El Inconsciente, ese gran desconocido
Cuando se nombra el inconsciente, normalmente todo el mundo arruga la nariz. Es el gran desconocido. Vendría a ser como un mar ignoto : en él se encuentran todos los arquetipos, los recuerdos ancestrales. Los deseos ocultos, los pecados, los secretos que gobiernan nuestras vidas.
Al inconsciente se lo suele concebir como una serie de compartimentos superpuestos, como las capas de una cebolla. Uno envuelve al otro, y así sucesivamente.
Lo que sí es cierto es que el inconsciente rige nuestras vidas, nuestras elecciones y decisiones, nos guía al escoger nuestra pareja, una casa, una vocación. No razona, es muy visceral, al menos en algunos de sus programas. Controla todo lo que nos sucede, sobre todo los acontecimientos impactantes e inesperados en los que la carga emocional domina la situación, y se graba en él. El cerebro reptiliano, que es el principal soporte del inconsciente biológico, tiene como misión fundamental salvarnos la vida, es totalmente visceral y reacciona con la máxima rapidez; pero, sobre todo, tiene una función vital que es grabar todo lo que los sentidos perciben en cada situación estresante a fin de evitar que en otra situación parecida repitamos el mismo error. Para dar mayor luz a lo que estoy explicando podemos considerar el caso de un niño pequeño que con su dedito toca una lámpara encendida, le quedará grabado para siempre que no tieneque volver a hacerlo si no se quiere quemar. Asimismo, leva programas heredados de nuestros ancestros que nos vuelven más sensibles a situaciones cotidianas, y ello hace que vivamos experiencias muy exageradas, cuando, en realidad, no tendrían por qué ser así. La emoción es el principal vehículo de anclaje o grabación del acontecimiento, sin ella el inconsciente no reacciona.
El inconsciente nos hace repetir una y otra vez situaciones, sean estas felices o enfermizas. Muchas veces. Muchas veces, lo hace de forma compulsiva y, sobre todo irracional.
Obviamente, a la consulta, vienen personas con problemas enfermizos y nunca nadie que quiera desprogramar y desaprender conductas felices.
Podría decir, sin miedo a equivocarme, que el pasado se repite en nuestras vidas, se halla oculto en el inconsciente, un pasado que llamamos futuro. Hace falta un acto de conciencia, diría que supremo, para poder cambiar el propio futuro. Se trata de poder cambiar la propia emoción en un momento importante: el presente, cambiar la relevancia que se le da. Comprender que se trata de un suceso impregnado de emoción, y que es esencial cambiarla para modificar el pasado, y por ende, el futuro. Con ello quiero decir que , desde una posición cuántica, cada momento es un momento de elección, y en esa elección determinamos el instante siguiente, que más tarde llamaré futuro. Si respondo a un estímulo y me dejo invadir por la emoción resultante, el programa seguirá manifestándose e inevitablemente viviré los acontecimientos. Por eso, el acto de conciencia en cada instante es una oportunidad de regir tu vida y evitar que la rijan los programas inconscientes.
Si estuviéramos alerta a cualquier impacto emocional, si nos disociásemos lo suficiente de este, reduciríamos la emoción que nos reclama el inconsciente; podríamos poner otra y cambiar la relación causa / efecto 1 por otra relación causa/efecto 2. Esto haría que los acontecimientos futuros fueran otros. Lo importante es saber inconsciente se alimenta de nuestra atención; pero cuidado: de atención emocional, y esta puede ser cambiada con un acto consciente si se entrena suficientemente a la mente para hacerla observadora. Es imprescindible desarrollar este «estado de alerta> si queremos desvincularnos de relaciones adictivas, de repeticiones, que nos hacen vivir una y otra vez las mismas situaciones, los mismos problemas, con actores diferentes.