En nuestra cultura, tan tecnologizada y en su mayoría agnóstica, estas prácticas, como las oraciones y danzas rituales y las distintas celebraciones que tienen relación con los ciclos de la vida y de la muerte, han caído en desuso y están desprestigiadas. ¿Dónde buscar un hilo por donde conducir nuestra espiritualidad, que no responda a dogmas férreos y excluyentes?
Cuando decides hacerlo, en cuanto empiezas a investigar, te encuentras con que tu ser holístico es como una gran mansión con infinidad de cuartos abandonados y en desuso, y que tú vivías replegado y restringido en una pequeña superficie de ella. Ni siquiera conocías lo que había en el resto de la casa. Has vivido tu existencia únicamente en la cocina. Allí has hecho tu comida, has dormido, incluso has
Se la descubierto que en estado de calma, naturalmente los lóbulos frontales de nuestro cerebro se activan curiosamente, esta es la parte donde residen la creatividad y la capacidad de tomar decisiones frescas y nuevas. Algunas personas utilizan mucho esa zona porque su actividad o su profesión les exigen anticipar resultados, tanto si se trata de pintar un cuadro como de redecorar un lugar o planificar un evento.
Si volvemos a la metáfora de la mansión deshabitada, nos encontramos viviendo en la cocina, reciclando pensamientos y sucesos constantemente, armando nuevos platos con las sobras del día anterior. La comida así preparada no sabe nunca muy bien, no puede tener el sabor ni la fragancia de una comida nueva -o una idea, una posibilidad o un proyecto nuevos- que, preparada con elementos bien elegidos, solamente puede surgir de la zona frontal del cerebro cuando está adecuadamente activada.
para mantener almacenada la carga emocional negativa en las células durante tanto tiempo. Ahora tratemos de imaginar cómo nos sentiríamos si pudiéramos liberar esa carga emocional negativa y diéramos lugar a una transformación.
Cuando atravesamos cualquier experiencia de tensión interna, habitualmente surge una decisión inconsciente basada en ideas tales como “No soy lo suficientemente bueno” o “No voy a poder lograrlo”. Esas decisiones están teñidas de una percepción negativa de nosotros mismos y, si creemos en ella, deja sus huellas en nuestro campo energético y dirige nuestras vidas. La mayor parte de esas huellas han sido creadas durante nuestra niñez -el tiempo crítico de nuestra formación -o incluso pueden haber sido absorbidas, durante la vida intrauterina, del campo energético de nuestras madres. Algunas otras han sido heredadas genéticamente, de la misma manera en que pudimos haber recibido talento para la música o predisposición hacia los deportes.
Cada uno de nosotros tiene su parte del dolor colectivo simplemente por formar parte de la raza humana. Y cada uno de nosotros registra el condicionamiento de millones de influencias sociales, culturales, genéticas, planetarias y, muy posiblemente, también galácticas.