La trama invisible de la lealtad .El concepto de lealtad puede definirse en términos morales, filosóficos, políticos y psicológicos. Convencionalmente, fue descripto como la actitud confiable y positiva de los individuos hacia lo que ha dado en llamarse el «objeto» de la lealtad. Por el contrario, el concepto de una trama de lealtad multi personal implica la existencia de expectativas estructuradas de grupo, en relación con las cuales todos Ios miembros adquieren un compromiso. En éste sentido la lealtad hace referencia a lo que denominó «el orden del universo humano» . Su marco de referencia es la confianza, el mérito, el compromiso y la acción, más que las funciones «psicológicas» del «sentir» y el «conocer». Nuestro interés por la lealtad como característica de grupo y actitud personal va más allá de la simple noción conductista de una conducta respetuosa de la ley. Presuponemos que, para ser un miembro leal de un grupo, uno tiene que interiorizar el espíritu de sus expectativas y asumir una serie de actitudes pasibles de especificación, para cumplir con los mandatos interiorizados. En última instancia, el individuo puede así someterse tanto al mandato de las expectativas externas como al de las obligaciones interiorizadas. En este sentido, interesa advertir que Freud concibió la base dinámica de los grupos como algo relacionado con la función superyoica.
El componente de obligación ética en la lealtad está vinculado, primeramente, al despertar del sentido del deber, ecuanimidad y justicia en los miembros comprometidos por esa lealtad. La incapacidad de cumplir las obligaciones genera sentimientos de culpa que constituyen, entonces, fuerzas secundarias de regulación del sistema. Por lo tanto, la homeostasis del sistema de obligaciones o lealtad depende de un insumo regulador de culpas. De manera natural, los distintos miembros poseen umbrales de culpa igualmente distintos, y resulta demasiado penoso mantener durante mucho tiempo un sistema regulado tan sólo por la culpa. Mientras que la estructuración de la lealtad está determinada por la historia del grupo, la justicia del orden humano y sus mitos, el alcance de las obligaciones de cada individuo y la forma de cumplirlas están co determinados por el complejo emocional de cada miembro en particular y por la posición que por sus méritos ocupa en el sistema multipersonal. La cuestión de las tramas de lealtades en las familias está íntimamente conectada con alineaciones, escisiones, alianzas y formaciones de subgrupos, examinadas a menudo en la bibliografía específica de terapia familiar y estudios afines. Wynne definió la alineación según lineamientos funcionales: «La percepción o experiencia de dos o más personas unidas en un esfuerzo, interés, actitud o serie de valores comunes, y que, en ese sector de su experiencia, alientan sentimientos positivos una hacia la otra». Las alineaciones en esos niveles funcionales o emocionales experienciales son significativas en la escena cambiante de la vida familiar, aunque hay dimensiones relacionales más significativas de alineación familiar, que se basan en problemas de lealtad cargados de culpa al ser afectados por el balance de las obligaciones y méritos recíprocos. Necesidades del individuo y necesidades del sistema multi personal Fuera de la estricta atracción heterosexual, las necesidades personales y arraigadas de manera profunda por obtener respuestas positivas del otro, por lo común han sido descritas en términos de dependencia oral en la bibliografía psicodinámica. Al individuo que no funciona en forma adecuada se lo ve como un ser ávido por conseguir aceptación, atención, amor y reconocimiento, en vez de un ser que realiza su capacidad para plantearse metas más maduras e independientes en la vida. En consecuencia, las motivaciones dependientes en un adulto suelen juzgarse en general de antemano, como infantiles y regresivas. Ciertas necesidades afiliativas de un orden de desarrollo más elevado se atribuyen a sentimientos (cargados de culpa) de obligación, servicio, y sacrificado altruismo lleno de abnegación, En este último caso, la búsqueda de reconocimiento tradicionalmente se percibe como una transacción parcial entre la persona y su progenitor interiorizado, su censor superyoico, y, de manera segundaria, entre el sí-mismo obligado y el otro. Erikson define una actitud de afiliación más madura empleando el término «generatividad», el que también incluye la parentalización de la dependencia personal respecto de su propio rol mediante el deseo de afianzar a la generación siguiente y la preocupación por orientarla.
