Enfermedades Infantiles
“Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos.”
Antoine de Saint-Exupéry. El Principito.
Hay quienes creen que este modelo sobre la salud y la enfermedad puede ser válido para adultos pero que no se puede aplicar en la etapa prenatal o a niños porque los fetos, los bebés o los críos no tienen emociones, conflictos ni problemas psicológicos. Nada más alejado de la realidad. En primer lugar, me gustaría volver a recordar que hablamos de un conflicto biológico y no de un conflicto psicológico. Además, quisiera mencionar que, según el paradigma de la Descodificación Biológica Original, la enfermedad es la solución a una vivencia de estrés llamada conflicto biológico que el cuerpo se encarga de descargar mediante el síntoma. Este conflicto biológico puede ocurrir en cualquier momento a partir del instante mismo de la concepción, ya que es en ese momento cuando comienza la vida biológica. A este inicio se le agrega la memoria inmensa de la humanidad que viene a aportar las soluciones ganadoras de supervivencia.
En este sentido sabemos que en las células de los progenitores está toda la información de la historia de sus familias y que ésta viene impresa tanto en la carga genética como en su epigenética. Así pues, cualquier memoria puede constituir un programa inicial en relación a la manera de vivir los conflictos.
El resultado es que un feto, un bebé o un niño también tienen enfermedades y se aplican las mismas leyes biológicas para ellos. Tan solo hace falta observar a un niño pequeño en su medio natural y ver cuáles son sus necesidades para darse cuenta de cuáles pueden ser sus conflictos biológicos.
Dicho de otra manera, toda la programación de una nueva vida viene de lejos. El desarrollo y maduración del ser humano se realiza en etapas que paulatinamente van enlazándose unas con otras y en cada una de ellas hay una riqueza enorme de pasos a trascender de los que se pueden extraer magníficas lecciones, no siempre exentas de dolor o malestar. ¡Pero eso es vivir! Una de cal, una de arena, muchas de cal y muchas de arena. Podemos decir que nos constituimos en base a experiencias y éstas, en parte, ya vienen inscritas en las células transmitidas por los padres y por la línea de ascendentes, nuestros ancestros desde tiempos inmemoriales. El resto de vivencias se empaparán en el ser humano durante la concepción, el embarazo, el parto y en nuestra temprana infancia. Luego seguimos aprendiendo y experimentando, pero la mayor parte de las veces el impacto de las mismas será un reflejo de la historia anteriormente vivida. Como decía Freud, el ser humano tiene una tendencia o compulsión a la repetición.
Recuerden asimismo que durante la ontogénesis se revive la filogénesis completa en el ámbito intrauterino, o sea, durante el embarazo. Lo que nos interesa es que en todas las etapas de desarrollo podemos sufrir conflictos biológicos que o actúan como programas o desencadenan un síntoma. Los primeros que suelen aparecer son los más arcaicos, los correspondientes a la primera etapa de la biología u órganos derivados del endodermo, correspondientes a las necesidades básicas y vitales tales como la respiración, la digestión, la eliminación y la coordinación de las actividades orgánicas. Un embrión o feto necesita del alimento para sobrevivir y tiene una respiración especial a través de la sangre que le llega por el cordón umbilical.
Imaginen lo que puede atravesar cuando la madre de este tranquilo feto de repente entra en una situación de estrés que le provoca no recibir suficiente alimento u oxígeno aparte de cargarse de un cóctel de hormonas que le provocan reacciones como miedo, enfado o malestar en general. Esto podría ser una situación muy frecuente para el bebé según cómo se encuentren sus padres durante el embarazo.
La reacción fisiológica que se produce ante un conflicto de los padres y específicamente de la madre durante el embarazo es el cierre de los vasos sanguíneos (en simpaticotonía o fase de estrés hay una vasoconstricción) y por eso se produce una disminución de la circulación sanguínea de los vasos que alimentan la placenta y, por lo tanto, al bebé. En ese caso el bebé pasa por una situación de estrés propia, por ejemplo, siente hambre o se angustia, además de incorporar en su cuerpo las sustancias liberadas en el momento de
shock asociadas a una determinada sensación corporal.
Después viene la prueba de fuego: ¡el nacimiento! Al nacer tiene unos minutos para aprender a respirar y un poco más de tiempo para aprender a comer y a eliminar. ¡Menuda tensión nada más nacer! A esto le agregamos todas las maniobras antinaturales perinatales que se aplican en un ámbito sanitario sobre el bebe, así como otro estrés añadido que es el alejamiento de la madre con la que ha estado durante nueve meses en contacto. Esa es la primera forma de pasar por los conflictos de forma independiente a lo vivido por la madre o los padres.
Pretender que en esta etapa de construcción del ser humano no se tienen conflictos biológicos es como creer que porque al oso que está encerrado en una jaula en un zoo le ponen hielo y comida cada día, ya no sufre ningún conflicto vital a su condición de animal. Nada más alejado de la realidad biológica.
Viajemos por las sucesivas etapas…
La maravillosa historia del ser humano se inicia con un encuentro en el que la unión de dos personas, un padre y una madre que se han atraído gracias a múltiples razones culturales y psicológicas en las que no entraremos aquí, dan lugar a un hijo. Además, seguramente también se hayan sentido atraídos en un plano más biológico debido a la acción de las feromonas, pero no trataremos este punto por el momento. Cada uno aporta su propio material genético para la construcción del nuevo ser mediante las células germinales, un espermatozoide y un óvulo, que le ayudan a integrar dos partes fundamentales para estar en equilibrio, lo masculino y lo femenino. La selección de la pareja se hace en base a la complementariedad genética y será el grupo genético más opuesto el que dará la mejor calidad genética. Y ¿cuál es el destino que empuja a escoger la pareja complementaria para el árbol familiar? Es una reflexión que encuentra respuesta en el análisis transgeneracional.
Antes de que el niño se materialice mediante la unión parental existe una fase inmaterial, un proyecto: el proyecto de los padres. El niño al venir a este mundo dará sentido a ese proyecto a través de las acciones de su vida. Es lo que conocemos como proyecto y sentido parental de cada ser humano. Por eso, en la concepción, el bebé recibe bastante más que tan solo la carga genética. Es el momento en que lo vivido por sus padres, las circunstancias socioeconómicas, culturales o personales del período, el estado psíquico, físico o emocional de los padres, los anhelos y deseos conscientes o inconscientes de los progenitores se ofrecen al nuevo ser para que éste haga su vida con ello. Por lo que se refiere al proyecto de vida, Boris Cyrulnik (2001) se pregunta: “¿puede uno nacer sin ninguna razón de vida y morir de casualidad?” Creo que no y es un no rotundo. Venimos con una razón o misión, venimos con un plan de experiencias a vivir. En el camino se nos contagian las razones de los padres y vivimos desarrollando sus peticiones de forma ciega y sin contestarlas hasta que logramos restablecer el contacto con la parte más íntima y coherente de nuestra existencia que nos permite descubrir la esencia de nuestra misión de vida. Entonces y sólo entonces comenzamos a vivir esa vida plena que había previsto en nuestro plan de experiencias a vivir.
