¿Es realmente posible cambiar la eficacia, del pensamiento?
El pensamiento lateral es una técnica que ha sido desarrollado hace muchos años.
El pensamiento es el recurso máximo del ser humano. Sin embargo, nunca estamos satisfechos con nuestra capacidad más importante. No importa cuan buenos seamos, ¿siempre querríamos ser mejores. Generalmente, los únicos que están satisfechos con su capacidad de pensamiento son aquellos pobres pensadores que creen que el objetivo de pensar es probar que tienen razón — para su propia satisfacción. Sólo si tenemos una visión limitada de lo que puede el pensamiento, nos puede complacer nuestra perfección en este terreno, pero no de otro modo.
La dificultad principal para el pensamiento es la confusión. Intentamos hacer demasiado al mismo tiempo. Las emociones, la información, la lógica, la esperanza y la creatividad nos agobian. Es como hacer malabarismo con demasiadas pelotas.
Presentamos un concepto muy simple que permite al pensador hacer una cosa por vez. Permite separar la lógica de la emoción, la creatividad de la información y así sucesivamente. Este es el concepto de los seis sombreros para pensar. Ponerse uno implica definir un cierto tipo de pensamiento. Aquí describiré la naturaleza y el aporte de cada uno.
Los seis “sombreros para pensar” nos permiten conducir nuestro pensamiento, tal como un director podría dirigir su orquesta. Podemos manifestar lo que queremos. De modo semejante, en cualquier reunión es muy útil hacer desviar a la gente de su rol habitual, y llevarla a pensar de un modo distinto sobre el tema del caso.
La absoluta conveniencia de los seis sombreros para pensar constituye el valor principal de este concepto.
“Actuar como si”
SI ACTÚAS COMO UN PENSADOR TE CONVERTIRÁS EN UNO
Creo que uno de los dos originales de El Pensador de Rodin está en Buenos Aires, en la plaza frente al palacio legislativo. Por lo menos eso me dijo la guía mientras me señalaba este ocupado pensador tallado en bronce perdurable.
En tanto “hecho”, esto bien puede ser erróneo en varios aspectos. Puede no ser un original. Puede no haber habido dos origínales. La guía pudo haberse equivocado. Puede no estar en la plaza frente al palacio legislativo. Podría fallarnos la memoria. Por lo tanto, ¿por qué debería exponer algo que no ha sido verificado de un modo absoluto como un hecho? Hay muchas razones.
Una, que más adelante en este libro me referiré de modo específico al uso de los hechos. Otra irritar a los que creen que los hechos son más importantes que su uso. En tercer lugar, que quiero que el lector visualice aquella famosa figura pensadora, donde quiera que esté la misma. La razón verdadera, que este libro fue escrito en un avión, durante un viaje de Londres a Kuala Lumpur, Malasia. Como quiera que haya sido use la palabra creo que indica que mi estado es más de opinión que de afirmación dogmática de un hecho. A menudo necesitamos indicar el modo corno se está exponiendo algo. Sobre esto trata este espacio..
Si quieres imaginar la tan usada — excesivamente usada— imagen de El Pensador de Rodin, quiero que imagines esa postura de la mano en la barbilla, que supuestamente adopta cualquier pensador que no sea frívolo. Creo, por cierto, que el pensador debería ser activo y enérgico más que apesadumbrado y solemne. Pero, por este momento, la imagen tradicional es útil.
Adopta esa postura — en forma física, no mental— y te convertirás en un pensador. ¿Por qué? Porque si “actúas como si” fueras un pensador, te convertirás en uno.
Los tibetanos rezan haciendo girar unos molinillos sobre los que están grabadas las oraciones. Los molinillos giratorios hacen subir las oraciones en espiral hacia el espacio divino. En la práctica, si se encuentran debidamente en equilibrio, un ayudante puede mantener girando una docena de molinillos de oración como en el acto circense en que giran platos equilibrados en la punta de largos palos. Es posible que el tibetano piense en la lista de ropa para lavar mientras hace girar la rueda. Importa la intención de rezar y no tanto las vibraciones emocionales o espirituales que muchos cristianos se exigen a sí mismos. Existe otro punto de vista cristiano mucho más próximo al tibetano: efectuar los movimientos propios de la oración aunque no se esté emocionalmente comprometido. Las emociones coincidirán con los movimientos a su debido tiempo. Eso es precisamente, lo que quiero decir cuando te pido que “actúes como si fueras un pensador Adopta la postura de un pensador. Hazlos movimientos. Ten la intención y manifiéstatela a ti mismo y a quienes te rodean. Muy pronto tu cerebro desempeñara el rol que estás “actuando”. Si finges ser un pensador, muy pronto, en efecto, te convertirás en uno. Este espacio expone los diferentes roles para que “actúes como si”.
Poniéndose un sombrero
UN PROCESO MUY DELIBERADO
El rasgo más llamativo de cualquier fotografía tomada hace más de cuarenta años es que todos llevan sombrero. Las fotografías de los periódicos de las películas de época muestran esta gran preponderancia de los sombreros.
