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A Despertar !

El miedo ha inventado a todos los cuentos. Yo no sé muchas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos.

León Felipe

Cuando se desencadena una crisis psíquica, se está mejor situado que en cualquier otro momento para resolverlo.

Carl Jung

 

En la infancia conocíamos el final de los cuentos y no nos importaba, volvíamos a pedir la misma historia: princesas casaderas, espejos parlantes, niños devorados, hadas malvadas, ogros al final del árbol de habichuelas mágicas. Necesitábamos grabar la historia en nuestro corazón para crecer con esa fortaleza que nos garantizaba de derrota de la adversidad.

No nos importaba saber el final porque tal vez las páginas se mezclaban durante la noche y descubríamos otro cuento diferente … en el fondo, lo que queríamos era creer en el proceso de transformación: el final del texto podía ser el mismo, mientras nosotros cambiábamos … pero, con el paso de los años, ese saber genuino se nos fue adormeciendo. Ya no creemos en la transformación, en el poder interno para reciclarnos y seguimos con el reloj urgente, como el conejo que atraviesa la cueva donde cae Alicia.

” Me han dormido con todos los cuentos “, dice el poeta español. Nos han dormido con mandatos: harás, serás, dirás, pensarás, desearás … ¡es hora de despertarse !

Todos guardamos un mito fundacional que nos construye y nos constituye en una identidad que evoluciona y tropieza en su desarrollo con nuevas pruebas, todo el tiempo. El mismo gran escollo es siempre – volviendo al león Felipe – el miedo. Esa emoción está bien enterrada en todas las familias, se guarda y se riega celosamente con secretos y recelos varios para que nos sujete a los largo de la vida. Crece dando unos hierbajos que nos quitan el agua y el aire. Arrancarlos, quitarlos de nuestra existencia, de eso se trata el ” cuento “.

La segunda etapa en la teoría de Carl Jung, cuando se separó de la tutela de Freud, fue decisiva en su cambio de perspectiva : señaló la necesidad de hallar, en la pluralidad de imágenes arquetípicas que nos envuelven, aquella que configura nuestro ” mito personal ” .

Jung nos ha narrado su propio descubrimiento en su biografía: narró que fue en busca de el ” mito que vivía en él” , como un modo de encuentro con una dimensión desconocida de su vida, que lo ayudó a completar su cosmovisión de lo humano a partir de la identidad de ciertos ” moldes ” o paradigmas que gobiernan nuestro funcionamiento. Llegó así a la noción de “asociaciones e imágenes típicas que nos impresionan, influyen y fascinan”. Tal la mejor definición de arquetipo que he encontrado.

Cada familia esconde un arquetipo en su árbol genealógico. Descubrirlo y reconocerlo es el primer paso para vernos como frutos secos de esas ramas o como brotes nuevos. A veces un tronco fuerte esconde una raíz débil. Otras, sentimos que somos como ” claveles del aire”, desraizados.

¿ Cuál es el personaje que te adjudicaron al nacer ?

¿Qué conflicto dirías que es el nudo más visible de tu árbol genealógico ?

El inconsciente de un clan determina muchas marcas que quedan a la vista ( rasgos físicos por ejemplo), pero no necesariamente compartimos la misma psicogenealogía por pertenecer a una misma familia. ¿ Qué pugna por emerger de la tierra y llegar a la luz en tu tribu ?

Hay tantos arquetipos como situaciones típicas en la vida, los arquetipos no están aislados unos de otros, en cada etapa de la vida hay una base constituida por lo componentes que nos acercan más a Ulises o Hércules, Demeter o Artemisa.

¿ Cuál es tu mito personal ? ¿Ese que te domina las creencias y el carácter, las conductas y los deseos? Revisemos. Miremos para atrás. ¿ ¿Con cuáles lecturas te alimentaron – alimentaste? ¿Qué libro fue tu golosina preferida de infancia ? ¿ Qué relato de familia sigue con final abierto ?

Esos interrogantes son brújulas para desandar el camino. ” Los cuentos nos entregan una tercera oreja con la cual percibir las voces escondidas del mundo.

¿Cuál es tu serie ?

Cada persona construye ” su familia de personajes “. La psicología transgeneracional nos ha enseñado que en un grupo – con los mismos padre/madre – cada hijo es diferente de sus hermanos. Repitámoslo: Pertenecer a la misma familia no nos otorga la misma psicogenealogía. Tendremos modos de conducirnos en las crisis o en la toma de decisiones según las identificaciones con figuras reales ( amigos, maestros, vecinos, figuras de crianza) o ficcionales ( del cine, la Tv, la literatura) y apoyarnos en esos estilos de conducta que tal vez no sean los que nos enseñan nuestros progenitores. Y es cuando ” hacemos serie con otros personajes que exceden el núcleo familiar”.