Las emociones, las necesidades y los conflictos de los padres y del entorno durante el embarazo también forman parte de la memoria celular del bebé y se impregnan en su biología.
El estrés de los progenitores, específicamente el de su madre, será absorbido por el bebé a nivel intrauterino, ya que cada neuromediador, hormona o componente del cuerpo de su madre atraviesan la placenta y le informan de lo que se está pasando en el otro espacio o en el espacio materno. Todas las vivencias tendrán influencia sobre el nuevo ser que captará la información sensorial, por lo que en cada uno de nosotros quedará grabada esa información y podrá reaparecer mediante sensaciones corporales.
La información sensorial está en la base del desarrollo neuronal de la misma manera en que, ya en vida, lo estará el contacto afectivo. Un bebé durante su primera etapa de vida no puede distinguir entre sus propias emociones y las de su madre. Él experimenta sensaciones y éstas son agradables o desagradables, le dan gusto o le molestan, le provocan ganas de acercarse o alejarse y conforman el primer mundo de conexión del feto. Un mundo de representaciones organizadas alrededor del placer o displacer. Con todo esto a su desembarco en la Tierra el bebé trae un aparato neural y psíquico bien provisto de sensaciones que le permite filtrar el mundo exterior
y organizar las respuestas.
Particularmente las vivencias de la madre en este período son las que tendrán carácter de programantes en el futuro ser humano. Situaciones dramáticas, shocks, tóxicos (drogas, alcohol, medicamentos, tabaco, …), enfermedades, traumas, violencia, etc. dejan una huella importante en la biografía de cada ser. Las vivencias del embarazo, del parto o de la etapa preverbal ocupan el espacio de lo no consciente, que se manifiesta mediante sensaciones.
Por ejemplo, la madre sufre emocional y afectivamente durante el embarazo y el bebé percibe una desconexión. Después puede que manifieste una excesiva demanda de cuidados, la sensación de avidez de afecto o el ofrecimiento de afecto a otros para obtener reconocimiento y la devolución del mismo. Esas reacciones las vive automáticamente cuando se activan las sensaciones corporales, aunque no pueda poner palabras a lo que siente.
Un niño de 9 años llamado Vaughn presenta un retraso madurativo en su crecimiento y, según el pediatra, el percentil de peso y estatura se halla en la escala más baja de su grupo. Al buscar la ventaja de ser pequeño o el peligro de crecer encontramos varias
respuestas. Un primer elemento para la madre es que al darse cuenta del embarazo no quiso decírselo a su marido e intentó ocultarlo hasta que en el sexto mes fue evidente. Tenían 3 hijos más y el marido repetía que ya no quería “ni medio más”.
Además, la pareja no pasaba por su mejor momento y las discusiones se sucedían día sí día también. El estrés en la madre y la vasoconstricción produjeron menor flujo sanguíneo al feto. Le pregunto por la ascendencia del nombre, ya que en España este nombre no es frecuente y me dicen que la madre tiene un bisabuelo galés y en su honor lleva un nombre de su tierra.
Cuando busco el significado del nombre, me vuelve a maravillar la sabiduría del inconsciente: Vaughn significa pequeño o menudo.
Este niño obedece y reproduce todo lo que se le pide, de manera que el cuerpo sigue el ritmo de las necesidades psíquicas del
sistema familiar. ¿En qué hay una ventaja en ser pequeño en la familia galesa? El bisabuelo mencionado trabajaba desde niño en una mina de carbón en condiciones penosas. Quedó atrapado en un desprendimiento y fue uno de los que murió en ese accidente laboral a la edad de 42 años. Quizás en el inconsciente familiar se ha transmitido que ser grande es peligroso, ya que puedes quedar atrapado. La información que tiene en su interior es enorme y él será quien despertará una u otra memoria. Numerosas preguntas acuden en este caso y la hipótesis sólo la podrá validar el pequeño
Vaughn.
¿Es que si sigue siendo pequeño será aceptado por su padre?
¿Es que aún continúa vigente el mensaje materno de “tiene que estar oculto”?
¿Es que este niño intenta contentar a papá siendo menos de un medio o menudo?
¿Será que se sobrevive cuando no se está a la altura?
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Un conflicto bastante frecuente que se produce en la etapa embrionaria es la exposición al ruido, ya sea por ruidos externos (tránsito, sirenas, ambulancias, frenazos, industrias, máquinas, accidentes,…) como por ruidos producidos durante las pruebas de ecografía (ultrasonido). El ruido coloca al feto en alerta tal como ponía en alerta a los seres que vivieron expuestos a las condiciones naturales: el rugido de un león, el sonido del viento fuerte, el estruendo de un volcán o de un huracán, los ecos de la lluvia, los silbidos, chirridos, crujidos, etc. Todos los sonidos fuertes de la naturaleza están codificados de igual manera que ocurre con los animales. El resultado es que nos coloca en posición de alarma, como si se acercara un depredador o un desastre natural. La exposición al ruido puede dar distintas expresiones sintomáticas así como reacciones paranoicas u otras reacciones psíquicas, fobias e incluso puede haber modificación de la carga de ADN. El Dr. Hamer ha encontrado que uno de los factores que pueden alterar la carga cromosómica es, en el caso del Síndrome de Down, el conflicto biológico de miedo ante situaciones de ruido externo.
“Para cambiar el mundo hay que cambiar primero la forma en que nacemos”. Michel Odent.
Al nacer, el bebé continúa en fusión materna, algo que seguirá así mientras dure el desarrollo y mielinización de sus vías nerviosas, por lo que no será capaz de diferenciar entre quién es él y quién es el otro. A partir de los 24-30 meses, una vez atravesado este pasaje de su vida, puede comenzar a sentirse un ser diferenciado, aunque seguirá captando el universo familiar a través del inconsciente.
El niño es muy receptivo, perceptivo, intuitivo y sensible a todo lo que ocurre a su alrededor y a los conflictos de sus padres. Es un gran radar que acumula información de las tensiones y sabe qué hacer para evacuarla. Esa gran sensibilidad le conecta con la realidad interior de los padres entrando en resonancia con ellos y viviendo sus conflictos biológicos. Lo hace por amor y por necesidad de pertenencia. Es importante destacar que los padres no son culpables de esta situación, sino responsables de lo que viven y que todo niño actúa por amor. Veamos algunos casos representativos.
