Tres Personajes en busca de un Escenario
En primer lugar, el aprendiz intuitivo (que a menudo conoceremos en el futuro como el aprendiz natural, ingenuo o universal), el niño pequeño que, soberbiamente dotado para aprender el lenguaje y demás sistemas simbólicos, desarrolla teorías prácticas acerca del mundo físico y del mundo de las demás personas durante los primeros años de vida.
En segundo lugar, el estudiante tradicional (aprendiz escolar), el niño desde los siete años hasta el joven de veinte, más o menos, que intenta dominar la lectura y la escritura, los conceptos y las formas disciplinares de la escuela. Son estos estudiantes que, presenten o no resultados estándar, responden de modo similar a como lo hacen los preescolares o los niños que cursan la enseñanza primaria,
una vez han abandonado el contexto de las aulas.
En tercer lugar, el experto disciplinar (o especialista), un individuo de cualquier edad que ha dominado los conceptos y habilidades de una disciplina o ámbito y puede aplicar ese saber de un modo apropiado a nuevas situaciones. Entre las filas de los expertos disciplinares se encuentran los estudiantes que son capaces de utilizar el saber de las clases de física o de historia para aclarar nuevos fenómenos. Su saber no se limita al marco habitual del libro de texto y del examen, y cumplen con los requisitos necesarios para entrar a formar parte de
los que «realmente» comprenden.
En toda esta discusión introductoria, estos tres personajes estarán acechando desde el fondo. Al llegar a conocer a cada uno de un modo más íntimo, obtendremos no sólo una percepción nueva de los enigmas del aprendizaje, sino pistas para la creación de un sistema educativo capaz de producir comprensiones genuinas. En lo que sigue, presento una cierta variedad de otros términos y distinciones que me
ayudarán a desarrollar mi argumentación.
Si consideramos con más detenimiento los tres personajes, encontramos que cada uno actúa de acuerdo con algunas limitaciones —factores intrínsecos o extrínsecos que limitan su comportamiento de modo diferente— y demuestra su comprensión en tipos característicos de realizaciones. Examinaremos, en primer lugar, las diversas clases de limitaciones y, luego, las realizaciones.
El estudiante intuitivo refleja limitaciones neurobiológicas y de desarrollo, limitaciones basadas en el hecho de ser miembros de la especie y en los principios del desarrollo humano que operan de un modo predecible en los entornos físico y social que podemos encontrar en cualquier parte del mundo. Los niños aprenden el lenguaje con la facilidad con que lo hacen, y del modo en que lo hacen, porque hay fuertes limitaciones incorporadas en sus sistemas nerviosos; y tales limitaciones afectan poderosamente a las modalidades en que inicialmente se refieren al mundo, categorizan los objetos e interactúan con otros individuos. Del mismo modo, los niños de todo el mundo desarrollan teorías comparables acerca del mundo en que viven y de las personas con las que se comunican: teorías que reflejan una interacción entre las inclinaciones biológicas y la construcción del mundo propia de los niños en cuyo interior han nacido. Estas limitaciones, el resultado de centenares de miles de años de evolución, son muy profundas y, como tendremos la oportunidad de ver una vez y otra, resulta muy difícil hacerlas desaparecer.
El hecho de que se considere que los niños a partir de una cierta edad están preparados para la escuela, y que cabe esperar de ellos que dominen habilidades específicas y conceptos en el marco escolar, probablemente refleja estas limitaciones neurobiológicas y de desarrollo. Sin embargo, las limitaciones más profundas que operan en los estudiantes tradicionales tienen un carácter más extrínseco: las limitaciones históricas e institucionales que se incrustan en las escuelas. Las escuelas han evolucionado durante siglos para servir de formas determinadas a determinados propósitos sociales. Desde la necesidad de alfabetizar un amplio número de jóvenes estudiantes hasta las presiones para fabricar ciudadanos que incorporen determinadas actitudes y virtudes, las escuelas reflejan estas limitaciones. La ausencia relativa en las escuelas de una preocupación por la comprensión profunda es un reflejo del hecho de que, para la mayoría de escuelas, la meta de suscitar este tipo de comprensión no ha constituido una primera prioridad por parte de sus burocracias educativas.
En cuanto al experto disciplinar, el término «imperativos» puede parecer en primera instancia inapropiado. Después de todo, en cierto modo, los expertos están autorizados a superar las limitaciones, a extender sus habilidades y conceptos en nuevas e, incluso, no anticipadas direcciones. Esta condición de capacitación, sin embargo, es tan sólo posible a causa de un dominio que se ha obtenido, a menudo de un modo bastante laborioso, durante cierto número de años. Cada disciplina (como la física o la historia) y cada dominio (por ejemplo, el ajedrez, la escultura o el marketing) muestran sus propias prácticas y aproximaciones, que se han desarrollado a lo largo de su prolongada aunque idiosincrásica historia. No se puede empezar a dominar un ámbito, o a comprenderlo, si no se quiere penetrar en su mundo y aceptar sus imperativos/limitaciones disciplinares y epistemológicas que han ido operando en su interior durante años.
