Respuestas y más Respuestas
Para continuar la historia vamos a ir hacia atrás en el tiempo. Casi mil años antes de la teoría de Pasteur, dos médicos del siglo X, Ahmed Ibn Sahl al-Balkhí y Haly Abbas, propusieron una hipótesis totalmente revolucionaria.
Fue durante la llamada Edad de Oro del Islam, una época prolífica en la que se dieron importantes innovaciones y descubrimientos científicos. Estos dos doctores se dieron cuenta de que las enfermedades se originaban en las interacciones entre la mente y el cuerpo. Nuestro pensamiento, nuestra psique, según decían, tiene una influencia crucial en el desarrollo de las dolencias que padecemos.
No obstante, sus rompedoras ideas no fueron oídas y aún menos tenidas en cuenta, por lo que con el tiempo fueron quedando en el olvido. A pesar del trato recibido, esta teoría se acercaba mucho a lo que hoy en día conocemos como medicina psicosomática.
Pasan los años, los siglos y sigue viva la esperanza de encontrar una respuesta, de saber qué es lo que daña el cuerpo. De este modo, ya en el siglo XIX, el científico Louis Pasteur dio con la teoría predominante en nuestros días. Propuso que las enfermedades eran causadas por los gérmenes, nuestros enemigos, contra los que debíamos luchar con antibióticos.
Sin embargo, esta explicación queda muy lejos de aclarar por qué enfermamos, ya que, ¿cómo puede ser que, por ejemplo, ante un mismo virus de la gripe, haya personas que caigan enfermas y otras no? O, ¿por qué algunas desarrollan unos síntomas y otras unos diferentes? ¿Por qué los mosquitos que pican en lugares tropicales y en lugares fríos provocan una reacción distinta? En unos casos, las personas enferman de Dengue o Chikungunya a causa de la picadura del mosquito Aedes aegypti, pero en otros la picadura del mismo mosquito no da reacción alguna. Tengamos en cuenta el estado de cada ser humano a nivel global.
El propio Pasteur dijo antes de morir: “Claude Bernard tenía razón. El agente no es nada. El terreno lo es todo”. El Dr. Pasteur tuvo la conciencia abierta para poder aceptar otras posibilidades y en lugar de insistir que todas las enfermedades provenían de un microbio o agente externo al organismo pudo ver otra posibilidad como que el cuerpo (terreno) puede estar débil. En su justa medida, el daño ya estaba hecho. A partir de esta teoría se desató la guerra contra todos los gérmenes y fue así como surgieron los laboratorios encargados de fabricar las armas de destrucción, como las vacunas para evitarlos y los antibióticos para eliminarlos.
Todavía debemos hacer algún alto más en la historia hasta llegar a la Descodificación Biológica Original, la ciencia que nos ocupa.
En el siglo pasado y de la mano del alemán Georg Groddeck, uno de los padres de la medicina psicosomática, surgió una nueva mirada para explicar la causa de las enfermedades. Groddeck consideraba que la psique –la mente– influía directamente en el cuerpo y, en consecuencia, influía en las dolencias que se manifiestan en él. Por eso, para curarlas, su método incluía aspectos psicosociales, es decir, éste médico no solamente tenía en cuenta los síntomas físicos que se presentaban, sino que para él también era importante el entorno y las condiciones mentales que se dieron al enfermar.
Tal vez, una manera de verlo más claro sea con un ejemplo que él mismo explicaba: “Aquél que llega a la conclusión de que yo medico mentalmente a un humano que se rompió la pierna tiene razón, pero también ajusto la fractura y protejo la herida. Después le doy un masaje, hago ejercicios con él, le doy a la pierna baños diarios con agua a 45°C durante media hora y cuido que no se inflame ni supure. Y cada tanto le pregunto: ¿Por qué se rompió la pierna “usted mismo”?” (Groddeck, 1977)
Los estudios que Groddeck llevó a cabo tuvieron muchísima repercusión y han servido de base para otros avances médicos. Hasta el mismo Sigmund Freud, conocido por todos como el padre del psicoanálisis, analizó en detalle sus investigaciones y de él adoptó el término “ello”, la parte inconsciente que está presente en todos nosotros. Así que podríamos resumir que lo más destacable de los avances de Groddeck es la idea de que nuestra mente influye en las enfermedades que padecemos. Para entender qué es lo que
causa una dolencia no se puede dejar de lado la parte inconsciente de nuestro ser, que de algún modo incide y causa nuestros males.