Un bebé de 2 meses es diagnosticado de bronquiolitis (inflamación de la parte final de los bronquios llamados bronquiolos) y el conflicto que narran sus padres fue vivido a los 5 meses de la etapa intrauterina, cuando los padres sufrieron un accidente de coche mientras venían discutiendo muy fuerte, la madre quedó atrapada y sintió pánico, terror u horror. Todo se bañó de una tonalidad de miedo en el medio de una disputa territorial. Al nacer el bebé, desarrolló la segunda fase de la enfermedad o reparación en vagotonía.
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Otro bebé, en este caso de 3 meses, de igual forma presenta bronquiolitis. Sus padres comentan que apareció poco después de Navidad y que no ha sido la mejor etapa de sus vidas ya que en esas fechas reapareció de repente el padre del hombre que hacía 23 años que se había marchado sin despedirse. En los días que estuvo, provocó sonados altercados con casi todos los miembros de la familia. Después de la comida de Navidad estaba un poco bebido, cogió al bebé, que estuvo a punto de caerse cuando lo lanzó al aire y se le resbaló. Le salvó en el último momento el sofá sobre el que cayó. Todos se quedaron atónitos, conteniendo la respiración en una situación de pánico por el niño. Una vez que se supera la primera fase o de estrés que el propio niño puede vivir con miedo aparecerá un síntoma inflamatorio para reparar las paredes de los conductos por los que pasa el aire.
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Otro ejemplo de un bebé de 4 meses con bronquiolitis es el de Juan, cuya madre vivía con terror el hecho de dejar una vez por semana al niño con una cuidadora. Eran sólo 2 horas y una vez por semana, pero para esta madre, que había tenido 6 intentos de embarazo que no pudieron llegar a término, era terrible dejar con una “desconocida” al hijo sano y salvo. De forma causal, al día siguiente a la salida, el niño presentaba un cuadro respiratorio.
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En el niño, la enfermedad puede ser el resultado de la vivencia de un conflicto biológico propio o la evacuación del estrés de los conflictos biológicos paternos.
Numerosos profesionales y defensores de un cuidado alrededor de la llegada de un nuevo ser como médicos, biólogos, comadronas, doulas, psicólogos, etc. han hecho hincapié en la importancia del cuidado del embarazo, el parto y el nacimiento, ya que son etapas críticas desde el punto de vista neurológico, hormonal y de registros corporales que tendrán un gran impacto sobre la salud física, psíquica y emocional del bebé.
Una situación que puede generar conflictos biológicos es la separación madre-hijo en el momento del nacimiento. Para John Bowlby (1993) (teoría del apego) “la falta de vínculo afectivo con la madre se traduce en niños ansiosos o con depresión.”
Desde su nacimiento, el niño necesita sentir al menos un contacto seguro y predecible. La falta de conexión y de apego seguro madre-hijo puede poner en riesgo la vida del neonato y está en la base de la vida afectiva futura. La forma en que funcionamos con las parejas tiene una gran programación en este primer momento de contacto entre dos.
“La capacidad de amar se gesta en torno al nacimiento.” Michel Odent. Más adelante, se podrá observar ruptura de contacto en distintos lapsos.
Ya mencionamos que el instante del nacimiento es un instante de mucha fragilidad para la piel externa y para la “piel psíquica” del neonato que ha pasado alrededor de 9 meses completamente en contacto con las paredes en las que se aloja bañado en líquido amniótico y que de repente en un segundo todo eso que estaba a su disposición deja de estarlo. Nils Bergman dice, “la madre es la clave para el desarrollo neuronal” ya que éste depende de los estímulos y experiencias que la madre activa en el niño.
Durante los primeros meses de vida, cuando el bebé es dejado al cuidado de otras personas y su madre se marcha, puede ser que reviva la misma sensación de separación o que aparezcan otras formas como el abandono, el miedo por la existencia o la soledad. Por lo general, ante la separación vemos síntomas en epidermis, pero, según como viva la separación la madre y cómo se desarrolle el proceso de desapego, resonará en el niño un tipo de estrés u otro. La angustia maternal de la separación o la inseguridad puede darse según la tonalidad de la vivencia, la causa programante de un síntoma en la epidermis, de un trastorno respiratorio o de una enfermedad en el sistema de defensa del organismo: el eccema, la dermatitis atópica, la bronquitis o bronquiolitis o la inflamación de ganglios linfáticos.
Un caso que puede servir como ejemplo es el de un niño que comienza el parvulario y se siente separado de la madre. Llora, se aferra a la puerta del cole, se estira en el suelo y patalea hasta agotarse. Vive lo que se denomina un conflicto de separación. En una primera fase o fase de estrés, su piel, la epidermis, se ulcera y se enrojece. En la fase de reparación, las zonas que tenían menos tejido (ulceradas) se cubrirán con más células (reparación) y aparecerá un síntoma que es el eccema. En este caso le aparece un eccema en las manos, los brazos y las mejillas, que son las zonas que han sentido el estrés. Se trata de comprender en qué fase está apareciendo el síntoma y calmar la virulencia del mismo sin detener el proceso natural de curación.
Recuerden que una infección o una inflamación son síntomas en fase de resolución y si los padres comprenden este mecanismo podrán acompañar mejor durante el proceso de la enfermedad.
El niño va captando la información del medio externo a través de los sentidos y de las emociones, y siente muchas cosas antes de poder hablar. En los primeros años de vida en los que el niño no posee ningún lenguaje para expresarse, las emociones son un vehículo para poder manifestar su interior y juegan un rol fundamental en la construcción neuronal y de los circuitos nerviosos. Cuanta más estimulación reciba el sistema límbico del bebé, más información se impregnará y más recursos o puntos débiles, según el contenido de las vivencias, tendrá el futuro adulto. Esas huellas tempranas están cargadas de un fuerte contenido emocional y van a reaparecer espontáneamente ante eventos de tonalidades similares actuando de programantes en los conflictos biológicos.
Otro elemento que influye en el niño es la manera de vivir tanto las emociones propias como las que tienen los padres y cómo reaccionan ante ellas. El niño formará y organizará su comportamiento emocional adulto a partir de este modelo. Las reacciones que puede tener son la represión, la sustitución y la naturalidad, que procederé a detallar a continuación:
• La represión o anulación de las vivencias emocionales se produce cuando éstas han sido muy dolorosas y para el ser en construcción es preferible olvidar que estar en contacto con algo que le hace daño. Más tarde, ya de adulto, la persona no tiene conciencia de esa emoción ni de su vivencia.
