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Freud denominó Ello a los impulsos irracionales que desorganizan el Yo por contener lo que la conciencia reprime. Jung llama a esa misma dimensión ” sombra” y la asimila a nuestro hermano de la oscuridad”: lo repudiado, el lado negativo, el costado más arcaico, primitivo, agresivo, que no nos gusta reconocer, puesto que ejerce su poder detrás del ego, no es fácil de ver ni de aceptar.
La psicogenealogía viene a completar este cuadro: como eslabones de un grupo familiar desempeñamos los roles asignados -a veces-, desde antes de nacer. Ver la sombra que nos genera, aceptar el desafío de transformar la realidad es la tarea de desprogramación que estamos invitados a transitar para ser-en-conciencia. Traducir lo viejo y usar un nuevo lenguaje.
Los invito a realizar una apertura que recupere las percepciones, las huellas de los discursos que asumimos antaño como propios, que revisemos cómo se reactualizó en la adultez el repertorio de emociones y conductas que provienen de los arquetipos argumentos de los relatos de familia y de los primeros “cuentos” (en su doble sentido: literarios y familiares) que nos narraron. Para eso les propongo sumergirse por el oleaje de la memoria afectiva hasta encontrar las diferentes voces que calaron en nuestra subjetividad. Los patrones aprendidos en estos “textos de origen” se inscribieron y siguen presentes en la madurez de la vida amorosa o profesional, en las actitudes que tenemos como madres, hermanas, amantes, amigas y profesionales como hijos, hermanos, esposos, amantes, artesanos o empresarios, laten en la concepción del mundo que construimos y en los prejuicios-creencias con los que miramos a los otros y a nosotros mismos.
¿Qué “guiones” de conducta infantil se vuelven a poner en marcha en situaciones de crisis? ¿Cómo funcionamos cuando tenemos por delante un dilema, cuando urge la toma de decisiones o cuando nos enfrentamos a situaciones limite? ¿Cómo detectar esas antiguas “manzanas envenenadas que aún se nos ponen por delante y que comemos sin estar prevenidos?
Cada respuesta arroja un modo de ser un mandato sobre como establecer una relación interpersonal. En cada sujeto habita la posibilidad de ser el
monstruo, las hermanas envidiosas, el padre corrupto, el príncipe amante o la doncella bondadosa.
Cada perfil es un fragmento de nuestro ser total. A veces dejamos hablar a la niña que se sacrifica para salvar a su progenitor, otras veces nos piden la palabra la Bestia o las mezquinas madrastras de todos los cuentos. Cada etapa pone a relucir un costado del mandato encarnado en el personaje que nos impusieron, que compramos, que llevamos como una cruz que reventamos cada día. Nadie es siempre bueno o malo, sabio o ignorante, joven o viejo, audaz o temeroso. Somos todo a la vez o según las circunstancias. Lo mismo sucede con los arquetipos y los mandatos disfrazados de personajes cada uno tiene sus propios problemas y sus ventajas. Cada uno de los patrones que nos gobierna conforma una parte de nuestra personalidad, un fragmento incompleto que para crecer, necesita de otros aspectos que integran la unidad.
Así como un hombre integrador de sus partes femenina y masculina es un ser más maduro, sensible y poderoso, del mismo modo, cada mujer además de potenciar los patrones femeninos que la favorezcan deberá convocar también el ánimus que la complemente. Lo distinto no es lo enemigo, puede ser la puerta hacia una nueva luz.
Te asusta la imagen de Baba Yaga, la anciana bruja de los cuentos rusos? Este paradigma ya estaba presente en la mitología griega en la figura de Hestia. Si te alejaras de este personaje por miedo a la contundencia del paso del tiempo, a la imagen de la vejez, te salvarías de atravesar algunas zonas peli grosas, pero a la vez bloquearlas el surgimiento de la sabiduría que entraña el paradigma de la anciana dadora de sus experiencias.

