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La Maestría del Amor; La suerte de la fea la guapa la desea ..

 

MÁS VALE HOMBRE EN MANO QUE CIENTO VOLANDO…NO

Existen muchas creencias en torno a la necesidad de compartir la vida en pareja, y no hay que olvidar que la vida en pareja no es una necesidad, sino una opción; sin embargo, ya desde pequeños, sobre todo a la mujer, se la educa para ser digna princesa. Asimismo hay que recordar que la educación no solo procede de los padres —que muchos de ellos han cambiado el chip y tratan de aleccionar a sus hijas para que jueguen al fútbol, sean autosuficientes en el futuro y puedan elegir profesión y estilo de vida independientemente de su género—, sino que esta también se mama en los libros, películas, familiares, compañeros, medios de comunicación e ideas arraigadas que cuestan muchísimo cambiar.
No nos engañemos. De pequeñas, las niñas, siguen soñando con ser y disfrazarse de princesas. Y toda princesa tiene un príncipe de compañero. Un príncipe caballeroso, amable, que sonríe, y que, con su sola presencia, la convierte en una mujer enamorada, apasionada, feliz, casada y con un futuro de cuento.
Tenemos la creencia de que sin pareja no somos nada, que necesitamos convivir y compartir la vida con alguien para ser felices. Y en el caso de la mujer, por ejemplo, debe hacerlo con un hombre que resuelva sus problemas, que la ayude a ser fuerte, que la proteja, que la comprenda y que cuide de ella. Sí, aprendimos a necesitar a los hombres.
Y los hombres también a las mujeres.
Y aquí aparece el primer problema: en el concepto. No es lo mismo necesitar que desear. El primer término implica dependencia y el segundo, no. La dependencia emocional condiciona tu vida. Es un conjunto de ideas que te hacen sentir que tú tienes valor porque otros te lo dan. Por ti mismo no eres feliz, sino que necesitas algo del exterior para sentirte completo, realizado. Precisas del beneplácito de los demás, la aprobación, su contacto físico, saber que eres importante en sus vidas para poder ser feliz. Y normalmente, la pérdida de la persona o cosa de la que tienes dependencia genera una reacción desadaptativa. No es un duelo normal, es exagerado, más largo, en el que te contemplas sin recursos y que te lleva a un estado emocional que te impide funcionar con normalidad en tu vida.
Las personas dependientes no solo verbalizan ciertas frases —«Sin ti no sería nada, qué sería de mí si no te tuviera»— sino que se las creen, se atormentan con la posibilidad de no tener a su amor en algún momento de la vida, llegando a agobiar y presionar a la pareja para que nunca les deje. A veces, incluso reconocen no estar enamoradas. El problema de la pérdida está más asociado a la soledad que a la persona.

Esta necesidad les lleva a meterse en un bucle negativo. Pierden mucho tiempo pensando en las consecuencias de perder a la pareja, fantasean con el tremendismo de verse sin ella. Imaginan un mundo en el que no serían capaces de sobrevivir, ni de encontrar a un nuevo amor ni de resolver sus vidas solas. Un mundo en el que pasarían la mayor parte del día llorando, suplicando que volviera y buscando todas las alternativas para recuperarlo, incluso utilizando el chantaje emocional, la pena y la compasión.
Algunas personas llegan a tener tal dependencia que amenazan con matarse si no son correspondidos o, incluso, llegan al suicidio.
¿Quién es capaz de dejar a la pareja en estos casos, viendo que la vida de la otra persona puede estar en peligro por su decisión de querer romper el vínculo entre ellos? A pesar de padecer niveles de ansiedad muy altos y sentimientos de culpa, se suponen responsables de la causa del sufrimiento de su pareja y siguen conviviendo juntos por miedo a que cometa una locura, miedo al daño emocional que pueda traspasar a sus hijos o miedo a perder la relación con los niños. Estas reacciones de los dependientes emocionales son el colmo del egoísmo y la crueldad en la relación.
Pero ¿cuáles son los motivos por los que las personas llegan a tener ese nivel de dependencia que les provoca un desorden emocional y una vida llena de ataduras?