Actualmente un sombrero es algo raro, especialmente entre los hombres. Los sombreros tienden a definir un rol. Se usa sombrero como parte de un uniforme, algo que de por sí define un rol.
Se puede decir que un esposo autoritario que da órdenes a su familia lleva puesto el “sombrero de director escuela” o el “sombrero de ejecutivo”. Una mujer de negocios podrá distinguir los dos roles que desempeña diciéndole a su audiencia cuál sombrero se ha puesto “el sombrero de ejecutivo” o “el sombrero de ama casa”. Mrs, Thatcher, la Primer Ministro de Inglaterra; en ciertas ocasiones manifiesta que el manejo del gobierno obliga a la practica, la prudencia y frugalidad de un ama de casa.
También existe la idea de un sombrero para pensar.
…Tendré que ponerme el sombrero para pensar y considerar su nueva propuesta. No estoy seguro de querer vender el edificio.
…Póngase el sombrero para pensar y llámeme por teléfono mañana.
…Esta es una empresa arriesgada. Tendremos que ponemos los sombreros para pensar y ver cómo podremos salir de este atolladero.
Siempre me imaginé el sombrero para pensar como una especie de gorro de dormir flojo y con una borla colgante. Casi como un bonete para los tontos, pero sin la firme arrogancia que es el único signo real de la tontería.
La gente se ofrece para ponerse sus propios sombreros para pensar o pide a otros que lo hagan.
El ponerse un sombrero de un modo deliberado es algo muy preciso. Antiguamente, el que la niñera se pusiera sombrero constituía señal cierta de que ella —y los niños— iban a salir. No había posibilidad de contradicción. La señal era definitiva. Cuando un policía se pone su sombrero está señalando claramente su deber y su actividad. Un soldado sin gorra nunca aparenta la misma seriedad ni inspira el mismo respeto que con la gorra puesta.
Es una lástima que no exista un auténtico sombrero para pensar que se pueda adquirir en las tiendas. En Alemania y en Dinamarca existe un sombrero para estudiante que es una especie de gorro de sabio. Pero la erudición y el pensamiento raramente coinciden. Los eruditos suelen estar muy ocupados aprendiendo sobre el pensamiento de otros como para pensar por sí mismos.
Considere la utilidad de un verdadero sombrero para pensar.
…No me moleste. ¿No ve que estoy pensando?
…Voy a interrumpir esta discusión para que todos nos podamos poner los sombreros para pensar y dedicarnos a este tema.
…Quisiera qué pensara sobre esto en este preciso momento. Me agradaría que se pusiera su sombrero para pensar. .
…Quisiera que siguiera pensando en este plan. Póngase otra vez en la cabeza el sombrero para pensar.
…Ud. me paga por pensar. Por lo tanto, aquí estoy sentado, pensando. Cuanto mejor me pague mejor pensaré.
…¿Qué le parece si pensamos intensamente esta cuestión? Hasta ahora, usted sólo me dio repuestas impulsivas. Póngase el sombrero para pensar.
…Pensar no es una excusa para no hacer, sino un modo de hacer las cosas mejor. Así que manos a la obra.
Esta imagen mental de alguien que usa un verdadero sombrero para pensar podría servir para evocar el estado mental tranquilo y despreocupado necesario para que cualquier pensamiento implique algo más que “meras reacciones frente a una situación.
Probablemente, los pensadores concienzudos pueden dedicar cinco minutos diarios al uso intensivo del sombrero para pensar. Todo depende de si usted considera que le pagan para pensar o para seguir el pensamiento de otros.
Quiero concentrarme en el tema del pensamiento deliberado. Tal es el despropósito del sombrero para pensar. Uno se lo pone de un modo deliberado.
Existe el tipo de pensamiento del caminar -hablar-respirar, que ponemos en práctica todo el tiempo. Contestamos el teléfono. Cruzamos la calle. Entramos y salimos de las rutinas.
No necesitamos ser conscientes de cuál pierna sigue a la otra cuando caminamos, o de cómo respirar. Hay un apoyo permanente en este tipo de pensamiento automático. Pero existe también una clase diferente de pensamiento que es mucho más deliberado y exige mayor concentración. El pensamiento automático sirve para encarar rutinas; el pensamiento deliberado, para hacer las cosas mejor, no sólo para encararlas y resolverlas al paso. Todos podemos correr, pero un atleta corre de modo deliberado y se entrena para esto.
No hay modo fácil para que nos señalemos que queremos salir del modo rutinario de pensar e ingresar al tipo de pensamiento deliberado. Así pues la expresión “sombrero para pensar” resulta una precisa señal que nos podemos dar y dar a los demás.
