Una Breve Historia de Todas las Cosas
Ken Wilber https://es.wikipedia.org/wiki/Ken_Wilber constituye una categoría en sí mismo. En mi opinión, él es, y con mucho, la voz más profunda y convincente de la recién nacida sabiduría americana.
Han transcurrido ya veinte años desde que Ken Wilber publicara El espectro de la conciencia, un libro, escrito a los veintitrés años de edad, que le convirtió, casi de la noche a la mañana, en el filósofo más completo de nuestro tiempo. El espectro de la conciencia, escrito por Wilber en tres meses después de abandonar sus estudios de graduación en bioquímica, plantea que el desarrollo humano atraviesa una serie de estadios que van mucho más allá de lo que suele admitir la psicología occidental. Sólo atravesando con éxito esta secuencia evolutiva, afama Wilber, es posible desarrollar primero una sensación de individualidad sana y experimentar luego una identidad más amplia que trascienda -pero también incluya- al yo personal. De ese modo Wilber unificó a Freud con el Buda, hasta entonces separados por diferencias aparentemente irreconciliables. Y ésa no fue más que la primera de sus muchas y originales contribuciones. Estas líneas son para cualquier ser humano que tratando de encontrar la sabiduría en la vida cotidiana quede desconcertado ante la gran diversidad de caminos -a menudo contradictorios – que, asegurando conducir a la verdad, yerran en lo fundamental.
No conozco a nadie que haya descrito de manera más sistemática y comprehensiva que Wilber el camino del desarrollo del ser humano, el camino de la evolución de la conciencia. Y ciertamente que a lo largo de mi viaje conocí a muchas personas que pretendían estar en posesión de una versión particular de la verdad,
pero casi siempre terminé descubriendo que sus conclusiones eran parciales y que, si bien daban cuenta de un determinado conjunto de capacidades y de valores, dejaban, sin embargo, completamente de lado a otras.
Como pronto advertirán, Wilber ha adoptado, un enfoque comprehensivo y global. En las páginas siguientes descubrirán una visión coherente que integra las verdades procedentes de una amplia y dispar diversidad de campos -como la física, la biología, las ciencias sociales, las ciencias sistémicas, el arte, la estética, la psicología evolutiva y el misticismo contemplativo, por ejemplo – y que también incorpora movimientos filosóficos tan opuestos como el neoplatonismo, el modernismo, el idealismo y el postmodernismo.
Lo que Wilber afirma es que una determinada formulación de la verdad puede ser válida sin ser completa, puede ser cierta pero sólo en la medida en que funciona y que debe ser considerada como una parte de otras verdades igualmente importantes. Tal vez la herramienta más novedosa y potente que Wilber nos presenta
en Breve historia de todas las cosas sea la noción de los cuatro «cuadrantes» del desarrollo. El estudio de los centenares de mapas del desarrollo que han bosquejado los diversos pensadores a lo largo de los años -mapas del desarrollo biológico, del desarrollo psicológico, del desarrollo cognitivo y del desarrollo espiritual, por nombrar sólo a unos pocos – llevó a Wilber al reconocimiento de que, muy a menudo, estos mapas estaban describiendo diferentes versiones de la «verdad». Las formas exteriores del desarrollo, por ejemplo, pueden ser valoradas de manera objetiva y empírica pero, como afirma explícitamente Wilber, este tipo de verdad no lleva muy lejos. En su opinión, todo desarrollo comprehensivo también posee una dimensión interna, una dimensión subjetiva e interpretativa que está ligada a la conciencia y la introspección. Pero además, el desarrollo interno y el desarrollo externo, según Wilber, no tienen lugar aisladamente y de manera individual sino que acontecen en el seno de un contexto social y cultural. Estos son los cuatro cuadrantes de los que hablábamos.
Ninguna de estas formas de la verdad -sostiene Wilber recurriendo, para ello, a una serie de vívidos ejemplos- puede ser reducida a las demás. Un conductista, por poner un solo ejemplo, jamás podrá llegar a comprender la experiencia interna de otra persona mediante la mera observación de su conducta externa (ni tampoco, por cierto, de sus correlatos fisiológicos). Es cierto que la verdad nos hace libres pero sólo si reconocemos la existencia de más de un tipo de verdad.
Breve historia de todas las cosas opera a varios niveles. Se trata, en mi opinión, del mapa más exacto del mundo en que vivimos y del lugar que en él ocupan los hombres y las mujeres.