LA EDUCACIÓN RECIBIDA
Hay padres que han educado a los hijos bajo el proteccionismo. Padres que no han inculcado el pensamiento crítico, la autonomía, que no han dejado que los hijos tomen decisiones, que se equivoquen y se responsabilicen de los errores. Muchos, con toda la buena intención, hasta les han aconsejado la carrera universitaria que debían estudiar para tener un futuro prometedor, el tipo de conocidos y amigos que les convenían para relacionarse y ser personas de bien, incluso el perfil de hombre y mujer con el que tenían que casarse para evitar fracasos matrimoniales.
He oído a muchos padres y madres en la consulta, en los años que corren, verbalizar cosas como «Ese chico no tiene dónde caerse muerto, ni estudios, ni nada», «No me gusta su familia, lo he hablado con ella, no se da cuenta de lo importante que es tener una familia que respalde», «¿Dónde va con ese hombre con el que sale? Si no es capaz ni de terminar su carrera», «No me gusta nada esa niña», etc. Prejuicios y clichés que condicionan las relaciones personales y las decisiones que has tomado. Y esta clase de ideas preconcebidas no van relacionadas con la felicidad, con lo que uno necesita en la vida, sino que son el fruto de la educación y la experiencia de los padres.
Es hora de cambiar el chip. Este tipo de enseñanza tiene sus ventajas y sus desventajas, y uno de los problemas que acarrea es la necesidad de que te sigan guiando, aconsejando y teniendo el apoyo de terceros y aprobación para tomar decisiones. Te toca hacerlo a ti, solo o sola. Los padres están llenos de buenas intenciones, pero en muchas ocasiones desean que vivas la vida que ellos no tuvieron oportunidad de tener. Otras veces tratan de evitarte emociones como el dolor o la frustración tomando decisiones y
eligiendo por ti. Lo cierto es que sus elecciones son fruto de sus experiencias, sus valores, su vida, sus factores de la personalidad y de las circunstancias propias de su tiempo, pero igual no tienen nada que ver con cómo eres tú o cómo deseas ser.
Necesitas pensar por ti mismo, equivocarte y aceptar esas emociones. Te ayudan a crecer, a valorar los momentos mejores, a ver las cosas desde otra perspectiva, en definitiva, a evolucionar como persona. No tengas miedo al error, forma parte de la vida.
No necesitas a nadie que te dirija ni que elija por ti, no traslades este modelo de vida a tu pareja, porque dependerás de ella para ser feliz y tener autonomía. Tus padres, amigos o relaciones te pueden aconsejar y dar sus puntos de vista. Escúchalos, luego escúchate a ti y elige, pero elige tú, con todas las consecuencias. No te van a querer ni más ni menos porque te equivoques o escojas algo que no todos aplauden. La aprobación más
importante es la tuya propia, la que a ti te hace feliz, esa de la que te vas a responsabilizar porque es fruto de tu elección.

MODELOS DE CONDUCTA
El modelo de pareja en la actualidad ha cambiado respecto a generaciones pasadas. Muchos de nuestros padres no se separaron, bien porque no tuvieron la opción, bien porque se quisieron toda la vida o bien por motivos religiosos, económicos o sociales; no lo sabemos. Las decisiones las toma cada uno y no son cuestionables más que por las personas que las deciden. Por ejemplo, en el año 2012, hubo un repunte de matrimonios separados con más de cien mil divorcios.
No puedes ni debes trasladar tu relación a lo que viviste en tu casa, porque ni sois las mismas personas ni son las mismas circunstancias. Las parejas de hace cuarenta años se comportaban de forma distinta, muchas mujeres vivían únicamente para sus maridos y para sus retoños, volcadas en sus labores domésticas y atendiendo la educación y la organización de la casa. Su vida social también estaba al lado de su marido y de sus hijos. Estas conductas y modos de vida, sin embargo, no se pueden confundir con la dependencia emocional, ya que se trataba de educación y tradiciones. No es trasladable a un mundo en el que la mujer se ha incorporado al mercado laboral, disfruta de compañeros de trabajo, viaja, va al gimnasio y hace lo mismo que el hombre. Este tipo de vida permite que tenga una independencia económica y social, que además disfruta y
le complementa una faceta muy importante de su vida.
Los individuos tenemos valor no solo por lo que nos aporta una pareja y las emociones que vivimos en una relación, sino por la influencia en nuestras vidas del trabajo, de las relaciones sociales, del deporte, de los viajes, de la comunicación, de los hobbies, etc. A la mujer de hoy no se le puede pedir, ni al hombre tampoco, que espere en casa para salir a dar un paseo cuando llega de trabajar. Ese modelo de vida en pareja solo existe para el que lo elija libremente