Carl Jung decía que nadie nace como una tabula rasa y que cada ser humano viene a la vida cargando una historia, es decir, la historia del inconsciente familiar que reúne además al inconsciente colectivo. Tenemos un patrón de conducta que influye en el funcionamiento biológico de nuestro organismo y la pregunta a realizarse es, ¿qué es lo que hay en tu inconsciente que te hace mal? Entendiendo que es en ese espacio de nuestra psique dónde se manifiesta la manera de vivir y que ésta es la que nos puede llevar a la enfermedad.
Siguiendo la idea de un cuerpo o soma unido a una psique tenemos a Luis Chiozza (2016), médico de origen argentino, junto con otros colaboradores analizan e investigan casos de enfermedades orgánicas desde el año 1972 donde observan cómo la enfermedad representa en el escenario de la vida íntima un drama identificable reprimido en la historia de la persona. Organizaron la Escuela Patobiográfica en la que médicos y psicoanalistas aprenden la historia que se oculta en el cuerpo.
El Estrés como Causa
¿Alguna vez se han preguntado por qué cuando estamos sintiendo miedo o ansiedad parece que enfermamos más? O cuando pasáis por una época de estrés, ¿no tienen la impresión que de un achaque se pasa a otro? Eso mismo quiso investigar un científico estadounidense, Walter Cannon, a principios del siglo XX, cuyo interés se centraba en conocer cómo afectaban las emociones al sistema nervioso autónomo. Este sistema está compuesto de un grupo de nervios llamado sistema simpático y otro que es el nervio vago o parasimpático. Examinó la reacción de los animales ante situaciones de estrés, ansiedad o rabia y concluyó que había una tendencia innata a mantener el equilibrio y la estabilidad internos ante estas situaciones. Esa tendencia la bautizó con el nombre de Homeostasis (del griego Homoios, que significa similar o igual, y stasis, que significa posición o quietud) y dejó referencia de ello en su libro The Wisdom of the Body (La sabiduría del cuerpo), publicado en 1932. De estas mismas investigaciones surgió otra teoría importantísima para
comprender cómo nos afecta el estrés: es el Síndrome de adaptación general o estrés, una reacción que se da en todos los animales y en los humanos. Ante una amenaza o una agresión, los animales o los seres humanos reciben una descarga general del sistema nervioso simpático que los prepara para huir o para defenderse y combatir por su vida. Se trata de preparar el cuerpo para la acción posterior. Son un conjunto de síntomas tanto psicológicos como físicos que se producen en el cuerpo ante una situación de ansiedad.
El investigador que desarrolló la teoría, Hans Selye, nacido en el imperio austrohúngaro y nacionalizado canadiense, fue quien en los años 40 se dio cuenta de que algunas personas presentaban síntomas físicos que no estaban causados por la enfermedad que padecían o por su condición médica. Su causa debía ser otra y probablemente el origen estuviera en haberse expuesto a una situación estresante o de ansiedad.
Debemos detenernos un momento para explicar con un poco más de profundidad en qué consiste este síndrome, ya que es fundamental para entender la Descodificación Biológica Original. Lo principal es definir que se presenta en tres fases: la de alarma, la de resistencia y la de agotamiento. Pero vayamos por pasos y adentrémonos un poco más en cada una de ellas.
En la primera fase, la de alarma, el cuerpo se activa frente a una situación potencial de estrés, produciéndose automáticamente una serie de cambios orgánicos que nos preparan para hacer frente a la situación de alerta que detectamos.
¿Qué quiere decir esto? Pues que nuestro sistema nervioso autónomo simpático, que se encuentra en reposo o con poca actividad según lo que estemos realizando, se activa y se pone a trabajar con más intensidad en función de lo aguda que sea la situación de estrés: aparece ansiedad o inquietud, se dilatan las pupilas, aumenta la circulación de la sangre que va hacia los músculos para tener más fuerza, aumenta la frecuencia respiratoria y la frecuencia de los latidos del corazón, disminuyen las contracciones estomacales y todas las funciones que no son absolutamente necesarias para la supervivencia.
