En Búsqueda de las Causas de las Enfermedades
No es de extrañar que cualquier persona quiera saber por qué enferma a nivel físico o por qué a veces siente un malestar específico en su vida anímica, o cuál es el motivo o los motivos por los que vive una existencia que no quiere o cuáles son las causas por las que desarrolla un síntoma y qué puede o debe hacer para sanarlos. Entender la causa de la enfermedad para poder acabar con ella es la idea que ha predominado hasta nuestros días. Y surgió la ley de causa-efecto. Del mismo modo que en la construcción de todo pensamiento, una palabra se suma a otra, en la salud, cada concepción ha otorgado elementos para continuar evolucionando.
Ya desde tiempos inmemoriales las personas han querido dar respuesta a sus malestares y encontrar sentido a sus síntomas, saber dónde está el origen para correr a eliminarlo. Cada época ha ofrecido respuestas distintas a esas inquietudes y en cada ocasión se han tomado como verdades absolutas, por mucho que difirieran entre unas y otras. El objetivo consistía en encontrar un factor que pudiera dar con la causa de una enfermedad, que coincidiera con el cuadro médico, para dar respuesta a la necesidad de saber. Cuando se encontraba un elemento originario de la enfermedad y se daba por válido, se aplicaba a todos los casos que coincidían con sus mismas características para tratar de unificar y agrupar en problemáticas, factores de riesgo y posibles curas o métodos de sanación. De este modo, se han ido repitiendo teorías en las escuelas de Medicina hasta nuestros días, postulados que han ido cambiando según el ojo del observador.
En los orígenes de la historia del ser humano se decía que podía ser cuestión de espíritus, un castigo, el pago de una condena, una fatalidad provocada por el destino, una desgracia, un fallo en la estructura corporal, la mala estrella, una maldición, etc.
En otra época fueron los chamanes los especialistas mágico-religiosos encargados de ayudar a las personas a “extirpar” el mal y a recuperar el alma perdida de la persona enferma arrebatándosela a algún espíritu maligno o sacando del cuerpo algún elemento dañino.
Luego fue cambiando la perspectiva y, entre otros, aparecieron la teoría de los humores u otras explicaciones que no daban con los argumentos suficientes para dar una respuesta definitiva.
De ahí en adelante, miles de explicaciones han intentado encontrar el origen del llamado mal hasta llegar a lo que se conoce como Medicina moderna u “oficial”, que se hace eco de las estadísticas de lo que ocurre en lugares dispares del mundo, convoca a atacar, luchar, cortar, recortar, infiltrar, irradiar o medicar la zona que no funciona y se mantiene en el determinismo lineal, causa-efecto, para describir la aparición de la enfermedad. Esta visión mecanicista no siempre consigue dar una respuesta, tal y como le ocurre a María. En cualquier caso, la persona enferma era víctima de algo que pasaba fuera o dentro de ella y que le alteraba el curso normal de su vida.
Revisemos un poco la historia de la salud y la enfermedad.
Hipócrates en su tiempo intentó encontrar un sentido a la impotencia sexual que sentían algunos hombres y estudió a varios de ellos en una comunidad Escita. Como estos hombres iban a caballo, llegó a la conclusión de que la impotencia sexual se producía por la obstrucción compresiva mecánica debido a estar sentado en la silla de montar. Causa-efecto. No siempre resulta una unión determinante. Hoy sabemos que no todos los hombres que van a caballo padecen de impotencia sexual ni todos los hombres que padecen impotencia sexual van a caballo.
Fue Hipócrates también quien describió la teoría de los humores o líquidos corporales en la que determina que según el equilibrio resultante de los fluidos corporales como la bilis negra, la bilis, la flema y la sangre se definirá el estado de salud de la persona. Dicho de otro modo, un déficit o un exceso de estos fluidos da como resultado una alteración del estado de salud y de su personalidad, conocidas como melancólico, colérico, flemático y sanguíneo. Esta teoría tuvo miles de adeptos hasta la llegada de la medicina moderna. La terapia del sangrado o sangrías se apoyaba en estos preceptos que provenían de tan lejano tiempo.