EL CONCEPTO DE POSESIÓN
No olvides que tu pareja no es tuya, aunque sí el amor que sientes por ella. No podéis pasar veinticuatro horas al día juntos, salvo que sea elección de los dos. El sentimiento de posesión impide que la otra persona se realice por separado y tenga una vida propia, cosa fundamental para enriquecer el vínculo entre ambos. Esta vida «propia» introduce elementos diferentes a los conjuntos que hace que la unión sea más fructífera porque cada uno aporta algo novedoso y desconocido para la otra parte.
El concepto de posesión, además, puede ir asociado a los celos. La persona celosa no quiere que su pareja se trate con otras en según qué contextos. Sospecha de todo, teme perderla, cree que otros pueden estar interesados en ella, le piden que se cambien la forma de vestir para que no llame la atención, le hacen preguntas sobre los mensajes, las llamadas, sobre qué hacen y dejan de hacer cuando no están juntos. Los celos asfixian y generan mucha tensión en la pareja. La otra parte se ve en la necesidad de justificar todo y llega a plantearse qué está haciendo mal.
Yo te aconsejo no transigir ante los celos. Si vas cediendo terreno, y un día te cambias de ropa porque «amablemente» te lo pide o dejas de quedar con alguien para evitar un conflicto, cada vez te exigirá más y te verás cada día más acorralado. Si no estás siendo desleal ni cruzando los límites de las reglas que habéis puesto para vuestra relación, no cedas al chantaje.
Tú no eres de nadie y no tienes que dar informaciones absurdas, que además, generarán más incertidumbre. Porque la persona celosa nunca queda satisfecha, siempre necesita más y se cree con el derecho de exigir explicaciones. La conducta celotípica a veces se acompaña de mucha agresividad y de arranques irracionales.
Si esto te sucediera, aplica el tiempo fuera. Dile a tu pareja, en un tono conciliador, que no vas a permitir que te falte el respeto y que te vas de la habitación hasta que se relaje. Aclárale el tiempo que vas a estar en otra sala o en la calle, y vuelve cuando haya pasado el tiempo. Quedarte e intentar tranquilizarla con argumentos y con cariño, o desquiciarte con ella no hace más que reforzar sus celos.

PENSAR QUE LA PAREJA DEBE ESTAR SIEMPRE JUNTA
Hay personas que creen que una vez casadas pierden la identidad como individuos y todo tiene que hacerse en pareja, porque si no, no logran ser felices. El sentido en sus vidas se lo da la otra parte, por lo que correr, leer o pasear solos no les llena. No saben disfrutar del tiempo en soledad y piensan que estarían mejor y serían más felices si estuvieran con su pareja. Su atención la ponen en lo que les falta en lugar de buscar y aprender a apasionarse con el momento que están viviendo.
Si la pareja comparte esta escala de valores, la dependencia emocional no traerá conflictos, pero si el otro miembro necesita su espacio, su tiempo, sus amigos o su intimidad, seguro que sufrirá acoso por la otra parte. «Si me quisieras de verdad preferirías quedarte conmigo en lugar de ir con tus amigas a tomar café», «Me dejas solo y te vas a correr, no debo tener tanto valor en tu vida», «Me tienes olvidado, no me prestas atención, prefieres ir a visitar a tu madre que hacer algo conmigo», son los comentarios típicos que tendrá que escuchar en más de una ocasión. A esto se le llama chantaje emocional y persigue que el otro se sienta mal consigo mismo, culpable por disfrutar de su tiempo y de satisfacer sus necesidades, egoísta por practicar su deporte en lugar de encadenarse a su pareja. A nadie le gusta que le hagan responsable del estado anímico del otro, sobre todo si es injusto. De poco te va a servir hacer razonar a tu pareja porque se va a expresar según unas necesidades y emociones muy intensas y no atenderá tus razonamientos. No le interesa saber que en tu vida, por ejemplo, son importantes el deporte y los amigos, porque el valor que le das a tu tiempo es el que le
quitas a ella. Este tipo de individuos viven un mundo muy dicotómico, no hay tiempo para todo, no hay reparto de la atención; o estás con ellos o no estás.

BAJA AUTOESTIMA E INSEGURIDAD
Muchas personas tienen la necesidad de aprobación por parte de los demás para sentirse fuertes y capaces. Buscan comentarios de agrado, elogios, muestras de cariño que significan para ellos que están capacitados y que pueden hacerlo. No son capaces de verse como un potencial, ni siquiera han explorado ni conocen sus fortalezas. Son competentes porque tienen a alguien al lado que les hace sentir así, pero si lo pierden, también pierden la seguridad. Les pasa como a Sansón con su cabello.
Piensa por un momento, si tuvieras una varita mágica que te permitiera liberarte de tus miedos, de la opinión de los demás para ser feliz, ¿cómo sería ahora tu vida?, ¿qué estarías haciendo en el ámbito personal, profesional y social? Quizá te apuntarías a un curso de formación, irías a hacer deporte, igual hasta te tomarías un café a solas con un buen libro en una terraza soleada.
La mayoría de las veces nos gustaría hacer muchas cosas que nuestras emociones o pensamientos no nos lo permiten. Y nos lo impiden porque anticipamos que nos vamos a sentir incómodos, o que perderemos el afecto de alguien o que nadie valorará lo que vamos a hacer porque nosotros mismos no lo hacemos.
Para que esto no suceda es importante seguir unas recomendaciones que te resultarán útiles a la hora de enfrentarte a la inseguridad:
DEJA DE CUESTIONARTE TU VALÍA Y TUS MIEDOS
Tu valía no es negociable ni cuestionable. La tienes y punto, como la tiene cualquier ser humano. Piensa en momentos en los que has estado solo o sola y a pesar de ello lograste tus objetivos o fuiste exitoso. Valora a qué se debió, seguro que no fue culpa de la suerte, sino de tus factores de personalidad, de haber sido valiente y de no haber dado importancia a lo que pensaran los demás.