Una serie es un conjunto que ilumina cada parte con un aporte nuevo y un lenguaje común. Construir la propia serie, desentrañar estas tramas en correspondencias secretas que elegimos como patrones identitarios nos ilumina lo silenciado en el secreto de la familia. Entonces, quedan en la superficie las fuerzas que enclaustran y agobian el desarrollo personal y la autoestima. Dan pistas para descorrer el velo y profundizar una búsqueda.

Pinocho – Jesús – Goha, el renacimiento a otra verdad, configuran una serie que revela más del sujeto que una foto en primer plano.

Otras series ... ¿ Se acuerdan de la niña vendedora de cerillas en le cuento de H.C. Anderson? Esa malograda heroína de la infancia se corresponde con el síndrome de Juana de Arco y con la protagonista de la película francesa Amélie. Quien se identifique con estos mandatos debería revisar el lugar de ” dador ” que le han impuesto. El rol de estar al servicio de los demás descuidando los propios intereses.

¿Quién establece es continuum ? ¿Cómo se forma una serie ? Cada uno construye su ” armado ” y sabe en qué puntos se tocan o estremecen diferentes voces, personajes, situaciones, deseos, semejanzas y diferencias. Desarrollaré algunas series y sus sincronicidades en los artículos siguientes de todos los martes para que sirvan de estímulo a las configuraciones personales y funcionen como trampolín al cambio.

Otro ejemplo, Alicia – la del país de las maravillas – hace serie con todas las identificaciones que dieron como resultado a esa actitud llamada bobarismo: vivir como propias y reales las escenas que consumimos en la ficción. Eso mismo le sucede a la niña que sigue hadas en el bosque de film de Guillermo del Toro, el Laberinto del Fauno. Generalmente el bobarismo sucede como un escape a una realidad agobiante. Como estrategia o recurso resiliente para no dejarse tragar por una cotidianidad que abruma e intoxica.

Así, pues, ” el acervo imaginario de una civilización está compuesto por un número dado de figuras que pueden organizarse de muchos modos pero no de otros, para los cuales una historia que funciona tendrá siempre muchos puntos en común con otra historia que funcione”. Ítalo Calvino explica así, como escritor, lo mismo que argumenta Carl Jung desde el inconsciente colectivo o Serge Tisseron desde la psicología tradicional.

Los personajes arquetípicos incrustados en el inconsciente tienen dos caras: la luminosa, que hizo posible la temprana identificación con la parte positiva del rol y del mandato, y la cara oscura, que nos encierra en un paradigma verdugo, ” barbazulezco ” desfavorable, negativo. Ver ambas facetas implica un trabajo arduo, consciente de los sustratos ancestrales que nos gobiernan. Cada sujeto debe atravesar los bosques interiores y luchar con los dragones que se agazapan en el árbol familiar, a fin de permitirse la posibilidad de darles batalla y renacer.

Atención, la tarea es personal y difícil, pero hay una buena noticia, en le mensaje de los símbolos aparece tanto el conflicto como la solución para salir del conflicto. Sepan que no vendrá un hada madrina con su varita a regalarnos una carroza colmada de felicidad y conocimiento sobre nuestras potencialidades. ¡ Debemos construir la varita y la carroza a fuerza de indagación en los mensajes más subterráneos del psiquismo!.

El eco de esos mensajes aguarda que decidamos iniciar nuestra búsqueda para ” comunicarnos ” una verdad hasta entonces interdicta, vedada. Ahí espera; para que despertemos su potencia en el inconsciente colectivo y transgeneracional. Ahora sabemos que nada se ha perdido de toda la experiencia y la memoria de nuestra familia y la humanidad.

Finalmente, para encarar este proyecto de autoconocimiento, hace falta una llave ineludible : la intuición. Es el estado necesario para captar ese “holograma” que somos y no vemos ( perspicacia, resistencia, tenacidad, percepción, agudeza auditiva, capacidad de sanar y de cuidar ” las propias hogueras creativas “, lo llama Pinkola Estés en su ya célebre Mujeres que corren con los lobos ).

Se accede a ese saber intuitivo por la vía de la emoción y no por la explicación intelectual. Se llega por la escucha amorosa que nos resuena en la memoria de los relatos leídos, pero también – y mucho antes – oídos desde el vientre materno y más lejos aún, en el torrente de la sangre de nuestros ancestros, que – a veces – nos espían desde el espajo.

Todo un viaje interior. Para marcar ese camino, bien valen las cuatro estaciones hacia la transformación del sujeto en actitud de aprendizaje : anhelar, desprenderse, amar y crear.

Pacha Pulai