Comparemos estos dos tipos de pensamiento: el rutinario y el deliberado:
Cuando conduces un automóvil debes elegir la ruta, seguirla y mantenerte fuera del camino de los demás automóviles. Gran parte de la actividad que se va dando de un momento a otro depende del momento anterior y del posterior. Buscas señales y reaccionas. Esto es pensamiento reactivo. Así pues, el tipo de pensamiento del caminar hablar- respirar es muy semejante a conducir en una ruta. Lees las señales de tránsito y tomas decisiones. Pero no trazas el mapa.
El otro tipo de pensamiento está relacionado con el trazado de mapas. Investigas el tema y trazas el mapa. Lo trazas desde una posición objetiva y neutral. Para hacer esto debes mirar de un modo amplio, general. Lo cual es muy diferente del mero reaccionar a las señales de tránsito a medida que van apareciendo.
Este contraste se manifiesta en el ejemplo siguiente:
Imagina que intentas ganar una discusión. Presentas tu caso y expones todos los puntos que lo favorecen. Escuchas a tu oponente sólo para atacarlo y dejar en evidencia sus puntos débiles. Estás constantemente atacando o defendiendo. Cada una de la partes reacciona frente a la otra.
Compara esto con el modo de trazar un mapa. Yo conduje en las escuelas un programa para enseñar a pensar. Se llama TIC (Tarea de Investigación Cognitiva). Actualmente lo utilizan varios millones de escolares de diferentes países. La primera lección se llama PMI En lugar de sólo reaccionar ante una determinada situación, el joven traza un mapa simple. Para hacerlo, contempla primero la dirección “Plus” (positivo) y anota lo que observa. El joven dirige después su atención
hacia la dirección “Minus” (negativo) y finalmente hacia la dirección “Interesting” (interesante) (para todas las cosas que vale la pena anotar pero no encajan ni en “Plus” ni en “Minus”). El mapa está trazado. El pensador elige su ruta.
Una jovencita lo expresó con toda claridad. Dijo: “Yo creía que hacer un PMI era tonto y artificial, ya que yo sabía lo que pensaba. Pero cuando terminé el PMI descubrí que lo que yo misma había anotado me había hecho cambiar de opinión.”
Se trata de dirigir la atención y dé tener un modo de hacerlo. En Sydney, Australia, una clase de treinta jovencitos votó a favor de que se les dieran cinco dólares por semana para ir a la escuela. Después de hacer el PIM, y sin que la maestra sugiriera nada distinto, veintinueve cambiaron de opinión y decidieron que la idea no era buena.
Un empresario que durante meses había estado discutiendo con una importante empresa petrolera, pidió a todos que hicieran un PMI en la próxima reunión. Me contó que el problema era cierto distanciamiento. No así el tipo automático de pensamiento (caminar-hablar-respirar). En realidad, este tipo de pensamiento reactivo sólo puede funcionar cuando hay algo ante qué reaccionar. Por esto la noción de que el pensamiento crítico es la forma más completa de pensamiento puede resultar muy peligrosa. Hay una tonta creencia, basada en una defectuosa interpretación de los grandes pensadores griegos, que sostiene que el pensamiento, se basa en el diálogo y en la argumentación dialéctica. Esta creencia ha hecho mucho daño al pensamiento occidental.
La costumbre occidental de la argumentación y la dialéctica es defectuosa; excluye lo creativo y lo generativo. El pensamiento crítico vale para reaccionar ante lo que se pone enfrente pero no hace nada para producir propuestas.
Los escolares se preocupan mucho de reaccionar frente a lo que se le presenta: material bibliográfico, comentarios de los maestros, series de TV, etc. Pero tan pronto como el joven termina la escuela, deberá hacer mucho más que sólo reaccionar. Necesita iniciativa, planes y acción. Y no obtendrá esto a partir del pensamiento reactivo.
He acuñado el término operabilidad para referirme a este “pensar actuante”. Es la habilidad para hacer —y el pensamiento que implica. La palabra operabilidad debe ser paralela a “literabilidad” (la capacidad para leer y escribir) y a “numerábilidad” (la capacidad para usar números); estoy firmemente convencido de que la operabilidad debería ser un ingrediente básico de la educación, en un pie de igualdad con la capacidad para leer, escribir y usar los números. En efecto las lecciones TIC de pensamiento se ocupan de la operabilidad: establecimiento de objetivos, evaluación de prioridades generación de alternativas, etc.
Si no sólo buscamos reaccionar frente a lo que se nos presenta, necesitamos poseer un modo de dirigir la atención. El PMI es una de las formas de hacerlo. En este espacio enfocamos otro modo.
Cuando se imprime un mapa a todo color, los colores están separados. Primero se pone un color en el papel. Luego se imprime encima otro color. Luego el siguiente y el siguiente hasta que un mapa completo queda a la vista. :-
En este espacio , los seis sombreros para pensar corresponden a los diferentes colores que se usan para imprimir un mapa. Este es el método que intentaré usar para dirigir la atención. No sólo se trata, por lo tanto, de ponerse un sombrero para pensar, sino también de escoger de qué color será el sombrero que se va a utilizar.