Según señala Wilber, la misma dialéctica del proceso evolutivo implica que cada nuevo estadio evolutivo trascienda los límites de sus predecesores pero imponga, al mismo tiempo, sus propios nuevos límites. Ésta es una visión que honra cualquier búsqueda auténtica de una vida más consciente y plena. «No existe ninguna época definitivamente privilegiada -dice Wilber- y todos nosotros seremos alimento del mañana. El proceso evolutivo prosigue su camino y el Espíritu se encuentra en el proceso mismo, no en un lugar concreto y privilegiado del espacio y del tiempo.»
En otro nivel, Wilber nos ofrece, en Breve historia de todas las cosas, una penetrante crítica que nos ayuda a desmitificar y desenmascarar a todos aquellos maestros, técnicas, ideas y sistemas que, prometiendo un camino de acceso a la verdad completa, suelen terminar revelándose parciales, falsos, distorsionados y engañosos. Y también queda claro que, con harta frecuencia, nosotros mismos somos cómplices del engaño. Temerosos de cualquier cambio y con una extraordinaria capacidad para mentirnos a nosotros mismos, somos demasiado proclives a buscar respuestas simples y aferrarnos a ellas como a un clavo ardiendo, lo cual termina estrechando nuestra perspectiva y frustrando nuestro posible desarrollo.
El mensaje de Wilber constituye un acontecimiento infrecuente al que el autor aporta un corazón sincero y un profundo compromiso con la verdad. Su visión se extiende para permitirnos acceder a una imagen lo más amplia posible, pero se niega, sin embargo, a considerar que todos los elementos compositivos
son iguales. Wilber, por el contrario, es un especialista en establecer diferencias cualitativas y valoraciones muy sutiles. Y aunque no tema crearse enemigos, es respetuoso con aquellas opiniones que discrepan de la suya. Como resultado de todo ello,
Breve historia de todas las cosas irradia una luz muy peculiar que no sólo ilumina las cuestiones fundamentales de nuestra vida sino que también echa luz sobre decenas de temas confusos y de preguntas sin respuesta de nuestro tiempo (como los roles cambiantes de los hombres y de las mujeres, la continua destrucción
del medio ambiente, la diversidad, el multiculturalismo, los recuerdos reprimidos, el abuso sexual de la infancia y el papel que desempeña Internet en la era informática, por nombrar sólo unos pocos).
No concibo una forma mejor de introducir a alguien en la obra de Ken Wilber que la lectura de este libro, un libro que eleva el debate sobre la evolución, la conciencia y la posible transformación del ser humano a una dimensión completamente nueva. Y, en un nivel mucho más práctico, este libro evitará muchos pasos equivocados y muchas desviaciones en cualquier camino de sabiduría que decidamos emprender.
Este libro trata precisamente de «Dios, de la vida, del universo y de la totalidad de las cosas», aunque la respuesta, obviamente, es algo más compleja que «42». Este libro reflexiona sobre la materia, la vida, la mente, el Espíritu y el proceso evolutivo que parece unificar a todos esos elementos dispersos en una misma
pauta conectiva que es indispensable para entender la Descodificación Biológica.
Diálogo entre Ken Wilber y un Periodista : La Pauta que Conecta
P: Comenzaremos, pues, nuestra historia con el mismo Big Bang y, a partir de ahí, trataremos de rastrear el camino recorrido por la evolución desde la materia hasta la vida y, desde ésta, hasta la mente. Luego, con la emergencia de la mente, de la conciencia humana, prestaremos atención a los cinco o seis grandes estadios por los que ha atravesado la evolución de la humanidad.
Y todo esto lo ubicaremos en el contexto de la espiritualidad, del significado de la espiritualidad, de las diversas formas que ha ido asumiendo ésta a lo largo de la historia y de las diversas formas que pueda asumir en el futuro. ¿No es así?
KW: Así es. Se trata de una especie de breve historia de todo. Y, aunque parezca algo muy pretencioso, este intento se apoya en lo que yo llamo «generalizaciones orientadoras», lo cual simplifica extraordinariamente las cosas.
P: ¿Qué es exactamente una generalización orientadora?
