El apego a la alegría
Con la alegría sucede principalmente una cosa: nos apegamos a ella. Queremos que la emoción perdure en el tiempo, que se convierta en un sentimiento duradero e inalterable. Eso es lo que la mayoría deseamos (otros podemos apegarnos a la rabia o a la tristeza, por ejemplo). La cosa se complica cuando nos damos cuenta de la imposibilidad de ello. Cuando de repente descubrimos que la alegría se nos escurre entre los dedos para dar paso a otras emociones a las que no les damos fácilmente la bienvenida. Por lo menos no de la misma forma. En este punto el trabajo está en entender y aceptar que no podemos estar en alegría permanentemente y que las otras emociones también forman parte de la vida y debemos darles un espacio para que sean, hagan su función y luego se vayan. Porque, contrariamente a lo que creemos, las emociones no suelen venir para quedarse, sino que fluctúan, aparecen, se manifiestan (si les damos espacio) y luego se van, dando espacio a algo nuevo. Y así continuamente. Es lo que desde algunas disciplinas se llama equilibrio o autoregulación organísmica. Esto es la vida misma. William Blake decía “Aquel que se ata una alegría la alada vida destruye; aquel que besa la alegría según vuela vive en la aurora de la eternidad”.
La alegría en el cuerpo
Somos cuerpo y por tanto, es en el cuerpo donde se manifiesta la alegría. Pero, ¿qué sucede realmente en el cuerpo cuando estamos alegres? Y de lo que sucede, ¿qué vemos a simple vista y qué no vemos? En términos generales, cuando vivenciamos la alegría tendemos a movimientos corporales amplios y rápidos, disposición a la sonrisa y a la risa, posición corporal abierta y receptiva, ligereza de movimiento, respiración amplia, mayor inspiración, energetización o predisposición a la acción, tono de voz elevado, etc. Éstas pueden ser algunas de las manifestaciones externas. A nivel biológico, segregamos hormonas como las endorfinas y la serotonina, que también participan de esta sensación de bienestar que nos da la alegría.
Sin embargo, a veces puede pasar, que frente a un creer estar contento, el cuerpo se muestra incongruente con ello (por ejemplo manifestando una postura encorvada, mirada hacia abajo, entrecejo fruncido, mandíbula tensa, etc.). O al revés, cuando con el cuerpo mostramos una aparente alegría que no corresponde con la experiencia interna del momento. O cuando una sensación alegre empieza a nacer en nosotros y algo en el cuerpo se bloquea e interrumpe la experiencia. Todo esto a veces es del todo inconsciente. Otras veces aparece algún tipo de malestar que somos capaces de detectar y que nos hace saltar la alarma.
¿Qué sucede con esa incongruencia? ¿Qué puedo hacer con ella? Lo importante aquí es poder parar y observarse, dejarse sentir y ver qué es lo que tiene que decir cada una de las partes. ¿Me estoy diciendo que debo estar contento siempre? ¿Me estoy diciendo que no hay tiempo para la alegría? ¿Qué siento en este momento? ¿Qué necesita mi cuerpo? Después de la escucha y del diálogo de las partes, es posible que hayamos tomado un poco más de conciencia sobre cómo funcionamos, qué nos decimos, qué sentimos y qué necesitamos. Tomar conciencia es el primer paso hacia el cambio. Aprender a darle espacio a una alegría plena (con todas sus manifestaciones), nos da más profundidad de ser, más autenticidad y mayor plenitud.
Aprender a darle espacio a una alegría plena, nos da más profundidad de ser, más autenticidad y mayor plenitud.
Alegría no permitida (o cuando no me permito la alegría)
A veces ocurre, que conocemos unas emociones más que otras. Que tal vez, sepamos muy bien habitar la emoción de tristeza y sin embargo, desconozcamos la alegría (o viceversa). Eso no significa que no exista laalegría en nosotros sino que de alguna manera no podemos acceder a ella, no sabemos cómo o bien sencillamente nos decimos que no queremos o que no la merecemos.