Se olvida y se reprime evitando la expresión de la misma.
• La sustitución es el origen de la emoción secundaria. En realidad, es una emoción falsa que no se corresponde con lo que la persona siente, como por ejemplo decir que se está triste cuando se está enfadado o al revés.
La educación ha hecho mucho en este sentido diciendo al varón que está prohibido llorar o a la niña que está muy mal visto que se enfade.
• La expresión natural de las emociones está ligada a la autenticidad. La persona podrá expresarse desde lo que siente, sintiéndose segura y respetada al hacerlo. Para ello es necesario darle el marco de tranquilidad en el que la sanción no cabe, así como validar la comprensión de la vivencia y el permiso de expresarse.
Ese nuevo ser necesitará de 18 a 25 años para conseguir la maduración total a nivel neurológico y, cuando complete su maduración, estará preparado para procrear y así continuar con el primer programa de la especie, es decir, la perennidad de la misma.
Cuando un bebé llega al mundo, está lleno de información y nunca lo hace como una página en blanco. ¡Imaginad la información que ha
acumulado 10, 20 ó 30 años más tarde!
En resumen, todos los aprendizajes realizados antes de los 6 años aproximadamente serán fundamentales para sus experiencias. Luego son repeticiones de los comportamientos de éxito obtenidos de este primer modelo y sus reacciones de adulto dependerán de los aprendizajes realizados en todas las etapas previas.
¿Y qué es el éxito para un niño pequeño? Es sobrevivir cueste lo que cueste. Es el concepto de sobrevivir para un mamífero, ya que, sin el alimento y el cuidado, el bebé no conseguiría atravesar el primer período de su vida. Para conseguir el alimento y los cuidados tiene que atraer a la madre, por lo que la naturaleza ya ha previsto una manera química de conseguirlo, es decir, mediante la liberación de la oxitocina o la hormona del amor. De aquí parten conceptos como el apego, que en un adulto se transformará en amor, la pertenencia a la familia y al grupo de referencia, y la lealtad familiar. Lo que nos ha permitido sobrevivir conforma el llamado placer biológico, que se
trata de una recompensa neurobiológica.
El rechazo o abandono materno se vive como mortal. Para el bebé, que no comprende y vive en un mundo de sensaciones ligadas a emociones que aún no ha etiquetado, no tener contacto a causa de una separación temprana, no recibir alimento real y afectivo supone un peligro de muerte.
Algunas enfermedades de la Infancia
Mediante las enfermedades de la infancia el niño manifiesta las vivencias de conflicto biológico propias y las de sus padres. Tanto las enfermedades del niño como las de un adulto atraviesan dos fases, estrés y recuperación. Los síntomas de reparación ayudan a que los tejidos se recuperen. Por ejemplo, un niño se pierde en un espacio público y siente pánico de no poder llamar o encontrar a sus padres. Cuando finalmente los halla se relaja, llora, suelta su estrés y sus tejidos, que han estado en estrés, comienzan su recuperación. En este caso, el síntoma que aparecerá será una laringitis. La laringitis es la manifestación del horror vivido por el niño en una primera etapa y tiene como objetivo la curación de la mucosa laríngea.
La inflamación procura llevar a los tejidos todos los elementos nutrientes y reparadores necesarios para sanar el órgano.
Otro mensaje que hemos recibido de la medicina oficial es que los/as niños/as tienden a enfermarse con frecuencia porque su sistema inmunitario está en formación y por lo tanto es “débil”. Se dice que la exposición a los gérmenes les ayuda a generar los anticuerpos necesarios para mantenerse sanos. Dentro del marco de enfermedades infecciosas son comunes las patologías respiratorias de vías altas, las infecciones llamadas “contagiosas” y los síntomas digestivos como vómitos o diarreas.
Aquellos que tengan niños podrán comprobar que las patologías más frecuentes en esta etapa son respiratorias, del aparato auditivo, trastornos en la piel, síntomas digestivos como vómitos o diarreas y las llamadas enfermedades obligatorias de tipo infeccioso como la varicela o la rubeola, que son fundamentales y vitales para el crecimiento.
Patologías respiratorias
Traducen lo que “se respira” en el ambiente familiar y en la relación de los padres con el niño de forma real o imaginaria. Es la presión que hay en el ambiente, las discusiones o broncas, las que se “mal respiran”. Por otro lado, ¿qué vive un bebé en su cuna cuando se le acercan desconocidos y todos le hablan a la vez? ¿Y si le miran fijo y le atraviesan con la mirada en su espacio de respiración? ¿Qué siente el niño si sus padres discuten entre ellos o con otras personas? ¿Qué vive si le amenazan o le gritan? ¿Y si siendo pequeño le dicen que le dejarán en la calle o solo? Todo eso es lo que respira real, imaginaria o simbólicamente hablando.
Los cuadros que pueden aparecer ante estos conflictos biológicos van desde el resfrío común a la neumonía, pasando por la bronquitis, la bronquiolitis, el asma, la laringitis entre muchos otros. A nivel conflictual se traduce por la sensación de peligro en el ambiente, discusiones, broncas, gritos, enfados, pánico o terror profundo, invasión del espacio del niño hasta la vivencia de miedo a morir, que involucra al pulmón, el cual desarrolla una infección microbacteriana o una neumonía en fase de resolución. Cuando un niño presenta con frecuencia cuadros respiratorios altos nos podemos preguntar: ¿qué es lo que el niño vive como amenazante? ¿Son peleas?
¿Miedos por los padres? ¿Familiares que amenazan? Una niña de 8 años tiene cuadros de asma bronquial desde los 3
años. El cambio que se produjo en la vida de esta niña a los 3 años fue que su abuelo paterno murió y la abuela materna fue a vivir a su casa. Ahí comenzaron las peleas continuas con su madre, con quien tenían una tregua cuando su tía se la llevaba durante una semana.
Esa era la semana en la que aparecían los síntomas. La vivencia de miedo o pánico e invasión con peleas en el territorio dan soporte a esta patología.
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En un niño el conflicto de pánico o terror en fase activa produce ulceración de la zona de la laringe, lo que puede afectar a las cuerdas vocales.
Una vez que el miedo se ha resuelto, comienza la fase de curación con inflamación de la laringe y quizás un diagnóstico de “crup viral”.
Es el caso de un niño que va a una fiesta de cumpleaños en la que
hay un payaso. Esta presencia le provoca angustia y miedo, por lo que intenta alejarse de él, hasta que el payaso, viendo que se estaba
apartando y con ánimos de ayudarle a reintegrarse, lo coge en brazos y le da tres vueltas provocando en el niño un pánico espantoso que le deja sin habla. Al día siguiente, estando en la seguridad de los brazos de los padres y habiéndose olvidado del conflicto vivido, comienza con una alteración respiratoria que es tratada en el hospital como “crup viral”.