KW: Una generalización orientadora es una verdad amplia y general procedente de los diferentes campos del conocimiento humano -la física, la biología, la psicología, la sociología, la teología y la religión- sobre las que existe muy poco desacuerdo. En la esfera del desarrollo moral, por ejemplo, nadie coincide plenamente con todos los pormenores de los estadios del desarrollo moral descritos por Lawrence Kohlberg ni tampoco existe un acuerdo generalizado sobre los detalles concretos de la reconceptualización de ese mismo esquema realizada por Carol Gilligan. Pero en lo que sí existe un acuerdo amplio y general es en que el
desarrollo moral atraviesa no menos de tres grandes estadios. En el momento del nacimiento, el ser humano no está todavía socializado en ningún tipo de sistema moral (y, en este sentido, es «preconvencional»). Más tarde asimila un esquema moral general que representa los valores fundamentales de la sociedad en la que se halla inmerso (y deviene «convencional»). Y, en un momento posterior del desarrollo, el individuo puede comenzar a reflexionar sobre su propia sociedad y distanciarse críticamente de ella para alcanzar una cierta capacidad de transformarla (momento en el cual alcanza un estadio «postconvencional»).
Así pues, aunque los detalles reales y el significado concreto de esa secuencia evolutiva se hallen todavía sujetos a debate, todo el mundo coincide en la existencia universal, hablando en sentido amplio, de esos tres grandes estadios. Éstas son generalizaciones orientadoras que nos muestran, con un elevado grado
de acuerdo, que los bosques importantes han sido ya localizados, aunque todavía no terminemos de estar de acuerdo en el número concreto de árboles que contienen.
El hecho es que, si tenemos en cuenta las generalizaciones orientadoras que nos proporcionan las diferentes ramas del conocimiento -desde la física y la biología hasta la psicología y la teología- sobre las que existe un amplio grado de acuerdo, podremos arribar a algunas conclusiones sorprendentes y, con frecuencia, profundas, que -por más extraordinario que puedan parecernos- no encarnan más que nuestro acuerdo-general-sobre- el-conocimiento. Es como si las perlas del conocimiento ya hubieran sido encontradas y sólo_ nos faltara enhebrarlas para componer el collar.
P: ¿Así que a lo largo de nuestra discusión iremos construyendo una especie de collar?
KW: Efectivamente. De este modo, las amplias generalizaciones orientadoras nos permitirán ir esbozando un amplio mapa orientador del lugar que ocupan los hombres y las mujeres en el universo, la vida y el Espíritu. Podemos rellenar como queramos los detalles concretos de este mapa, pero sus rasgos generales estarán firmemente asentados en las generalizaciones orientadoras, simples pero estables, que nos proporcionan las diversas ramas del conocimiento humano.
El Kosmos
P: Vamos a examinar el curso del desarrollo evolutivo a través de los diversos dominios, desde la materia hasta la vida y, desde ésta, hasta la mente, tres grandes dominios a los que usted denomina materia (o cosmos), vida (o biosfera) y mente (o noosfera) y a_ los que, en conjunto, se refiere con el término «Kosmos».
KW: Sí. Fueron los pitagóricos quienes acuñaron el término «Kosmos», un término que nosotros solemos traducir como cosmos. Pero su significado original no era el que le damos hoy en día cuando hablamos del «cosmos» o del «universo» como universo exclusivamente físico, sino a la naturaleza y al proceso pautado de todos los dominios de la existencia, desde la materia hasta la mente y, desde ésta, hasta Dios. Por ese motivo quisiera rescatar el término Kosmos. Y, como
usted acaba de señalar, el Kosmos incluye el cosmos (o fisiosfera), la bios (la biosfera), la psique o nous (la noosfera) y la theos (la teosfera o el dominio divino).
Podemos darle muchas vueltas al punto exacto en el que la materia se convierte en vida -o el cosmos se convierte en bios-, pero, como señala Francisco Varela, la autopoyesis (la capacidad de autorreplicación) no tiene lugar en el cosmos sino en bios, en los sistemas vivos. Se trata de un emergente fundamental y profundo
-algo asombrosamente nuevo-, y trataremos de rastrear diversas transformaciones o emergentes profundos de este tipo en. el curso de la evolución del Kosmos.
P: Así que nuestra discusión no estará tan centrada en el cosmos como en el Kosmos.
KW: Exactamente. La mayor parte de las cosmologías están contaminadas por el sesgo materialista que las lleva a presuponer que el cosmos físico es la dimensión más real y que todo lo demás debe ser explicado con referencia al plano material. Pero ése es un enfoque brutal que arroja a la totalidad del Kosmos contra el muro del reduccionismo hasta que todos los dominios de la existencia -excepto el físico- terminan desangrándose lentamente hasta morir ante nuestros ojos. ¿Es ésta una forma adecuada de tratar al Kosmos? No, en mi opinión, nosotros no tenemos que hacer cosmología sino Kosmología