A veces no sabemos o no podemos acoger a la emoción. Nos censuramos la alegría, la bloqueamos, en ocasiones la podemos sentir pero no la expresamos o no llegamos ni siquiera a sentirla. ¿Qué sucede aquí? ¿Qué me digo para no dejar que la alegría sea? ¿Cuándo dejó mi cuerpo de sentirla? ¿Qué significaba para mí de niño la alegría? ¿Qué me dijeron sobre ella? ¿A quién estoy traicionando manifestándome alegre? ¿Cómo hago para no sentirla? Éstas son solo algunas de las preguntas que nos podemos hacer. Para ir liberando y dando espacio a la emoción, será necesario explorar la propia vivencia, tomar conciencia de cómo es su expresión y poco a poco desaprender lo que no sirva para aprender cómo hacerle un espacio y facilitarla cuando sea necesario.
Toda mi gratitud a Silvia Suja.
Como siempre les comento .. hay diferentes formas de contactar con la alegría.
A veces la alegría nos viene dada por cosas que la vida nos regala, pero también podemos tener acceso a ella a través de otras puertas. Algunas formas pueden ser más universales y conocidas, otros más particulares, pero en cualquier caso, tener acceso a ellas nos ofrece la posibilidad de adentrarnos de vez en cuando.
A través del movimiento, del deporte, de la danza, de la música, del juego, del humor, del compartir, de la belleza, del acto creativo en sus variadas manifestaciones, etc., podemos conectarnos con la alegría de ser.
Los invito a compartir e intercambiar las respuestas a las preguntas que están arriba !
Les dejo esta maravillosa película ” Tomates Verdes Fritos “. En mi memoria es una auténtica vuelta a la alegría de una mujer que, por la inercia de la rutina la había perdido …
Y la receta de mermelada de tomate rojo para platos dulces y salados.
Tiempo de preparación | 20 minutos |
Tiempo de cocción | 40 minutos |
Raciones | 1 tarro grande |
INGREDIENTES
- 1 kg tomates maduro
- 500 g Azúcar blanco
- 1 Vaina de vainilla
- 1/2 limón (El zumo de medio limón)
INSTRUCCIONES
- Ponemos a cocer una cazuela con abundante agua, para escaldar los tomates.
- En lo que empieza a hervir, lavamos y escurrimos los tomates.
- Con un cuchillo muy afilado les practicamos una cruz en la parte superior, para que el pelado de los tomates sea más fácil.
- Cuando empiece a hervir echamos los tomates en su interior, contamos lentamente hasta treinta, sacamos y dejamos templar. Verás como la piel del tomate se ha soltado por dónde has realizado el corte.
- Pelamos bien los tomates, con un cuchillo quitamos la parte inferior, cortamos al medio y quitamos las semillas.
- Una vez tengamos todos los tomates limpios de piel y pepitas, cortamos en trozos pequeños que echaremos en una cazuela junto con el azúcar, el zumo del medio limón y la vaina de vainilla abierta al medio.
- Colocamos a fuego fuerte y, cuando empiece a humear, removemos y bajamos a fuego medio-bajo. Dejamos cocer durante cuarenta minutos, removiendo de vez en cuando.
- En este punto verás que tienes en la cazuela una mermelada de tomate algo “líquida”, algo normal si tenemos en cuenta que el jugo del tomate se habrá convertido en un caramelo gracias al azúcar. Por ello debes tener en cuenta que cuando este caramelo enfríe espesará más.
- Quitamos la vaina de vainilla y vertemos la mermelada de tomate en un cuenco, para tomar en unos días o semanas (guardada en la nevera) o bien nada más retirar la mermelada del fuego echar en tarros de cristal, especial para conservas, les damos la vuelta y cocemos al baño maría durante cuarenta minutos.
- Sacamos los tarros de la cazuela con muchísimo cuidado de no quemarnos, y guardamos en nuestra despensa para disfrutar de esta Mermelada de tomate a la esencia de vainilla a lo largo del otoño o el invierno.
NOTAS DE LA RECETA
En esta ocasión he pasado la mermelada de tomate, estando recién hecha y sin la vaina de vainilla. Como verás en las fotografías no se aprecia ningún trozo de tomate. Aunque este paso es opcional al igual que la vainilla, que se puede sustituir por un palo de canela, una ramita de hierbabuena, cardamomo, clavo de olor, piel de limón o de naranja, etc.
Espero la disfruten y nos encontramos el próximo jueves !