¿Creés que pasados los 60 años deberías sentir como a los 20? Puedes quedar fijada al arquetipo de Afrodita (desear ser siempre la diosa del amor y vivir en rivalidad la presencia de cada mujer por la lucha posesiva del hombre amado) constituye un problema: los procesos vitales reclaman transformación de la energía erótico-amorosa: si ayer fue bueno sentirte una Bella Durmiente, hoy-ya madura ese paradigma te inmoviliza en la espera del beso que te despierte y, mientras tanto, dejarías de apreciar las bondades de acercarte a Artemisa, que te ofrece un gesto más inclusivo y solidario con otras mujeres Se pueden vivir personajes en simultáneo? Difícil, pero nunca somos solo eso que mostramos ser. Una etapa termina y se percibe como cierre (muerte) para dar paso a otra nueva (renacimiento). Sin embargo, en el devenir tejemos un mismo tapiz donde cada dibujo exhibe quién soy, quien fui, quién deseo ser. Te propongo asumir una posición de autoconsulta: qué personaje me compré y llevo puesto hace años tanto al mercado como a la fiesta, tanto a la cama como a la mesa? ¿ Qué mito me cuento cuando cada vez que tomo una decisión o asumo una determinada conducta? Si esa historia que ” hago mía ” es o no ” verdadera”, no es el problema; el asunto es que si yo la considero “mi fábula”, ” mi verdad ” porque de ahí derivan mis acciones, creencias, patrones y conductas.

Ver los arquetipos que se combinan en una persona, tomar conciencia de eso es dar el primer paso para asumir o revisar los personajes que llevamos a cuestas; cambiar y transformar, pasar a la siguiente etapa de crecimiento o quedarse estancados.

La idea es hallar ese estereotipo del relato fundante, mirarlo de frente – enfrentarlo – y salir de la zona de confort 8 aunque suframos nos aferramos a ese modelo que nos oprime, y muchas veces lo seguimos prefiriendo porque ahí estamos seguros, conocemos sus bordes, preferimos no movernos, la lealtad a la sangre nos da confianza).

La consigna es remover esas lealtades y confianzas tantas veces tóxicas y entrar en el conflicto. Poner nombre a aquello que perturba las decisiones, que nos enferma, deprime y salpica de consecuencias negativas a nuestro círculo más próximo. ” Ya no repetiré la enfermedad de todas las mujeres mayores de la familia”, ” ya decidí que no hipotecaré mi vida personal por ser quien cuide a los que se dicen estar en vulnerabilidad permanente”, ” ya he resuelto hablar con mis hermanos para compartir la carga familiar que llevo sola”. Y si esto no fuera posible, porque muchas decisiones dependen de nosotros y de los otros, por lo menos saldremos de los sentimientos que provoca la vieja situación; ya no más ira ni reclamos ni odios. Cambiar la emoción es cambiar la situación.

Lealtad vs. Libertad


El modo de captar una situación familiar determina nuestro impulso de someter la expectativa de los mayores a un molde. Ese mandato se encarna en un mito, adopta un esquema básico de conducta, se arraiga en el inconsciente de los integrantes de un grupo con determinados perfiles y comportamientos que emergen con potencia en la vida cotidiana sin que lo advirtamos racionalmente.
Ya de adultos, podemos dar batalla a los monstruos que nos abruman con pesadillas desde la infancia: solo cuando nos conocemos podemos vencerlos. Esas reminiscencias míticas del sujeto operan invisiblemente en todas las etapas vitales.
Estás dispuesto a hacer un trabajo de autoanálisis de autoconocimiento,
de exploración del inconsciente? Allí está el lenguaje para encontrar alguna
“traducción de nuestras emociones, miedos y deseos. Autodefinirse, autorre tratar no es fácil. Las populares selfies solo ponen en primer plano nuestro rostro, no aparece lo que hay detrás.

Iremos desbrozando los bosques que ocultan el verdadero árbol iremos remontando sus ramas hasta reencontrarnos con comportamientos y sentimientos que nos han dejado en un estado que tal vez nos impide avanzar, progresar, decidir, crecer, ” darse cuenta “. Revisar, y-entonces- alcanzar la madurez consciente y las riendas de nuestra vida.

Como Boris Cyrulnik, digamos que la felicidad no es un estado, sino una aventura. Para alcanzarla hay que “desatar las velas y lanzarse a navegar”.
Habrá que sortear escollos, la “sombra” acecha detrás de cada imagen “No nos aclaramos imaginándonos que somos seres de luz, sino haciéndonos
conscientes de nuestra propia oscuridad”, nos advirtió Jung. Las fallas que la conciencia advierte y prefiere no ver por lealtad al clan, que escondemos debajo de la alfombra y nos negamos a nosotros mismos para demorar su cuestionamiento, necesitan atravesar zonas sísmicas. Costado incómodo al que, solo cuando lo reconocemos, podemos vencer.