TOMA DECISIONES
Haz tu propia valoración de la situación, con sus pros y sus contras. Realízalo por escrito porque te aclarará más las dudas. Pondera cada una de las ventajas y desventajas.
Piensa que no hay ninguna decisión perfecta y que en todas tienes algo que perder. La decisión tiene que ir en función de tu objetivo, que puede ser la búsqueda de la felicidad, pero también, por ejemplo, tener una vida más tranquila.

ACTÚA
Cuando lo tengas claro empieza a moverte, a poner en práctica tu decisión. Anota todos los temores y déjalos en casa, escritos y castigados, cada vez que estés dando pasos en pro de tu determinación. Tú decides si sales a la calle con tus miedos o los apartas de tu vida durante un ratito.
— Primer paso. Busca el momento para hablar con tu pareja y ten claro lo que vas a decir. Comprométete diciéndole que debéis hablar; así no podrás echarte luego atrás.
— Segundo paso. No le mandes mensajes cuando sufras o la eches de menos. Llama a tus amigos y desahógate con ellos, seguro que te apoyan en esos momentos duros.
— Tercer paso. No te quedes en casa llorando. Piensa en qué cursos puedes hacer, a quién puedes llamar y con qué amigos puedes volver a contactar. También puedes salir a pasear y empezar a hacer más deporte.
— Cuarto paso. Deja pasar el tiempo, que por fortuna todo lo cura. Sobre el papel es fácil, pero venga, tú puedes, ¿eh? Cuatro lloros, dos risas y en menos de lo que imaginas, esto ha pasado.

— Quinto paso. Busca grupos en los que puedas conocer gente con tus mismos intereses o aficiones. Prepárate para volver a relacionarte con una persona con la que puedas ser feliz.
ARRIESGA
Si dejas de tomar decisiones por miedo a lo que pueda pasar, nunca sabrás qué puede ocurrir hasta que no te pongas a prueba. No estés pendiente del «y si…» porque si al final ocurre lo que no querías: tampoco pasa nada. Tu vida entera no está bajo control y tienes que vivir con un grado de incertidumbre. Muchas personas tienen miedo a dejar a su pareja, a pesar de no estar enamoradas y no ser felices por miedo a no volver a encontrar a nadie. Sacrifican la felicidad antes que la soledad, pero no olvides que siempre va a haber personas que van a llenar tu vida: los hijos, los amigos, la familia, los compañeros de trabajo… La soledad no puede obsesionarte ni bloquearte. Ya verás como será solo una etapa de tu vida, en la que además puedes descubrir cosas de ti que ahora no tienes oportunidad.
ACEPTA LA SOLEDAD
Luchas contra fantasmas que ni siquiera sabes qué cara tienen, o si son tan temibles o menos fieros de lo que parecían. Olvídate de si la soledad es positiva, negativa, de si tienes que aprender a convivir con ella o si la niegas. Déjate llevar por lo que desearías si estuvieras libre de miedos. Tú lo sabes, no necesitas que nadie te refuerce, ni que te anime o te empuje. Puedes hacerlo, no le des más vueltas. Ya irás venciendo a todos los monstruos a medida que se presenten en tu vida, igual hasta te apetece abrirles la puerta de casa e invitarles a tomar café. Igual los monstruos que imaginas ni son tan fieros, ni tan grandes, ni tan desagradables. Igual sabes convivir con ellos mejor de lo que crees, al fin y al cabo no puedes saberlo porque no lo has intentado. Lo que tienes claro ahora es que tu monstruo actual sí es real, se llama dependencius obligadus, una especie muy
común dentro de los humanos, te tiene secuestrada con la persona o en el lugar en el que no deseas estar o convivir, y te impide ser feliz. No creo que haya un peligro peor acechando ahí afuera.
Cuando busques a tu pareja, busca con quien compartir, no quien rellene lo que a ti te falta. Si no te subiste en el que pensabas que era el tren de tu vida, Renfe te ofrece muchos otros destinos, horarios y clases en los que viajar.

Pacha Pulai