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Desde la Descodificación Biológica Original se puede ver cómo después de pasar un gran miedo, que le ha generado a su vez un fuerte estrés, sobreviene la fase caliente, expresada mediante una inflamación. Cuanto mayor sea la intensidad o duración del conflicto, mayor será la masa conflictual o gravedad del caso.
También están los cuadros de vías altas. El dolor de garganta, las anginas o un cuadro de faringitis pueden tener la tonalidad de atrapar algo y perderlo o estar a punto de perderlo, o de algo que cuesta mucho conseguir.
Una niña tiene anginas repetidas. El órgano afectado es el tejido adenoideo de la garganta y corresponde a un órgano del endodermo, 1ª etapa de la biología. Imaginad un gorrión que está pendiente de atrapar un gusanito para alimentarse. Está a punto de atrapar el bocado y siente que se lo pueden sacar, se le puede escapar el bocado tan deseado. ¡Pero al final lo consigue! A ese estrés le sigue la fase de resolución, que cursará con inflamación de la garganta diagnosticada como anginas. Quien haya tenido anginas puede preguntarse: ¿cuál es el trozo que se estuvo por escapar y que finalmente consiguió?
Si miramos el sistema auditivo (ORL), vemos que hay dos posibilidades de conflicto. El auditivo –que es oír, no oír, ser oído o no ser oído– y el ambiental –que afecta a la trompa de Eustaquio. Este último es la vivencia de peligro y la presión en el ambiente, así como el no soportar los cambios de humor en el ambiente. El niño tiene la necesidad de que todo sea armonioso y que sus padres estén bien, no sean atacados o agredidos para que puedan cuidar de él.
Un niño de 6 años presenta otitis repetitivas, que es la enfermedad en fase de resolución cuando ha solucionado un conflicto, tal como describíamos antes, de oír, no oír, ser oído o no ser oído.
En su caso, la madre ha observado que con frecuencia es el domingo por la mañana el día en que el niño comienza con dolor de oídos. Averiguando qué es lo que quiere oír y no consigue, cuenta que su padre se marcha por trabajo de domingo noche a viernes noche y que cuando regresa él quiere mostrarle todo lo que ha hecho durante la semana, pero su padre llega cansado, pone la televisión y le manda a dormir. Los sábados al despertarse va corriendo a la habitación de sus padres para jugar con el admirado papá y éste le dedica un rato mientras se viste para ir a jugar tenis con sus amigos. Luego siempre tiene ocupaciones fuera de casa y es casi imposible volver a verse, o mejor dicho “oírse”, por lo que es prácticamente el único instante en que está por el niño. Para este niño, que espera y desespera por oír algo de su padre y por ser escuchado, ese rato es la solución al estrés que tiene cuando no atrapa ese bocado auditivo. Esas palabras del padre son la solución a su conflicto e inicia la reparación mediante la infección u otitis.
Trastornos de la piel
Se producen cuando se percibe una pérdida de contacto abrupta ante la vivencia conflictual de separación cuando aún no se ha podido construir la noción de unidad y permanencia a pesar de no estar físicamente en contacto con alguien.
Un bebé que ha estado protegido, mecido y en contacto estrecho con las paredes del útero durante aproximadamente 9 meses tiene cada centímetro de su piel estimulado y ese contacto se manifiesta aún más al pasar por el canal del parto, momento en el que está más apretado dentro de las paredes en su salida hacia la luz. Al llegar al exterior puede encontrar un vacío y, según la manera de criar al niño, este vacío puede ser mayor si se le deja sólo en su cuna y no se responde a sus llamadas. En la familia aprendemos también lo que significa tocarse, acariciarse, respetarse a través del tacto, sentir el afecto en la piel, la tranquilidad y calma que proveen las caricias, pero es posible que en ese aprendizaje aparezcan otras sensaciones como la falta de contacto, el rechazo, la separación o el abuso que llevan a la separación de sí mismo.
Un libro que habla de forma extensa sobre el tema de la separación temprana y sus consecuencias es El concepto de continuum de Jean Liedoff (2003).
A veces, a fuerza de sentir la separación, el niño o la niña acaba por usar la estrategia de rechazo del contacto físico. El objetivo es no volver a sentir la separación, lo que puede conllevar la pérdida del placer del contacto. De adulto puede ampliarse al contacto íntimo con rechazo sexual.
Según Enrique Blay Llauradó (2012), “mucho antes de que un niño pueda comprender las palabras, comprende el tacto. Su percepción emocional convierte todas sus experiencias en sentimientos y emociones. ¿En qué transformará el bebé la experiencia de ser acariciado, besado, abrazado? Es evidente: en sentirse amado.”
El eccema o dermatitis son frecuentes en niños y puede tener varias causas: sentirse inseguro ante la falta de contacto, pérdida o ausencia de contacto o necesidad de dejar de sentir un contacto. Este último es el conflicto del bebé que siente rechazo a los besos de alguien de quien no los desea, a los pañales, a la ropa y tiene la necesidad de sentir el placer de la libertad sin ropa. Por otro lado, la costra del bebé en la cabeza puede aparecer por sentirse separado del contacto con la madre o con las paredes de su útero, que decíamos que le acarician durante 9 meses.
Un bebé de 6 meses que usa pañales desarrolla una dermatitis atópica con áreas de sangrado en toda la zona genital y glútea al cambiar la marca de pañales. La explicación desde afuera es que el pañal “tiene otra composición”, pero vale la pena tener en cuenta
que se han mudado de país para entender esta dermatitis desde una perspectiva más global. La niña con 6 meses anhela y desea estar
sin pañales, tal y como había ocurrido durante los últimos días en su país, donde era verano y jugaba en la piscina desnuda. En el
nuevo lugar es invierno, ha de ir cubierta y ponerse pañales y este rechazo da como resultado un eccema o dermatitis atópica.
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Observar de qué se quiere separar o de qué se ha separado el niño puede servir para comprender la vivencia y ayudarle. Acariciarle, ponerle crema en el cuerpo, masajearle, apretarlo suavemente o achuchar al bebé piel a piel le ayudará a recuperar la seguridad epidérmica.
Jean Liedloff- El Concepto del Continuum (1)
Dermis
Otro conflicto que puede aparecer en la piel, pero en este caso en la
dermis, es la marca o cicatriz que queda en la zona donde se ha colocado una inyección o vacuna. El conflicto biológico de la dermis está asociado al atentado a la integridad real, simbólica o imaginaria que ocurre cuando el niño siente el pinchazo y le da miedo ver cómo un elemento externo le invade el cuerpo. En esa zona, la cicatriz tardará más en curarse o se hará más gruesa
la piel con el objetivo de generar un escudo protector.
