo del individuo, o de lo que mi guía Heyoan denomina Santidad de Santidades. Tener poder significa estar sentado en el centro del propio ser.
El poder aporta la capacidad para encontrarse ante el amor incondicional y practicarlo. Lo que quiere decir devolver con amor todo lo que recibimos, sin traicionar al yo. Ello sólo se puede lograr amándose a uno mismo en primer lugar y permaneciendo en la verdad, lo que significa que hay que ser honrado con uno mismo y con lo que se siente, y asumir el compromiso de trasladarse a otro lugar de amor. Como verá, si niega sus reacciones negativas empujándolas hacia abajo, no se estará amando a sí mismo ni a los demás. Si las siente y reconoce de algún modo, dejará espacio para que fluya el amor. Se autoliberará para desplazarse a un lugar amatorio interno. El amor sin condiciones permite la acción de la gracia en nuestras vidas.
La gracia
Con las prácticas de la verdad, la Voluntad Divina y el amor que conducen a la fe, la cual conduce a su vez al poder, dejamos espacio libre para que la acción de la gracia llegue a nuestra vida. La gracia se recibe dejando salir la Sabiduría Divina y se experimenta como Beatitud. Supone experimentar la unidad de todas las cosas y nuestra seguridad completa, suceda lo que suceda. Es el estado en el que se sabe que cada experiencia que tengamos, incluyendo las placenteras y las dolorosas, como la enfermedad o la muerte, no son más que lecciones que creamos para nosotros mismos a lo largo del sendero que nos conduce de vuelta a Dios. Es vivir en sincronía. Emmanuel ha dicho:
El estado de gracia necesita al receptor para estar completo. Te sostiene la mano de Dios y eres totalmente amado. Y cuando se puede recibir ese amor el circuito se completa.