Tomadas en conjunto, estas limitaciones imponen graves restricciones sobre aquello que los estudiantes pueden aprender en los marcos educativos y al modo en el que pueden lograr la comprensión. Sin embargo, las limitaciones a menudo abrigan
también oportunidades, y del ingenio educador depende el aprovechamiento de las limitaciones, así como la búsqueda del modo de superarlas.
Del mismo modo que cada uno de los tres personajes centrales manifiestan limitaciones predecibles en su comprensión, también cada uno ha de llegar a estar asociado con las realizaciones que reflejan esa comprensión. Como les gustaba insistir a los psicólogos conductistas de épocas pasadas, no podemos ver el interior de la mente o del cerebro. Y, en consecuencia, en lo que atañe a nuestro índice de comprensión, nos centraremos en tres variedades de resultados.
El niño pequeño domina una gran cantidad de información y parece muy competente en su mundo circunscrito. Tal como hemos visto, el niño puede utilizar y comprender los sistemas de símbolos de un modo fluido y puede, también, ofrecer teorías y explicaciones ordinarias de los mundos de la mente, de la materia, de la vida y de sí mismo. En razón de la facilidad con la que se expresan estos resultados los denominaré resultados de la comprensión intuitiva (ingenua o natural). Se debería destacar que estas comprensiones suelen ser inmaduras, engañosas o fundamentalmente descabelladas; tal es el caso, ciertamente, de muchas de las comprensiones protocientíficas adoptadas por los niños pequeños. Tales comprensiones intuitivas son, sin embargo, profundas y en muchos casos demuestran
ser bastante útiles.
En el contexto de la escuela, los educadores han buscado y aceptado de un modo rutinario los resultados memorísticos, ritualistas o convencionales. Tales resultados se producen cuando los estudiantes responden simplemente, en el sistema de símbolos deseado, vomitando de nuevo los hechos, los conceptos o los conjuntos de problemas particulares que se les han enseñado. Ciertamente, las respuestas «correctas» en estas circunstancias no imposibilitan la comprensión genuina: tan sólo no logran garantizar que esa comprensión genuina se haya producido.
A estos resultados memorísticos opongo los resultados de la comprensión disciplinar (o genuina). Dichos resultados se producen cuando los estudiantes son capaces de adquirir información y habilidades que han aprendido en la escuela en otros ámbitos y aplicarlas con flexibilidad y de un modo apropiado a una situación nueva y, por lo menos, un tanto imprevista. Está claro que la mayoría de los problemas se presentan de una forma que es ligeramente diferente, al menos, a su encarnación original, pero un resultado de la comprensión disciplinar se obtiene de un modo más fidedigno cuando desde el ámbito familiar se exige un esfuerzo significante. Tales resultados deseables se producen cuando, por ejemplo, los estudiantes de física recurren a las leyes apropiadas de la mecánica al explicar por qué un aparato recientemente inventado, o un juego, funciona de un modo determinado; o cuando los estudiantes de literatura pueden proporcionar un juicio razonado acerca de los méritos respectivos de dos poemas cuyo autor les es desconocido; o cuando los estudiantes de historia que han estudiado la Revolución tanto Francesa como Rusa son capaces de discutir los factores que han precipitado un movimiento revolucionario contemporáneo y ofrecer predicciones fundadas de lo que probablemente ocurrirá durante los próximos meses. La comprensión disciplinar cambia continuamente y nunca queda completada; la competencia se hace evidente cuando un individuo incorpora la comprensión cultural que tiene en cada momento del ámbito en que se mueve.
Así pues, hemos encontrado tres personajes, cada uno de los cuales actúa bajo un particular conjunto de limitaciones, mostrando un resultado característico. Ahora es concebible que la existencia de este trío resulte ser no problemática en un sentido educativo. Posiblemente cada uno de ellos pueda ser sustituido por el siguiente de un modo uniforme, con el estudiante intuitivo dando paso gradualmente al aprendiz escolar, el cual a su vez es sustituido por el que domina la disciplina.
Estos tres personajes no se engranan de un modo uniforme uno con otro y que los vacíos resultantes entre ellos plantean inmensos problemas educativos, sobre todo porque esos vacíos hasta ahora no se han considerado de forma amplia.
Nos encontramos el próximo viernes para conocer los tres vacíos 🙂 Buen fin de semana !!