En otros tiempos se dio una gran importancia al terreno, entendido como el estado general del cuerpo antes de la enfermedad, y entonces la aparición de la misma se explicaba como el desajuste vivido entre un cuerpo “debilitado” por hábitos inadecuados (tóxicos, alimentación, actividad física, etc.) con fallos genéticos o estructurales o por enfermedades de nacimiento al que las costumbres inadecuadas le iban a desequilibrar más. Muchos hemos oído decir: se ha enfermado porque tenía las defensas bajas. Es lo mismo que decir, tenía un terreno débil cuyas defensas bajas hicieron que la enfermedad entrara. Ahora nos podemos plantear preguntas sobre la exposición a los factores de riesgo como ¿por qué sin fumar ni tener conductas de riesgo hay personas que padecen cáncer? ¿Por qué los factores de riesgo influyen en unas personas pero no en todas las que tienen un mismo síntoma? ¿Por qué aun estando fuertes las personas se enferman? La medicina convencional no da respuesta a todas estas cuestiones, pero podemos mirarlo de otra forma y
ver qué respuestas alternativas existen.
Si contemplamos la causa de las enfermedades desde otro punto de vista, es decir, desde una mirada totalmente distinta a la habitual permitiéndonos creer por un momento en otro paradigma en el que en la base de toda enfermedad se encuentra una vivencia conflictual (conflicto biológico), entonces es posible que la respuesta que nos llegue nos permita solucionar algunos interrogantes y establecer ciertas conexiones.
Una situación vivida como intragable afectará al esófago ya que es el órgano encargado de hacer pasar el bocado, tragarlo o deglutirlo. Esa es la función biológica del esófago.
Otra diferencia en este paradigma de la salud es que, para los descodificadores, los microorganismos están en nuestro cuerpo con un
sentido específico, una finalidad, que consiste en reparar los daños celulares y degradar los tejidos que han crecido. Si se eliminan estos microorganismos el cuerpo no podrá llevar a cabo su objetivo, por lo que es preferible permitirle que cumpla con su función durante la fase de vagotonía.
Un ejemplo más de un pensamiento diferente en relación a la llamada medicina oficial es que en Descodificación Biológica Original decimos que “el mal es mal llamado mal”, ya que esta perspectiva alternativa no ve la dolencia como algo negativo, sino que entiende que la enfermedad es una solución que nos da un margen de tiempo suficiente para cambiar algo de nuestra existencia, por lo que considera que el síntoma es útil y está al servicio de la vida. Pero esto lo veremos más adelante.
De lo que estamos seguros es que la enfermedad no forma parte de un programa diabólico cuya función es alterar el curso de la vida de una persona o eliminar a los individuos. No se produce por mala suerte ni por exposición prolongada a determinados factores de riesgo, sino por exposición a un conflicto.
Para poder comprender que la enfermedad es una solución a un fuerte dolor vivido y ocultado o que la enfermedad es una llamada de atención, un primer paso es estar abierto a nuevas escuchas o posibilidades y es necesario conectar con la vida, para descubrir cómo la vivimos y la sentimos.
Una posible práctica para comprobarlo es pensar en un síntoma concreto del pasado. Debemos imaginar que viajamos en el tiempo e ir a buscar dos cosas: una es descubrir cuál fue la experiencia impactante, algo vivido como un shock, y la otra es ver cómo era la vida antes de que aparecieran los primeros síntomas o qué situación concreta nos desestabilizó. Esta búsqueda nos permitirá localizar la incoherencia y el desajuste con el que solemos vivir casi todos los niveles de nuestra existencia, pero sobre todo a nivel espiritual.
Como ejemplo, tomaré un síntoma común como la gripe. Es un síntoma que aparece en fase de vagotonía cuando se ha solucionado un conflicto con la tonalidad de “algo apesta, hay muy mal ambiente, hay discusiones o broncas y me siento impotente o incapaz para poder cambiar la situación”.
Por eso aparecen síntomas respiratorios, dolores músculo-esqueléticos y signos de inflamación. La explicación médica colocaría el origen en la transmisión y contagio con el virus de la gripe o influenza.
Etimológicamente, la palabra “gripe” deriva de término francés grippe, que significa agarrarse o bloquearse en exceso, como si los síntomas gripales se “agarran” a la persona introduciéndose en su cuerpo al que dejan dolido. Por otro lado, la palabra “influenza” proviene del latín, influentia, y se le asignaba el sentido de tener la enfermedad por influencia o contagio de otro.
Pero ¿quién habrá influido al primero que la tuvo? Distintas épocas, distintas explicaciones.
El ser humano ha dado una gran importancia a su intelecto, a su raciocinio e intenta encontrar las explicaciones desde la razón. Eso le ha llevado a desconectarse de lo que vive en su cuerpo, se ha separado de su mundo sensible, por lo que suele ser más fácil entender la enfermedad como algo malo que viene desde afuera que escuchar qué es lo que realmente está ocurriendo en su interior. Además, necesitamos una explicación para todos los males y poder así mantener la calma. El vacío genera malestar y por eso interesa tanto poder tener respuestas que justifiquen qué es lo que está ocurriendo en el cuerpo.