Los compromisos de lealtad son como fibras invisibles pero resistentes que mantienen unidos fragmentos complejos de «conducta» relacional, tanto en las familias como en la sociedad en su conjunto. Para entender las funciones que cumple un grupo de gente, nada es más importante que saber quiénes están unidos por vínculos de lealtad y qué significa la lealtad para ellos. Toda persona contabiliza su percepción de los balances del toma y daca pasado, presente y futuro. Lo que se ha «invertido» en el sistema por medio de la disponibilidad, y lo que se ha extraído en forma de apoyo recibido o el propio uso expoliador de los demás, sigue escrito en las cuentas invisibles de obligaciones.
Estructuración intergeneracional de los conflictos de lealtad Generación tras generación, los compromisos de lealtad verticales siguen en conflicto con los horizontales. Los compromisos de lealtad verticales son debidos a una generación anterior o posterior; en tanto que los horizontales se entablan para con la propia pareja, hermanos o pares en general. El establecimiento de nuevas relaciones, en especial a través del matrimonio y el nacimiento de los hijos, plantea la necesidad de forjar nuevos compromisos de lealtad. Cuanto más rígido sea el sistema de lealtad originario, más tremendo será el desafío para el individuo. ¿A quién eliges: a mí, a él o a ella?
A medida que van desarrollándose las fases de evolución de la familia nuclear, todos los miembros deben enfrentar nuevas exigencias de adaptación. Esta no significa una resolución final, el cierre de una fase anterior, sino una tensión continua que lleva a definir un nuevo equilibrio entre expectativas antiguas pero todavía en pie, con otra nuevas. Nacimiento, crecimiento, lucha con los hermanos, individuación, separación, preparación para la paternidad, vejez de los abuelos y, finalmente, duelo por los muertos, son ejemplos de situaciones que exigen un nuevo balance de las obligaciones de lealtad. Los ejemplos de transiciones de lealtad requeridas por el desarrollo están relacionados con las siguientes expectativas:1. Los jóvenes padres tienen que desplazar el uno al otro la lealtad que debían a sus familias de origen; ahora tienen un mutuo deber de fidelidad sexual y de alimentación. Asimismo, se han convertido en «equipo» destinado a la producción de prole.2. Deben a sus familias de origen una lealtad definida de manera nueva, en relación con sus antecedentes nacionales, culturales y religiosos y sus valores.3. Deben lealtad a los hijos nacidos de su relación.4. Los hijos tienen una deuda de lealtad también definida de modo nuevo hacia sus padres y las generaciones anteriores. 5. Los hermanos tienen una deuda de lealtad el uno para con el otro.6. Los miembros de la familia entre quienes hay una relación de consanguinidad tienen el deber de evitar las relaciones sexuales entre sí, aunque a la vez contraen una deuda de afecto el uno para con el otro.7. Los padres tienen el deber de apoyar a sus familias nucleares, a la vez que mantienen una deuda de apoyo para con sus padres o parientes ancianos o incapacitados.8. Las madres tienen el deber de actuar como amas de casa y criar a los niños para con sus familias nucleares, aunque también se espera de ellas que puedan estar disponibles en relación con su familia de origen.9. Los miembros de la familia tienen una deuda de solidaridad en relación con el modo en que se comportan hacia los amigos o los extraños, pero también tienen, para con la sociedad, el deber de ser buenos ciudadanos.10. Todos los miembros tienen una deuda de lealtad que consiste en mantener la integridad del sistema familiar, pero deben estar preparados para acomodar nuevas relaciones y los cambios concomitantes del sistema descripta como determinante motivacional con raíces en la dialéctica multi personal del sí-mismo y el otro, más que raíces individuales. Aunque etimológicamente «lealtad» es un derivado del vocablo francés que significa «ley»*, su naturaleza real reside en la trama invisible de expectativas grupales, más que en la ley manifiesta. Las fibras invisibles de la lealtad consisten en la consanguinidad, la preservación de la existencia biológica y el linaje familiar, por un lado, y el mérito adquirido entre los miembros, por el otro. En este sentido, está asociada a una atmósfera familiar de confianza, fundamentada en la real asequibilidad y los probados merecimientos de los demás integrantes. El siguiente nivel de conceptualización exige un examen de la justicia como ámbito sistémico para la codificación o, al menos, la descripción del balance de expectativas de lealtad.
Un ejemplo clásico de conflicto de lealtades no resuelto entre un matrimonio y las familias de origen es la historia de Romeo y Julieta. El prólogo de Shakespeare sintetiza el sentido familiar de la trágica muerte de los dos amantes: «El terrible tránsito de su amor, sellado con la muerte, y la continuada saña de sus padres, que sólo el fin de sus hijos pudo aplacar, desfilarán, durante dos horas, por este escenario».
La lealtad, concepto clave dentro de esta obra.