Es importante hablar con el niño, explicarle el procedimiento de la aplicación, que lo pueda probar con muñecos, pero sobre todo que exprese los miedos que tiene y qué describa las sensaciones que le aparecen cuando lo observa, por ejemplo, en un dibujo o en un muñeco. Tras la aplicación, acariciar la cicatriz hasta no tener sensaciones angustiantes producirá un buen efecto sobre la piel.
Enuresis
Es la micción involuntaria que suele ocurrir de noche cuando se está durmiendo profundamente. ¿Para qué sirve la orina en los animales? Además de ser una necesidad fisiológica en el ámbito de los animales, tiene la función de marcar o delimitar el territorio, de dejar una huella para que se sepa dónde se encuentra un animal.
En los humanos, específicamente en los niños que sufren por no tener claro los límites de su territorio o porque se sienten que no se pueden organizar como quieren dentro de su territorio, puede aparecer la enuresis.
El niño juega en su territorio, reconoce lo que hay en su espacio, ha aprendido el sentido de propiedad y se organiza con ello en su lugar hasta que de repente entran en su espacio, le cogen sus juguetes, los dejan en cualquier sitio o incluso se los rompen. Valgan estos como ejemplos de un drama infantil en relación a su territorio: la presencia de un hermano, el no disponer de un lugar propio (territorio), el que tenga que dejar su cama a otros que vienen de visita, entre tantos otros casos, pueden estar en el origen del estrés
de un síntoma de incontinencia o de enuresis. El niño durante el día podría perder gotitas de orina (incontinencia) y no darse cuenta. De noche, en vagotonía, soluciona el conflicto y aparece la enuresis.
Enfermedades infecciosas
Según la Descodificación Biológica Original la infección aparece para ayudar a restaurar los tejidos que han estado sometidos a un alto estrés de un carácter específico.
Por ejemplo, en determinadas enfermedades en las que aparecen manifestaciones en la piel, el conflicto es la separación (vivencia muy
frecuente en los niños al separarse de sus padres, su familia, su casa, sus juguetes, etc.) y es en la segunda fase o vagotonía cuando el cuadro infeccioso se va a manifestar sobre la piel o mucosas, como en el interior de la boca con vesículas con agua, rojeces, granos, pápulas que pican. Todas las manifestaciones en la epidermis y en las mucosas (nasal o bucal, por ejemplo) están en relación con conflictos en los que el niño o la niña han sentido separación y aparecen en fase de resolución. Veremos a continuación
algunos casos de enfermedades infecciosas que nos permitirán comprender este aspecto.
El sarampión es una enfermedad infecciosa causada por un virus (Varicela zoster) que se manifiesta con pequeñas manchas rojas en la piel, fiebre alta y que afecta a la mucosa nasal u oral. El conflicto es de separación más un conflicto de “esto apesta”.
Un niño de 7 años va con su madre a pasar un fin de semana largo a casa de sus abuelos maternos en el pueblo. Ahí se encuentra con
sus primos, disfruta del cariño de los suyos y de todos los cuidados que le proveen además de sentir una libertad única comparada con
la vigilancia que tienen en la ciudad. La despedida fue dolorosa para todos, incluida su madre, quien lloraba al despedirse de sus padres. A su regreso no pudo ir a la escuela debido a un cuadro de sarampión.
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La varicela está causada por un virus y se manifiesta mediante la erupción de pequeñas vesículas en la piel que provocan picor, fiebre alta, dolor de cabeza y en algunos casos afecta al sistema digestivo. Si se diera esta última situación, deberíamos mirar si hubo alguna vivencia con la siguiente tonalidad: “Me siento separado de mamá, ha cambiado, ya no le reconozco y no lo acepto”.
Una niña llamada Marcia y su prima, ambas de 5 años, son cuidadas por su abuela. Un día la prima tiene varicela y le dejan en una habitación cerrada prohibiéndole a Marcia entrar a jugar. Ella de tanto en tanto le mira desde la puerta. Al tercer día consigue saltar todas las vigilancias, entra en la habitación y, como le daba mucha pena, se estira con su prima para cuidarla. A los dos días Marcia tiene una erupción de varicela. ¿Cuál fue la separación? La tensión de estar tres días sin poder jugar con su prima, situación que finalmente se soluciona.
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La rubeola o sarampión alemán es causada por un virus que se manifiesta con una erupción en la piel. También responde a un conflicto de separación igual que otras enfermedades que tienen una manifestación en la piel solo que cada una tendrá una especificidad.
La escarlatina está causada por una bacteria, estreptococo que se manifiesta con pequeñas manchas rojas en la piel, fiebre alta y dolor de garganta. El conflicto es de separación más un conflicto de “atrapar el bocado”.
¡Caso alarma en el colegio! La mitad de los niños de 10 años de un curso de primaria regresan de vacaciones de Navidad y a los dos días hay un brote de escarlatina. Para los adultos es algo totalmente contagioso. Lo que les ha ocurrido a estos niños es que se lo pasan muy bien en el cole y se aburren en las fechas en que no ven a sus amigos. Al reencontrarse aparece la solución para los que lo han vivido como un conflicto y surge un brote de una enfermedad “infecciosa”.
La tos ferina está causada por una bacteria que da síntomas similares a un resfriado con tos y que aumenta gradualmente. La enfermedad se presenta en la fase de crisis épica de un conflicto de miedo en el ambiente, peligro, invasión de territorio con necesidad de alejar a alguien. Es el instante en que se vuelve a estar en estrés con el fin de evacuar el edema residual.
Un niño llamado Martín, durante un fin de semana, va a casa de sus tíos y tiene muchas ganas de pasarlo bien con su primo, que es
tres años mayor. Este tiene celos y cada vez que puede le molesta, sobre todo cuando nadie le ve. Cuando Martín regresa a su casa y
se encuentra con la tranquilidad y seguridad de sus padres, aparece el cuadro respiratorio. “No te hace bien estar lejos” le dicen sus padres y a él le tranquiliza que nunca más tendrá que exponerse a la autoridad de su primo mayor.
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Las enfermedades infecciosas responden también a la siguiente pregunta: ¿Quién eres? Está comprobado que el niño, después de haber pasado un cuadro de este tipo y de tener fiebre, se encuentra más maduro sabiendo mejor quién es y dónde se encuentra. La enfermedad le ayuda a atravesar una etapa y poder ver el mundo con nuevos ojos.