En el caso de un animal que es perseguido por un depredador, el cuerpo de ambos se preparará para estar en la posición de “hacer más” y por lo tanto de estar más cerca del objetivo de cada uno, sea escapar de uno o atrapar al otro, respectivamente.
En todo caso, en fase de simpaticotonía o alerta las funciones de la acción están aumentadas y el sujeto se prepara para enfrentarse a la situación estresante. Retomemos el ejemplo de María, la persona de nuestro primer caso.
Supongamos que estaba muy tranquila, haciendo planes de futuro, contando con algo seguro y que se presenta ante su tía para hablar
con ella de sus proyectos.
En el mismo instante en que le dice que ha habido un cambio, que ya no puede disponer del dinero que supuestamente seguía
ahorrado, siente una serie de reacciones corporales que le indican que su cuerpo ya no está tranquilo, sino que se encuentra en una
posición emocionalmente desagradable para ella. Entendamos desagradable como “me quiero alejar rápidamente de ella”. Se siente inquieta, incomoda y tiene dificultad para pensar con claridad.
Una vez el cuerpo ya está en tensión, se presenta la segunda fase, la de resistencia o de adaptación al evento estresante. Podríamos decir que en este momento el cuerpo ya está preparado y actúa frente a la situación de estrés.
Lo puede hacer de múltiples maneras, ya que se ponen en marcha diversos mecanismos de defensa, como por ejemplo la huida, el ataque o la parálisis.
En nuestro organismo se activan procesos tanto fisiológicos, físicos y químicos, como cognitivos, que nos ayudan a tomar decisiones para
enfrentarnos a la situación. Reaccionamos ante aquello que nos causa estrés, miedo o ansiedad.
En el caso de María existen varias reacciones posibles: hacer ver que nada ha ocurrido, es decir, irse rápido sin decir nada para evitar la confrontación (huida); gritar y exigir lo que considera que es de su propiedad (ataque); o quedarse muda, de piedra (parálisis).
Las respuestas que tenemos sirven para sobrevivir a una amenaza a corto plazo. Aunque puede ocurrir que esta segunda fase perdure durante cierto tiempo, no podemos mantenernos en este estado de tensión indefinidamente.
Si sucede, si la persona se adapta a la situación de estrés, lo hace con algún coste asociado. ¿Qué quiere decir esto? Que puede ser que su resistencia general se vea afectada y disminuya; o que mengüe su tolerancia a la frustración; o que aparezcan trastornos psicosomáticos o fisiológicos temporales o permanentes, es decir, que enferme o que disminuya la inmunidad de la persona.
Esto provocaría la llegada a la tercera fase del síndrome, la fase de agotamiento. Si fracasa la resistencia o adaptación, los daños para la persona pueden convertirse en crónicos o irreversibles. Éste es el caso de las personas que viven expuestas a un estrés sostenido cuando en la familia se vive una situación de estrés traumático como, por ejemplo, en momentos de guerra, inseguridad constante, violencia, agresión o maltrato, es decir, cuando no pueden bajar la guardia y permanecen en un estado de estrés constante. Al cabo de un tiempo la persona que ha pasado a la fase de agotamiento comenzará a padecer ligeros trastornos y puede ser que aparezcan patologías que se cronifiquen. Más adelante trabajaremos en mayor detalle este estado.
Comprendiendo el largo proceso de evolución de las especies, podemos entender mejor la teoría a la que nos estamos refiriendo, ya que, mediante el desarrollo evolutivo, de forma continua, cada especie ha tenido que producir adaptaciones para sobrevivir al estrés imperante en el medioambiente. Y si no ha sido capaz de ajustarse a estos cambios, la especie ha desaparecido. Esto supone que, o la especie se adapta mediante cambios externos o internos, o muere. Asimismo, los seres humanos nos hemos tenido que adaptar a alteraciones del medio externo o interno.
Todos hemos vivido momentos en los que nos hemos visto expuestos a situaciones que nos han desequilibrado, ante los que hemos tenido que reaccionar para reajustarnos, y a los que hemos sobrevivido. Son ocasiones que nos permiten aprender, pero que también pueden causar enfermedades.