Ataque de pánico
Un ataque de pánico es un trastorno temporal que surge de repente en el que durante unos segundos o pocos minutos el niño siente un miedo profundo y lo vive con oposición o resistencia. Es el sentir de “esto no lo quiero” con la tonalidad de base de un gran miedo que está presente y estar alejado de lo que se quiere.
La oposición en el niño puede dar lugar a que exprese que no le gusta nada, que no quiere nada, que luche con todo y contra todos (padres, hermanos, amigos, familiares, desconocidos, etc.) y son los llamados “niños malcriados” o “maleducados”. En el momento en que sufren el ataque de pánico están sintiendo un profundo miedo y se resisten a vivir lo que les toca vivir en ese instante. Un ataque de pánico es distinto de una “rabieta”.
Un niño de 3 años vive en continua lucha con sus padres y con mayor frecuencia con su madre.
En la búsqueda del conflicto programante, encontró una vivencia durante el embarazo. Esta mujer tenía un cargo directivo y un día, estando en el sexto mes de embarazo, se presentó en una reunión de dirección el gerente, le despreció el trabajo que ella había realizado, le ridiculizó y se rió diciendo “con la barriga que tienes cualquiera haría las cosas mal”. Tras ello, le cambió de puesto de trabajo dejándole sin contenido ni actividad.
Ella consultó abogados para denunciarlo, pero la necesidad del trabajo superó su indignación y continuó trabajando solo que la sensación de miedo y resistencia con la vivencia de “no vuelvo a pasar por esto” estuvo presente hasta el alumbramiento. En el final del embarazo el bebé estuvo muy inquieto y la lactancia fue muy difícil para ambos porque no había manera de conformar al niño.
Como parte de la terapia, además de descodificar, la madre le contó al niño lo que había ocurrido e hizo una terapia mediante el abrazo
de contención de Jirina Prekop.
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Según Prekop (1991) la terapia de contención “consiste en establecer un intenso contacto físico (abrazo) de la madre o el padre con el niño, bajo las instrucciones del terapeuta. En el proceso en el que el adulto sujeta a su hijo se lleva a cabo una apertura de sentimientos lo bastante fuerte como para romper los conflictos de relación en los que ambos se encuentran.
Dicha terapia rompe las conductas ambivalentes de amor y odio entre ambos, proporciona a los padres un control más efectivo de sus emociones y permite al niño entrar en un proceso de liga afectiva (re-bonding)”.
La Federación Española de Asociaciones de Ayuda al TDAH define al TDAH como un “trastorno biológico crónico de origen neurológico,
provocado por un desequilibrio existente entre dos neurotransmisores cerebrales: la noradrenalina y la dopamina, que afectan directamente a las áreas del cerebro responsables del autocontrol y de la inhibición del comportamiento inadecuado. El TDAH provoca en el niño las siguientes alteraciones en su conducta:
• Hiperactividad: Presenta un nivel superior de actividad dada su edad.
• Impulsividad: Tiene dificultad para controlar sus conductas, emociones y pensamientos.
• Inatención: Tiene una gran dificultad o incapacidad para prestar atención y concentrarse.
Estos síntomas no siempre están presentes conjuntamente – existen distintos subtipos de TDAH – y se manifiestan en al menos dos ambientes de la vida del niño (casa, colegio, etc.). Los niños son más propensos a sufrir TDAH que las niñas en una proporción de cuatro a uno.”
Según la Descodificación Biológica Original, los síntomas en un niño diagnosticado por la medicina oficial de TDAH son la respuesta en fase de resolución a un doble conflicto de separación a partir de cambios inesperados, como por ejemplo la separación de los padres, de los abuelos, de la casa donde vivían, de colegio, de una mascota querida, de un/os amigo/os, etc. El comportamiento refleja las reacciones de protección o supervivencia que puede realizar ante lo que percibe como un peligro.
Tal como describía en un capítulo anterior el Dr. Hamer localizó unos focos observables en un corte de un TAC sin contraste que en el caso de una persona diagnosticada de TDAH se pueden observar los correspondientes en la corteza motora, la sensitiva y la post-sensitiva (parietal).
Según el tipo de reacción del niño se observarán otros conflictos que se suman a los anteriormente mencionados. Por ejemplo, cuando hay impulsividad y agresividad es porque el niño ha vivido un conflicto de identidad y otro de resentimiento y cólera en su territorio. Es el caso de un niño que vive la separación de sus padres, tiene que estar dos días con cada uno y no sabe dónde está su lugar, dónde asentarse cómodamente y eso le frustra.
Cuando predomina la hiperactividad el niño ha vivido un conflicto de sentirse bloqueado, atrapado, inmóvil o incapaz de reaccionar, por ejemplo, cuando hay luchas por poder en la familia, o hay maltrato y el niño permanece encerrado en una habitación oyendo lo que ocurre sin poder hacer nada (incapaz, no valgo, no puedo, impotencia). También puede darse que haya una autoridad estricta que le impida realizar cualquier movimiento.
Cuando se libera de la presión, el niño resuelve mediante el movimiento, algo que los adultos consideran excesivo, pero que es necesario para que descargue todas las tensiones acumuladas. El movimiento es una compensación.
En el caso de que predomine el déficit de atención, el conflicto que ha vivido el niño podemos decir que es de separación y se le asocia algo llamativo que es una situación de despiste o ausencia por lo que al observar al niño más distraído se dirá que tiene falta de atención.
Estos niños son muy inteligentes, muchas veces están por encima de la media, son muy sensibles, perceptivos, instintivos e intuitivos, afectivos y captan todo lo que ocurre en el ambiente.
Un caso que refleja esto es el de un niño de 5 años, cuyos profesores se quejan a sus padres por su falta de atención e impulsividad. Recibe el diagnóstico de TDAH por parte de un Psicopedagogo quien a su vez observa un índice de inteligencia elevado. Antes de los 5 años su madre tuvo un trabajo que le restó mucho tiempo para estar con él y que además le exigía continuos viajes al extranjero y reuniones hasta altas horas de la madrugada por lo que le veía muy poco. Este niño estaba al cuidado de una joven que, para poder hablar con sus amigas, le mantenía en su habitación “jugando a maquinitas” desde que le recogía en el colegio hasta que le daba la cena y lo ponía en la cama. Por un lado, se sentía separado de su madre y por otro lado sentía que no podía moverse de una habitación minúscula y que era castigado si salía de ella sin permiso.
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Robert Whitaker (2015) narra en el libro Anatomía de una epidemia cómo se ha construido un sobrediagnóstico en el ámbito de la psiquiatría con el objetivo de medicar, tal como ocurre en el caso del TDAH.
Para salir del círculo vicioso del TDAH es necesario descodificar los posibles conflictos que están en su base: separación inesperada, movimiento restringido y/o separación brutal o contacto impuesto. El niño tiene unas necesidades totalmente descubiertas porque su vida se aleja de lo que él cree que estaría bien.
Existen medidas alternativas a la medicación como revisar la manera de vivir de los adultos en el marco de la familia. También se puede facilitar la expresión de lo que siente el niño, el contacto físico, el masaje como juego, el juego familiar y contar sobre todo con la presencia de adultos responsables que vivan el aquí y ahora.
Terapia con los niños
El trabajo con un niño comienza desde el momento en que nos encontramos con sus padres porque cuando los padres comprenden el
funcionamiento de la enfermedad, viven de forma más tranquila los síntomas de los/as niños/as y pueden aplicar medidas naturales para aliviar los cuadros agudos de infección y/o inflamación o de cualquier tipo.
En el caso de enfermedades físicas, son etapas que ayudan a los tejidos a regenerarse y renovarse, y para el/la niño/a una infección se convierte en una ayuda en su maduración. De hecho, muchos padres comentan que después de una enfermedad el/la niño/a realiza un cambio, ya puede absorber el exterior de otra manera, responde de forma más meditada.
¿Qué hacemos con los niños?
Jugar, pintar, cantar, contar cuentos y todo lo que se os ocurra para que puedan expresar lo que ha quedado guardado y qué es lo que el síntoma manifiesta. Para que un niño nazca y se desarrolle de manera sana es necesario que aprenda a expresarse y tenga a su lado adultos que de niños se sanaron. No nace sabiéndolo, sino que poco a poco, a lo largo de su crecimiento, puede ir aprendiéndolo.
El ser humano camina hacia la individuación, que significa llegar a ser un individuo. Por individualidad entendemos nuestra peculiaridad más interna, última e incomparable: llegar a ser uno mismo, es decir, ir hacia la autorrealización. Jung decía: “la individuación es ser uno mismo para poder verte de igual a igual”. Es la base de la crisis de identidad que tiene su apogeo en la crisis de la adolescencia. Durante esta etapa, e incluso antes, los jóvenes se quejan de los padres y es aplicable aquello de que ningún niño tiene los padres que “sueña” tener y solo el que no tiene padres tiene unos “padres de sueño”.
Como dice Winnicott nos podemos sentir en la buena senda siendo lo que llama una madre “lo suficientemente buena” que es capaz de estar en contacto con el niño, de acoger sus necesidades, de darle su gratificación y también de acoger las frustraciones que se irán produciendo. ¡Una de cal y una de arena!
Los adultos, aunque no sean “padres de sueño”, se pueden conformar con ser lo mejor posible como seres humanos al tiempo que saben que tienen los mejores hijos para aprender a serlo.
CUENTO
Para antes de que tus hijos crezcan…
Hay un período en el que los padres quedamos huérfanos de nuestros hijos; es que ellos crecen independientemente de nosotros, como árboles murmurantes y pájaros imprudentes.
Crecen sin pedir permiso a la vida, con una estridencia alegre y a veces, con alardeada arrogancia. Pero NO crecen todos los días; crecen de repente.
Un día, se sientan cerca de ti y con increíble naturalidad, te dicen cualquier cosa que te indica que esa criatura, hasta ayer en pañales y pasitos temblorosos e inseguros… creció.
¿Cuándo creció que no lo percibiste?
¿Dónde quedaron las fiestas infantiles, los juegos en la arena, los cumpleaños con payasos?
Crecieron en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil.
Ahora estas ahí, en la puerta de la disco, esperando ansioso, no sólo que no crezca, sino que aparezca…
Allí están muchos padres al volante, esperando que salgan zumbando sobre patines, con sus pelos largos y sueltos.
Y allí están nuestros hijos, entre hamburguesas y gaseosas; en las esquinas, con el uniforme de su generación y sus incómodas mochilas en la espalda. Y aquí estamos nosotros, con el pelo cano…
Y son nuestros hijos; los que amamos a pesar de los golpes de los vientos, de las escasas cosechas de paz, de las malas noticias y las dictaduras de las horas.
Ellos crecieron observando y aprendiendo con nuestros errores y nuestros aciertos; principalmente con los errores que esperamos no repitan…
Hay un período en que los padres vamos quedando huérfanos de hijos…; ya no los buscamos en las puertas de las discotecas y los cines. Pasó el tiempo del piano, el fútbol, el ballet, la natación… Salieron del asiento de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas.
Algunos, deberíamos haber ido más junto a su cama, a la noche, para oír su alma respirando conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia; y cuando fueron adolescentes, a los cubrecamas de aquellas piezas cubiertas de calcomanías, posters, agendas coloridas y discos ensordecedores. Pero crecieron sin que agotáramos con ellos todo nuestro afecto. Al principio nos acompañaban al campo, a la playa, a piscinas y reuniones de conocidos; Navidad y Pascuas compartidas. Y había peleas en el auto por la ventana, los pedidos de chicles y la música de moda.
Después llegó el tiempo en que viajar con los padres se transformó en esfuerzo y sufrimiento: no podían dejar a sus amigos y a sus primeros amores.
Y quedamos los padres exiliados de los hijos.
Teníamos la soledad que siempre habíamos deseado…
Y nos llegó el momento en que sólo miramos de lejos, algunos, en silencio, y esperamos que elijan bien en la búsqueda de la felicidad y conquisten el mundo del modo menos complejo posible.
El secreto es esperar…
En cualquier momento nos darán nietos.
El nieto es la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos; por eso los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable cariño. Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto.
Por eso es necesario hacer algunas cosas adicionales, antes de que nuestros hijos crezcan.
Así es: las personas sólo aprendemos a ser hijos, después de ser padres y sólo aprendemos a ser padres, después de ser abuelos…
En fin, pareciera que sólo aprendemos a vivir, después de que la vida se nos pasó…
Anónimo.
PARA SABER MÁS
Películas:
• Pool, Léa. (Director). (2004). La mariposa azul. En busca del sueño.
(Título Original: The Blue Butterfly).
[Película]. Canadá: Alliance Atlantis Films / Odeon
• Linklater, Richard. (Director). (2014). Momentos de una vida (Título
Original: Boyhood).
[Película]. Estados Unidos: IFC Films.
Libros:
• Corkille Briggs, Dorothy. (2010). El niño feliz. Editorial Gedisa.
• Dolto, Françoise. (2010). La dificultad de vivir. Editorial Gedisa.
• Whitaker, Robert. (2015). Anatomía de una epidemia. Capitán Swing.